Hidroeléctrica Belo Monte, en Brasil; impacto en medio ambiente y comunidades
En la cuenca del Río Xingu, afluente del Amazonas en la zona norte de Brasil, se construirá la tercera mayor represa del mundo, según un proyecto del gobierno de ese país que data desde antes de los años 90, pero recién hace algunas semanas fue aprobado en su resolución medioambiental.
El conflicto en Brasil se ha perfilado de forma similar que el caso acá en Chile de Hidroaysén, desatando desacuerdos sociales y políticos, entre grupos ecologistas, comunidades indígenas y las autoridades.
A principios de este mes se aprobó en Brasil la construcción de la gran central hidroeléctrica Belo Monte, que será operada por el consorcio Norte Energía, y estaría funcionando en 2015. El emplazamiento posible para la intervención es la llamada Volta Grande do Xingu, curva que sufre el cauce de dicho río, a lo largo del cual viven unos 14.000 indígenas brasileros, de 9 etnias distintas, además de otros poblados. En el lugar se construirían tres pantanos artificiales, varios canales y cinco represas.
El descontento de la población de la zona, así como de organizaciones ambientalistas internacionales y del país, se expresó por años, tratando de evitar el desplazamiento de cerca de 30 mil personas que habitan en los sectores inundables, el perjuicio de la economía local por la alteración de los cursos de agua, la inundación de cerca de 5 mil hectáreas de selva y poblados y la intervención de habitats indígenas.
Pero ninguna oposición ciudadana logró contrarrestar la resolución de la autoridad ambiental brasileña, y el empeño político en sacar adelante el proyecto. El ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, aseguró que el proyecto se construiría, y que la mayor parte de la inversión consistiría en la implementación de mitigaciones sociales y y naturales.
La envergadura de las obras, que supondrián instalar represas con las que se lograría producir más de 11 mil MW de potencia, tendría un gran impacto en el ecosistema de la zona y en la forma de vida de los poblados aledaños al río, según los detractores del proyecto. Debiera moverse una cantidad de tierra similar a la realización del Canal de Panamá y se sufriría un aumento descontrolado de la población inmigrante en busca de trabajo en las obras.
Entre esas y otras objeciones a Belo Monte, se encuentra el hecho de que la gran inversión podría no ser económicamente sostenible, ya que el río disminuye drásticamente su caudal en los meses de verano, por lo que la producción de energía sería mínima en esa época.