Isleños: tragedia desnuda la frágil conectividad en que vive Juan Fernández
Las dificultades revelan las carencias del aeródromo, que se vuelven críticas cuando hay que evacuar a pacientes graves.
(El Mercurio – 07/09/11)
Por Mauricio Silva
El pasado 8 de agosto, dos pacientes graves (uno con un trauma ocular y otro con fractura de columna) fueron transportados por seis horas a lomo de mula hasta el aeródromo de Juan Fernández, porque el mal tiempo hacía imposible el viaje en bote de una hora y media desde el pueblo. Tras recorrer los 17 km al terminal, tuvieron que esperar allí dos días a que mejoraran las condiciones y ser evacuados hasta el hospital de Valparaíso.
El episodio lo relata la directora de la posta de Juan Bautista, Mónica Quevedo, para mostrar el punto crítico al que llega la falta de infraestructura y la lejanía de la isla, a 670 km del continente.
“Requerían atención urgente, pero tuvimos que improvisar para mantenerlos en el aeródromo, que no tiene agua potable ni equipamiento médico de emergencia para enfrentar, por ejemplo, una crisis cardíaca”, afirma.
Ambos pacientes alcanzaron a ser atendidos a tiempo, pero hace algunos años un hecho similar tuvo un desenlace fatal. “Esta tragedia es una pena, pero es la posibilidad de mostrar nuestras precariedades”, dice Quevedo.
El presidente del sindicato de Pescadores, Marcelo Rossi, coincide en que la falta de infraestructura de conectividad es una falencia grave, que esperan que esta tragedia contribuya a que sea resuelta. “Son ésas las condiciones que produjeron el accidente. Carecemos de condiciones básicas, como un aeropuerto que sí cuente con una torre de control e iluminación”, dijo.
Regularmente operan allí las aerolíneas ATA y LASA -con aviones livianos de 7 u 8 pasajeros-, pero esta última no lo hace desde hace un tiempo.
Para los pasajeros, los percances con las turbulencias son frecuentes. “Lo había escuchado para otras personas, pero lo sufrí personalmente al regresar en un vuelo comercial en septiembre de 2009: el avión se movía como pájaro herido y parecía que iba hacia donde no debía. Ahora, si no hay barco disponible, no viajo”, dice Hortensia López (59), dependiente de una hostería.
Patricia León, una ex funcionaria de la aerolínea LASA, se queja de que la estación meteorológica esté en el pueblo y no en el aeródromo, y que se ve escasamente al encargado de la DGAC en ese lugar.
La profesora de inglés Romina Aguirre (22) relata que cuando estudiaba en Valparaíso sufrió la suspensión de vuelos por mal tiempo. Cada vez que podía, recurría al servicio gratuito que la FACh ofrecía a los estudiantes isleños. “Sabíamos, por los mismos funcionarios, que no contaban con combustible de regreso. Pero las ganas de ver a la familia nos hacía obviarlo”, explica.
El piloto Ricardo Shafer, quien fue el primero en realizar un aterrizaje de emergencia antes de que el CASA 212 cayera al mar, ratifica que una pista en una zona apartada como ésta no cuenta con controlador ni con información meteorológica generada en terreno. “Más que la situación de mi aterrizaje, creo que hay que ver la situación general que afecta a la isla”, dijo.
Él resolvió volar ese día porque el Centro de Análisis de la Dirección de Meteorología en el continente reportó buen tiempo, pero estaba consciente de que esas condiciones en la isla cambian de un momento a otro, por lo que llevaba combustible para regresar en caso de ser necesario.
Alcalde espera que la tragedia no afecte más al golpeado turismo del archipiélago
“Yo creo que después de tantas malas alguna buena tendrá que venir”, comenta el alcalde de Juan Fernández, Leopoldo González, quien espera que el turismo del archipiélago -que cayó un 90% tras el maremoto- no sufra un nuevo retroceso a raíz de la tragedia aérea del viernes pasado.
“Efectivamente creo que podría afectar el turismo, pero también hay que dejar en claro que las líneas aéreas privadas que vienen a la isla, hace más de 40 años que no tienen accidentes de este tipo. Son líneas aéreas seguras”, destaca.
En octubre comienza la temporada de pesca de la langosta en la isla, lo que genera una recuperación de la actividad económica, y además incide en el turismo, que en esa fecha inicia su temporada alta.
En Lassa, una de las empresas que tienen vuelos comerciales a la zona, quieren reanudar sus viajes a fines de septiembre o principios de octubre, para coincidir con la temporada de langosta. La encargada de ventas Jacqueline Bassaber asegura que, contrario a lo esperado, el interés por comprar pasajes ha aumentado y ya tiene reservas para octubre, noviembre, diciembre y enero.
“Antes del accidente, en un día recibía 10 consultas aproximadamente. Hoy (ayer) me han llegado más de 25, preguntándome cuánto sale el pasaje, y en qué fecha pueden ir”, cuenta, y agrega que algunos preguntan qué aviones tienen, y si hay seguros.
Paola Berríos, gerente de sucursal de ATA, explica que tienen tres vuelos en espera a que se autoricen los viajes a la isla, dos ellos de turistas. Asegura que hasta ahora ningún pasajero ha cancelado.
“Para el tsunami bajó (la actividad), porque la isla no estaba en condiciones de recibir turistas. Ahora yo creo que los viajes van a seguir con su regularidad. Siempre hemos tenido mucha demanda en la temporada alta. No creo que baje por esta situación, y espero que no, por el bien de los isleños también, porque están con la reconstrucción y para ellos son súper importantes los turistas”.