Perdidos en el cerro Santa Lucía
La obra teatral Susurrus transcurre al aire libre en el cerro Santa Lucía. El texto, en que se entrelazan voces de actores como Tamara Acosta y Coca Guazzini, es escuchado por el espectador a través de un iPod y audífonos que son entregados al inicio del recorrido. Aquí una crónica de esta inusual experiencia urbana que culmina literalmente en la punta del cerro.
(La Tercera – 26/09/11)
Por Rodrigo Miranda
NO ES teatro tradicional. No hay actores ni escenario tampoco butacas. Los propios santiaguinos, específicamente los visitantes del cerro Santa Lucía, son los protagonistas de la trama creada por el dramaturgo escocés David Leddy.
El montaje se llama Susurrus y es una mezcla de radioteatro, concierto de música clásica, clases de botánica, taxidermia y ornitología y un paseo por el Santa Lucía. Se debe transitar por ocho estaciones emplazadas en pleno cerro y dejarse guiar a través de un iPod y audífonos que se entregan al inicio del recorrido a cambio del respectivo carnet de identidad. La obra ocurre dentro de la cabeza de cada espectador. Durante 70 minutos los visitantes escuchan sonidos y palabras que dialogan a la perfección con el espacio. Es como una especie de road-movie, que se va haciendo al andar, y con un final redondo.
Cuatro inspirados narradores cuentan al oído del espectador una trama sobre un secreto familiar demoledor. Los relatos son aparentemente dispersos, pero al sumarlos todos resultan perturbadores. De hecho, se recomienda que asistan mayores de 16 años. Adelantar más detalles del texto resultaría una pobre descripción de lo que se experimenta.
La historia es laberíntica, como el recorrido en el cerro indicado por letreros verdes con una señalética especialmente creada para el montaje. Al final, la experiencia resulta inolvidable. Qué placer es revisitar y reencontrase con un espacio clásico de Santiago como el cerro Santa Lucía. Así, contemplamos un lugar que creemos conocer desde siempre, pero que de un momento a otro miramos de otra forma. Susurrus está concebida desde el poder de la evocación, desde el prisma de los recuerdos infantiles y familiares, y ahí es donde triunfa. Las voces que se escuchan reflexionan sobre el pasado, las relaciones padre-hijo y los secretos de familia. En el camino, es inevitable rememorar la propia experiencia, aquellos paseos familiares dominicales por lugares como el Santa Lucía, el cerro San Cristóbal, el Parque Forestal, los antiguos cines del centro o el Café Paula, donde nuestros padres y abuelos nos llevaban a tomar helado. Ahí se ponen en juego las emociones del espectador y sus recuerdos. Entre medio, los sonidos de pájaros y hojas de los árboles al viento, reales y pregrabados en el iPod, se convierten en el mejor fondo auditivo para una historia que se construye paso a paso.
De la Fuente Neptuno transitamos, escaleras arriba, hacia la Terraza Caupolicán, el jardín circular del Castillo Hidalgo y la ermita de Benjamín Vicuña Mackenna, donde se observan envidiables vistas de la ciudad. En paralelo, las voces trasladan a otro tiempo y lugar, y le dan al cerro Santa Lucía una dimensión nostálgica y de refugio natural en medio de la urbe que no resulta evidente en el día a día.
Se trata de una obra simple, ingeniosa, barata y factible de hacer. Con muy pocos elementos, nos acerca a nuestras propias emociones y conflictos. Bastan cuatro voces grabadas en un iPod, audífonos y un texto escrito desde el dolor del recuerdo. El ejercicio de evocar la infancia y desenterrar verdades familiares corre por cuenta del espectador.
La obra está inspirada en la ópera Sueño de una noche de verano, de Benjamin Britten, con un texto que cita imágenes del clásico de Shakespeare. La puesta en escena fue concebida para transcurrir en diferentes parques del mundo, en los que el texto interactúa y se completa con el entorno. El autor visitó Latinoamérica buscando escenarios naturales donde montar la obra y eligió dos: el Parque Ibirapuera, en Sao Paulo, y el cerro Santa Lucía.
Las voces que se escuchan en los audífonos corresponden a los actores Tamara Acosta, Coca Guazzini, Pablo Schwarz y Tito Bustamante. La traducción y dirección en Chile está a cargo de Constanza Brieba. Advertencia: esta es una obra para caminar y hay que ejercitar las piernas en todo el trayecto hacia la cima del cerro. Otro dato útil. Las entradas -$ 3.000 y $ 2.000- se compran en el Centro Cultural GAM (Alameda 227), a un par de cuadras del Santa Lucía. No se venden en el mismo cerro.