Automóviles en Santiago como un cuento de Cortázar
Por Diego Ábalos
Durante un viaje en automóvil por la mañana, atascado en plena Costanera Norte, se me viene a la cabeza ese espectacular cuento de Cortázar; La Autopista del Sur. Aquella ficción que relata las vivencias de un grupo de personas atascados en un monumental taco, donde se desarrollan relaciones personales entre los automovilistas y la casi normalidad con que se toman el hecho de que los días pasan y la situación de detención se mantiene.
Santiago esta entre las 7 ciudades más pobladas de Latinoamérica y su crecimiento parece no detenerse. Más aún ahora que ha sido aprobada la modificación del Plan Regulador Metropolitano de Santiago (PRMS), dando pie a la continua expansión de la Capital.
Por otro lado, según el INE, durante el 2010 el aumento del parque automotriz en el país fue de 7,54% (equivalente a unos 3.299.446 vehículos), el doble del año anterior. En un país centralizado como éste, más del 40% de los vehículos que ingresaron fueron a dar a la Región Metropolitana.
Es que parece que tenemos un afán de copiar las malas prácticas, como lo es la cultura del automóvil de EEUU. Estamos haciéndonos cada vez más cómodos y acostumbrándonos a llegar en nuestros vehículos a todas partes, sin pensar en un bien mayor. La situación económica de Chile tampoco ayuda. Cada vez vemos como es más fácil para el Chileno medio adquirir un auto en cómodas cuotas de por vida, re pactadas incluso para ser pagadas después de muertos.
No se debe entender mal. Mi intención no es que la clase media no pueda acceder a un automóvil, lo que quiero decir es que Santiago está sobresaturada con vehículos. Su capacidad está casi al límite, y no existe ninguna intención de hacer algo al respecto.
Pero, ¿Cuál es el camino a seguir? ¿Debemos seguir el modelo Chino y subirnos todos a bicicletas y motos de baja cilindrada? La respuesta creo que parece ser casi obvia.
Como nación en “puertas del desarrollo” como decimos serlo, el bien común debe primar por sobre el beneficio personal. Si los embotellamientos generan una ciudad estresada, enferma y contaminada, esto tiene que solucionarse con extrema urgencia.
¿Soluciones? Un transporte público de calidad, digno, eficiente y con la capacidad de transportar a una masa crítica que el actual Transantiago no posee.
La ciudad de Santiago no está preparada para la cantidad de automóviles que día a día llenan sus calles. Es cosa de ver como las autopistas urbanas colapsan en horas punta y la solución, lejos de estar en la construcción de más autopistas debiera ir por el incentivo en dejar el auto en casa.
Un ejemplo, que es muy poco popular pero eficiente, es tarifar la entrada a ciertas zonas de la capital que generan mucha congestión. Santiago Centro y “Sanhattan” pudieran ser algunas de ellas. En Londres se incorporó este sistema en 2003, y a pesar de las críticas de muchos, el sistema ha funcionado correctamente; descongestionando el centro, disminuyendo la contaminación ambiental y acústica y brindando a ese sector de la ciudad un valor agregado que no tenía hace 8 años, ya que lo que la ciudad cobra en tarifas, se reinvierte en ella misma. En definitiva, se ha mejorado la calidad de vida de muchos a costa de la “molestia” de unos pocos. ¿No es eso lo que busca una sociedad justa?
No deja de impresionarme cuando veo en televisión a los ahora famosos “hermanos economistas”, dando claves a los televidentes de cómo cuidar sus ahorros y exigiendo por el bien del país que se elimine el impuesto a los combustibles. ¿Sería esto un aporte en Santiago? Las cosas no deben mirarse a la ligera, muchas medidas son contraproducentes y a pesar de dar beneficios a corto plazo, afecta a la calidad de vida de todos los Santiaguinos.
No olvidemos que para vivir en sociedad y construir una ciudad mejor, debemos sacrificar algo. No vaya a ser que nos acostumbremos a los tacos a tal punto que terminemos viviendo en uno, tal como ocurre en el cuento de Cortázar.
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