La remodelación del Goethe Institut: un edificio luminoso y abierto a la calle
El nuevo recinto de calle Esmeralda se abrirá en 2014, pero mantendrá intacta su fachada.
por B. Blanco y D. Zambra (La Tercera)
Hace un mes, el Goethe Institut abandonó temporalmente su tradicional sede y se mudó a un edificio de oficinas de calle Holanda. ¿La razón? Una profunda remodelación del inmueble de calle Esmeralda 650 que estará habilitado a fines del 2014.
“Necesitábamos mejorar las instalaciones, que quedaron levemente dañadas tras el terremoto. El Goethe Institut tiene su foco puesto en el desarrollo urbano y la sustentabilidad y queremos que nuestra propia casa sea un lugar ideal para desarrollar estas ideas”, explica Volker Redder, director de la institución.
La principal novedad es que el antiguo edificio de tres pisos se abrirá a la calle Esmeralda, tal como lo hizo el Centro GAM en Alameda. Si bien la fachada no se modificará, ya que se encuentra en un barrio que es Zona de Conservación Histórica, sí se demolerán los muros que unen la entrada con el patio.
“El auditórium se derribará y se construirá un espacio abierto con un café, que podrá ser visitado por cualquier persona, independiente si asiste al Goethe por alguna actividad cultural. Este espacio abierto se podrá ver desde la entrada del edificio”, explica Mario Rojas, uno de los arquitectos a cargo de la remodelación.
De esta forma, el Goethe se sumará al circuito que se está generando en calle Esmeralda, que se ha reconvertido en un polo cultural y de diseñadores independientes.
Otra de las novedades que tendrá el nuevo edificio es que en el techo del hall de entrada se ubicará un espejo gigante, cuyas medidas aún no se definen, donde se reflejará el sector oriente de la ciudad.
Las oficinas se mantendrán, pero las salas y las bibliotecas serán ampliadas, ya que se construirán pisos superiores donde antes estaba el auditórium, que será reemplazado por una nueva sala.
Edificio verde
Además, el inmueble será sustentable: tendrá paneles solares para generar energía eléctrica, material envolvente para mantener el calor en invierno y techos cristalizados para permitir la entrada de la luz solar a las instalaciones del lugar. “Se remodelará manteniendo las normas arquitectónicas vigentes en Chile y Alemania”, reconoce Redder.
La remodelación está cargo de FAR, oficina de arquitectos compuesta por dos profesionales alemanes, uno de ellos con ascendencia chilena, que ganó la licitación pública que se hizo en Europa en 2009.
“El código genético del Goethe Institut en el mundo son los eventos culturales, la biblioteca con literatura alemana y las clases de idioma alemán. En este momento esos ejes están en la casona, pero las mejoras buscan que sean más accesibles al público”, reconoce Marc Frohn, el otro arquitecto a cargo. “El instituto es un lugar público en la ciudad y hasta hace poco eso no era tan así y esperamos que los próximos años sí cumpla esa función”, finaliza.
Luces en el apagón
Hace 30 años, el país vivía el llamado apagón cultural y los espacios dedicados al arte se contaban con los dedos. Uno de los pocos lugares que logró encender las primeras luces dentro de este “apagón” fue el Goethe Institut, institución pública alemana destinada a difundir la cultura y la lengua de ese país en el mundo.
Tenía su sede en una vieja casona de calle Esmeralda, donde su auditórium funcionaba sobre la antigua piscina de la casa. Ahí se instaló en 1963 luego de funcionar en el barrio París-Londres. Más adelante, en los años 80 fue, junto al Instituto Chileno Francés, uno de los pocos espacios que ofrecían una cartelera estable con teatro, danza, exposiciones y películas.
De hecho, el Goethe Institut hizo las gestiones para que la bailarina Pina Bausch se presentara en el Teatro Municipal en 1980. En esa oportunidad exhibió su obra Café Müller, que pondría de moda el género danza-teatro en el mundo. Otro de los hitos del Goethe Institut.