Obsolescencia Programada, ¿cómo llevar los efectos de este concepto a la ciudad?
Después de ver un documental en una web que trata temas de la duración de ciertos productos en el mercado, la relación con la sustentabilidad y medio ambiente, quedé pensativo respecto a los efectos que tiene el concepto de Obsolescencia Programada en otros aspectos de la vida, entre ellos, la ciudad. Tenía ciertas percepciones al respecto y claro, no somos expertos en temas tecnológicos, pero si sabemos reconocer ciertos parámetros que hacen la diferencia entre un producto y otro. ¿Cómo podemos llevar los efectos de este concepto a la ciudad?
El documental que mencionaba, trata sobre la participación del mercado como modelo de negocios para establecer una duración a un producto –en este caso tecnológico– disponible en la venta, dejando en manifiesto que esa línea de producción puede variar de acuerdo a las necesidades de la sociedad de cada época. Esto quiere decir que eventualmente, y se deja claro en aquello, existen productos con una duración no establecida, de calidad permanente y que solo responden a temas funcionales. Por ejemplo, es el caso de una bombilla que ha estado prendida más de 100 años, contrariamente a las 1000 horas que prometen las actuales ampolletas.
Pero ¿Que tiene lo anterior de interesante? A decir verdad, mucho. La Obsolescencia Programada ha marcado extraoficialmente el proceso en como las sociedades funcionan, como un modelo económico establece las características para que políticamente se manejen ciertos aspectos fundamentales en el estilo de vida de los habitantes de cada ciudad. Es distinto vivir en Hualañe (Provincia de Curico, VII Región del Maule, Chile) que en New York, EE.UU.
La Obsolescencia Programada ha mermado cualitativamente el funcionamiento de las ciudades, sociedades que privilegian lo nuevo antes de lo verdaderamente funcional. Antiguamente el recambio de los productos nació en aquellos tecnológicos, programados a propósito para fallar y obligar a la gente a cambiarlo por uno nuevo, antes de repararlo, ya que salía mas barato y simple adquirir uno nuevo antes que llevarlo al servicio técnico –si existiesen–. El cambiar un producto no por estar defectuoso, sino que por adquirir el actual, el que se encuentra de moda es lo que actualmente ha caracterizado a las sociedades, a las ciudades. ¿Se imaginan una ciudad sin Centros Comerciales? No seria necesario diseñarlas, ni construirlas.
He aquí donde surge el Marketing, la Publicidad, el Diseño y por que no la Arquitectura. Sin este concepto, diseñar ciudades que contengan zonificaciones especiales en sus Planes Reguladores que determinen comercio, seria innecesario, la gente no tendría empíricamente internalizado el hábito de recambio o renovación. No seria necesario, y los procesos comerciales serian más paulatinos. La industria no determinaría su finalidad en intentar convencer a la población, sino que simplemente en ofrecer un producto que sirva.
Este concepto es muy amplio y dejo el debate expuesto, ya que se puede internalizar en cualquier ámbito y creo que el más perjudicado es el Medio Ambiente. El diseñar productos para aumentar su producción de acuerdo a un deterioro más rápido solo aumenta las huellas de carbono de todos los procesos, la chatarra que se sigue enviando a regiones del tercer mundo, entre otras desventajas. Seguimos aprovechándonos del más débil y sin saber aprovechar los recursos eficientemente. ¿Pero a la economía mundial le conviene transformar estas costumbres? ¿A la industria le favorece optar por la sustentabilidad?
Opine, debata, infórmese.