El pasado, el presente y el futuro del futuro: la representatividad política reflejada en la ciudad
Solo me puse a escribir esta columna para ver que ideas salen de mi subconsciente, intentando plasmar en un escrito alguna idea que refleje los contenidos de esta plataforma y sinceramente lo primero que se me vino a la cabeza es el descontento que la sociedad tiene con la clase política. No soy una persona muy exigente, así que me quedé con esa primera idea. No quise involucrarme más, y solo quise profundizar una opinión y un tema desde un punto de vista más amplio, desde la mirada que tengo como arquitecto, como un profesional idealista, un poco más tecnócrata, casi utópico para algunas cuestiones.
Según la RAE, la representatividad es: 1. f. Cualidad de representativo, representativo, va. 1. adj. Que sirve para representar algo. 2. adj. Que representa con justos títulos. Presidirá el acto una figura representativa de las letras. 3. adj. Dicho de una cualidad: característica.
La definición es bastante amplia, pero también lo son cargos políticos que hacen que el poder ejecutivo, legislativo y judicial funcione actualmente.
¿Pero a qué viene todo lo anterior?, responde a un descontento de la sociedad, y no quiero ser populista ni nada por el estilo (solo reflejar mi opinión personal).
Actualmente el modelo gubernamental es tan, pero tan lento que, por ejemplo, la actual modificación al PRMS 100 (solo por dar un ejemplo) aprobada ya hace bastantes meses atrás, aun sigue en proceso de revisión, y lo peor de todo es que solo -se supone- se publicará en el diario oficial a fines de este año. Un ejemplo ejemplo, son los casos expuestos sobre la Política Habitacional en nuestro país en artículos anteriores.
Pero no todo es malo, no criticaremos la forma en que se hacen las cosas porque simplemente soy un ciudadano que aprovecha esta vitrina para manifestar un cierto descontento colectivo, que ya no solo tiene que ver con la gratuidad y calidad de la educación, sino mas bien con cambios radicales en una constitución que refleja la contemporaneidad de los tiempos en los que vivimos.
Aboquémonos entonces a la ciudad. ¿Cómo podemos mejorar las gestiones que realizamos (me incluyo) para hacer ciudad? Una pregunta típica de algún Workshop o Bienal de Arquitectura. Y lo pregunto porque me imagino, que si cuando un grupo de encapuchados se infiltra en una marcha, comienzan a tirar piedras a carabineros, luego la señalética y los semáforos se ven amenazados, terminando como objetos contundentes que sirven para seguir destrozando la ciudad, barricadas, vías cortadas, etc; en definitiva el normal funcionamiento de una ciudad –no sociedad– se interrumpe.
Entonces retomo la pregunta anterior ¿Pero a qué viene todo lo anterior? Poderes del estado que se ven sobrepasados en todos sus ámbitos y contextos, falta de representatividad que se refleja en un descontento generalizado, marchas, protestas, desmanes y toda forma de manifestar la evolución de una sociedad en una ciudad que le pertenece a todos, incluso a los que no evolucionan.
Creo que es aquí donde se produce el punto de inflexión (el de intransigencia, palabra tan de moda en estos momentos). La ciudad es de todos, le pertenece a todos: a los indignados, a los representados y a los que no. Pero no hay nadie que se haga cargo de este tipo de problemática. Actualmente llevamos 38 marchas, miles y miles de personas protestando por el actual modelo de sociedad , 5 meses, reducidos finalmente a peleas menores por Twitter, sin nada concreto.
¿Qué sacamos en limpio de este problema? Y la respuesta pareciera ser que nada. La resignación y el agotamiento comienza a ser nuevamente la representatividad política y social que cargamos todos los días al hombro y que debemos complementar con nuestras familias, trabajo, hobbies, etc.
La ciudad es de todos, de los buenos y de los malos, de los blancos y de los negros (incluso de los azules), de los de derecha y de los de izquierda, de los apolíticos y de los ateos, de todos. El que una sociedad proteste de esa manera debe ser por que algo se está haciendo mal ¿o no? No tengo esa respuesta y creo que nadie la tiene, la clase política no hace nada para cambiar este modelo de ciudad, a ciertos sectores no les conviene que esto cambie. Sí, estamos mal. No es posible que en pleno siglo XXI se siga manipulando todo para el beneficio propio, para delegar funciones, para el “mañana lo hago”. Pero debemos comenzar por algo, y podríamos comenzar por respetar la ciudad, por respetarnos a nosotros mismos, por evitar segregaciones en todo ámbito.
Ciertamente las ciudades son las mayores perjudicadas, son el envoltorio de cada sociedad, y es en el envase donde se imprime la fecha de vencimiento. La representatividad política tiene una fecha de vencimiento muy cercana, no podemos ser gobernados, dirigidos, ni representados por personas anacrónicas. Esto debe cambiar.
En el momento en que esto cambie, se reflejara, primero que todo, en un cambio de la imagen país, de la imagen sociedad y de la imagen ciudad (imagen interna, no lo que exportamos). Cuando eso pase, la sociedad verá el nacimiento de su evolución. Tenemos tantas cosas por atender que están a la vuelta de la esquina y que nadie sabe que vienen.
El otro día vi la charla de un argentino que pronosticaba el futuro del futuro. Claro está que nosotros actualmente estamos viviendo el pasado del futuro. Apenas se solucionen estos conflictos sociales, estaremos presentes en el futuro. Una analogía muy simple, pero que es verdad, cuando cambiemos los viejos modelos de sociedad, nuestras ciudades también podrán evolucionar.
Bueno, y de nuevo la pregunta ¿Pero a qué viene todo lo anterior? A continuación están los espacios disponibles para sus comentarios.