La “escucha” de la demanda y la participación de la comunidad
Escrito por Jorge Mario Jáurequi, Arquitecto de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina y Arquitecto Urbanista de la Universidad Federal de Rio de Janeiro. Autor del programa Favela Barrio de Río de Janeiro
Para el psicoanálisis, el deseo es aquello que comanda el proceso creativo y, la demanda, es el camino de acceso al deseo. El deseo es lo que está más allá de la demanda.
Las demandas no son para ser respondidas literalmente, sino para ser procesadas; en nuestro caso, interpretadas desde nuestra disciplina con consistencia espacial y formal.
El deseo es lo que está en la base del proceso creativo, y debe ser puesto en juego.
Si uno responde a lo que se pide, se obtura la posibilidad de que algo circule. Si me piden una cosa y yo les doy eso mismo, se terminó. No hay más deseo en acción. La cuestión es que en esa relación cliente-arquitecto pueda haber una función didáctica donde el otro entienda también lo que puede tener derecho a desear. Y como el deseo nunca se satisface, hay una parte utópica que queda como promotor de desarrollo social, como generador de potencia comunitaria en el caso de una favela, por ejemplo. De un “a más”.
Se trata de una transferencia de la singularidad del arquitecto creador de espacio, para la subjetividad colectiva. El objeto arquitectónico o urbanístico debe adquirir su propia consistencia de enunciador subjetivo, ayudando a reorientar el devenir urbano.
En el caso específico de las favelas, esta fase consiste en un diálogo buscando identificar las demandas latentes y relacionarlas con las manifestadas por los habitantes del área de intervención y sus alrededores, a través de visitas, reuniones y audiencias públicas. El “escuchar”, en este contexto, implica el uso del método Freudiano de la asociación libre y la atención flotante.
Esta etapa es muy importante pues no se trata solamente de responder directamente a lo que se pide, sino de interpretarlo articulando la lógica inherente del lugar, con los intereses de la ciudad.
A través de todo el proceso (desde el diseño hasta la ejecución de la obra) la interacción con la comunidad no solo crece sino que se amplia.
Primero, la participación se caracteriza como la interlocución que permite definir el programa. En segundo lugar, con el desarrollo del proyecto, la participación de los residentes llega a ser más específica, al punto de tener la comunidad como consultora para la elaboración de los trabajos. Durante la construcción de la obra, mínimamente el 40% de la mano de obra contratada es parte de la comunidad (la empresa constructora tiene la obligación de que así sea). Finalmente, los miembros de la comunidad integran el equipo de POUSO (Puesto de Orientación Urbanístico y Social), que es una estructura pequeña que el municipio incluye en la comunidad, con la intención de supervisar los resultados de la intervención, y como soporte para las adaptaciones futuras.
Esta estructura (POUSO) se establece en la comunidad con un arquitecto, un ingeniero y un asistente social que coordinan el trabajo de educación ambiental.
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