Infraestructuras de transporte como oportunidades de uso y contenido social
Por Carolina Katz Gaudlitz. Arquitecto y profesora UC. Master en Ingenería Ecole Nationale des Ponts et Chausées, París.
En la vida hay dos modos de ver las cosas, o vemos el vaso medio lleno o lo vemos medio vacío. Siempre me ha gustado aplicar esta doble capacidad de ver las cosas a la ciudad y pensar que todo aquello que hoy son grandes problemas urbanos son oportunidades para solucionar otros.
La evolución histórica de la ciudad y las intervenciones urbanas poco afortunadas, han generado trozos de ciudad “problema”: áreas obsoletas, sitios eriazos, infraestructuras de transporte en uso o desuso, entre otros, que rompen el tejido urbano y deterioran las áreas circundantes, en medio de la ciudad.
Hace ya varios años, Ignasi Sola-Morales acuño el concepto de “terrain vague” refiriéndose precisamente a este tipo de territorios, entiendo “terrain como una porción de tierra en estado potencialmente explotable” por su posición en la ciudad, y “vagues como vacíos, desocupados pero al mismo tiempo libres, disponibles, sin compromiso alguno y sobretodo indeterminados, imprecisos, inciertos”. Estas áreas, que por diversas razones han quedado inhabitadas dentro del territorio de la ciudad, generan importantes problemas urbanos y sociales pues son en palabras de Solá-Morales, “inseguras, improductivas, ajenas al sistema urbano, son mentalmente exteriores a la ciudad” pero nos advierte, “al mismo tiempo son parte de su físico, su imagen negativa constituye una crítica y una posibilidad” . Es decir, al igual que vemos el vaso a medio llenar, pueden verse como un problema o una oportunidad.
Santiago, como toda gran ciudad, acumula un sinnúmero de estos “terrains vagues” que generan en los barrios donde están ubicados importantes problemas que deben ser solucionados, lo interesante es ver en ellos, tal como lo propone Solá-Morales, no son sólo la oportunidad de un sitio vacío sino también el valor de su estado de ruina e improductividad y por ende el valor de su historia. Esto es especialmente importante cuando vemos que los principales problemas sociales que estas áreas generan en la ciudad, son precisamente de indefinición y de desarraigo. Un barrio y su gente necesitan sentirse comunidad para cuidarse y salir adelante y para ello necesitan, entre otras cosas, tener un pasado en común, una historia que contar.
Entre estos “terrains vagues” abundan los que son producto de infraestructuras de transporte en uso o desuso tales como pasos sobre nivel, viaductos de carreteras , trenes o metro y nudos viales que generan división en el tejido urbano, lugares inseguros bajo ellos y en sus alrededores y espacios muertos en plena ciudad. Me parecen por su escala, a diferencia de los grandes paños industriales obsoletos, más fácil de abordar localmente y por ende más factibles económica y socialmente. Es decir una oportunidad más cercana.
Es un hecho que gran parte de estas infraestructuras se encuentra en barrios deprimidos, con importantes falta de equipamiento de toda índole y problemas sociales importantes. Son áreas vacías de uso y contenido donde reina la inseguridad pero también la falta de carácter e identidad. Es precisamente en este punto donde está la doble oportunidad urbana: darle utilidad y sentido a estos espacios para las comunidades aledañas. Para esto habrá que hacer un catastro de las necesidades de la población, que de seguro son muchas, y ver cuáles de ellas pueden aprovechar este sitio “gratis” techado bajo las infraestructuras o aquellos espacios residuales a sus costados. El valor de uso podrá ser espacios deportivos, comercio permanente o temporal como ferias, equipamiento vecinal, espectáculos culturales y todo lo que la infinita necesidad e imaginación de los habitantes pueda concretar, y el valor de contenido, el más importante para asegurar el uso y cuidado de los espacios, la capacidad de lograr la apropiación de estas áreas por parte de la comunidad.
Solá-Morales nos presenta los “terrains vagues” como espacios libres, es decir espacios que nos permiten imaginar más allá de los convencionales diseños urbanos tradicionales para el espacio público. Son por ende, lugares propicios para acoger la innovación popular, para implantar aquello que no está ni es como en todas partes. En este sentido, los diseñadores deberán ser muy cuidadosos al recoger las ideas de los habitantes y más que elaborar un proyecto terminado en una oficina, tendrán la difícil tarea de plasmar en arquitectura, las buenas ideas de otros. Si queremos, tal como plantea Sola- Morales, mantener el valor de la condición de libertad con la cual los habitantes ven los “terrains vagues”, el resultado del proceso de participación ciudadana deberá ser más innovar que nunca y apuntar a incorporar el imaginario de todos los grupos de la población en un espacio de encuentro ahora seguro pero para todos.
Sin ir más lejos, varias de las iniciativas exitosas de ocupación de estos terrenos han sido espontáneas. Nuestra misión como arquitectos será entonces, buscar mantener la espontaneidad ciudadana cuando abordemos la intervención de estos espacios. Creo sólo así lograremos cargar nuestros “terrains vagues” no sólo de uso sino también de identidad y carácter, únicos valores capaces de cambiar realmente el futuro de una comunidad y su barrio.
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