Espacio Público y Gobernabilidad: Cuando la Anomia se convierte en Norma
Escrito por: Liuva Barberena. Arquitecta. Caracas. Profesional Independiente, sector Arquitectura y Planeamiento Urbano.
El Espacio Público se instaura desde los primeros esquemas de asentamiento humanos como uno de los ámbitos colectivos más idóneos para trabajar y evaluar el nacimiento, éxito o agonía de buena parte de las políticas y gestiones públicas, allí se fragua una valiosa interrelación con la gestión privada dirigida a fines públicos comunes, allí es posible tasar la eficiencia y competencia real de las administraciones precedentes y presentes para generar transformaciones de impacto en las ciudades que redunden en su valorización y en el aumento del nivel y calidad de vida de sus habitantes; allí se rubrica con hechos la voluntad de los gobiernos de honrar su responsabilidad histórica en la construcción de ciudadanía, ciudad y democracia, otorgando prioridad o ignorándose las necesidades primordiales y esperanzas de sus habitantes y de las urbes mismas.
Es posible tasar la efectividad y voluntad de la gestión pública de hacer ciudad a partir del funcionamiento eficaz y la accesibilidad a eficientes servicios públicos, es posible igualmente evaluarlo desde el acceso a políticas sociales integrales que deben ofrecer la totalidad de organismos públicos y dirigidas a impulsar el acceso a la a seguridad, educación, salud, empleos, vivienda pública de calidad, políticas sociales que se relacionan intrínsecamente a lo construido, a infraestructuras físicas; las mediciones de efectividad y calidad son posible además desde la auditoría transparente a la gestión pública que garantice el correcto desempeño de las mismas, desde la real capacidad de esos servicios y gestiones de favorecer y mejorar la calidad de vida de la población, desde la obligación de educación diaria a la población que estos organismos deben efectuar como parte de sus estrategias estimulándola a justipreciar el uso moderado y eficiente de los recursos y servicios que se le entregan., la educación pública relacionada a los valores, derechos y deberes intrínsecos de una buena ciudadanía en el uso de los recursos y los espacios públicos, desde un funcionamiento firme y comprometido de parte de los organismos judiciales y policiales encargados de garantizar el cumplimiento de la ley, la seguridad y el derecho a la vida.
Reconocemos en el espacio público un entramado de gestiones, redes y servicios que coexisten interconectados en una relación estrecha entre los entes públicos y privados garantes de su administración, planificación, del cumplimiento de las legislaciones vigentes y su modificación en función de la evolución de las ciudades, de la ejecución de los planes y programas y la actividad diaria y compleja de estas redes con más o menos éxito en dependencia del esfuerzo con que trabajan sobre los compromisos y misión que deben desempeñar. Entre los diversos organismos e instituciones encargados de elaborar los estudios e instrumentos de planificación y gestión necesarios a la ciudad y a sus espacios coexisten Ministerios, Gobernaciones, Municipios, Universidades, planificadores, que deben funcionar interconectados entre sí y en estrecha sinergia con otras entidades públicas y privadas como Institutos de Transporte y Tránsito, con quienes se planifica y ejecutan los sistemas de movilidad vial y peatonal en función de garantizar la conectividad de la ciudad y accesibilidad general a los bienes y servicios de todos los ciudadanos; con empresas y entes encargados de dotación de energía, con compañías nacionales y/o privadas suplidoras de las más recientes redes incorporadas a la ciudad de acceso a la información – telefonía, banda ancha, Internet, Tv por cable, servicios que se han convertido en nuevos medidores de equidad e inclusión social al permitir el necesario acceso a la información y el mejoramiento de la calidad de vida; con encargados de redes de abastecimiento de agua, recolección y canalización de aguas servidas; con quienes efectúan la recolección, reciclado y bote de desechos, la limpieza de las calles, el aseo urbano en general, entre otros; cada uno de estos entes como unidad de prueba de las buenas o malas prácticas involucrados en una cada vez más compleja gobernabilidad.
Una gobernabilidad efectiva depende de estos nexos pero además y capitalmente de la inclusión y participación de la comunidad, la construcción de una ciudadanía fuerte, la incorporación de todos los sectores involucrados en el funcionamiento y uso de la ciudad. El modelo de gestión participativa es una de las premisas fundamentales para la construcción gestiones con proyectos y planes reales, con visión holística y vigorosa en sus resultados.
Es al mismo tiempo esencial la continuidad en el tiempo de los planes y proyectos, el encadenamiento de las gestiones garantizando la secuencia entre ellas y el máximo aprovechamiento de la experiencia y trabajo acumulados, perseguir el perfeccionamiento de las propuestas ya encaminadas y su enriquecimiento con las nuevas ideas y propuestas que plantean las necesidades de estos tiempos y espacios a nivel global.
En los últimos años se ha insistido en la mención de un estado general de comportamiento dentro de la sociedad venezolana en el que la norma y el cumplimiento de la ley que debe ser interpuesto y demandado desde el gobierno, sus instituciones y hacia la ciudadanía, ha mermado, sumado al detrimento en el esperado cumplimiento de la legislación y las normas sociales de parte de la población que redunde en un ambiente de civismo y respeto, de valoración de lo colectivo y lo público.
Caracas, “anomia e (in) gobernabilidad”
El término “Anomia” proviene del griego “anomos” o sin ley; introducido en la sociología por el sociólogo Émile Durkheim , “para designar un estado de la sociedad caracterizada por debilidad o ausencia de normas (nunca será total y absoluta), o falta de cumplimiento generalizado de las normas a pesar de la existencia de éstas”; el vocablo fue utilizado por el sociólogo venezolano Rigoberto Lanz en el año 2009 en su artículo “ANOMIA E (IN)GOBERNABILIDAD” y allí cita: “En Venezuela están presentes todas estas condiciones de una manera crónica y grave. Ausencia de normas, vacío normativo, falta de regulación; pero lo más importante y que contribuye enormemente al desastre que significa el caos social que estamos viviendo hoy es que aunque existan normas y leyes, el venezolano medio no se siente obligado a cumplirlas porque no existe un control por parte del Estado y esto hace que las autoridades no cumplan ni hagan cumplir las normas.”
Es un comportamiento aún vigente e implica la carencia o desmoronamiento de normas sociales que puedan orientar la actuación de los individuos y que trae consigo desorganización social, enajenación y anarquía; se figura como estado que condiciona en alguna medida el proceder y conductas erráticos de la sociedad y trae aparejado una especie de “muerte del espacio público” ante el abandono parcial del cumplimiento de la ley ya sea por “incapacidad o… renuncia” de los ciudadanos y de las autoridades.
La anomia puede ser detectada notoriamente en el espacio público, el trato y comportamiento ciudadano dentro del mismo, en su infraestructura física afectada de viejas y nacientes fragmentaciones, abandonado, in equipado, sucio, famélico de reformas y normativas y leyes que lo reconfiguren y regulen, ávido de que se cumplan en él las regulaciones vigentes, de la necesidad de revisión y reforma de las que ya posee, sediento de que se revierta la ineficiencia conque las administraciones y gestiones públicas han intervenido sobre él; puede ser leída y en el cómo los ciudadanos se comportan en el mismo evadiendo responsabilidades cívicas, incumpliendo normas de convivencia básicos, leyes de tránsito, ignorando los derechos del prójimo en beneficio propio, evadiendo la responsabilidad individual y colectiva sobre la forma en que se contamina el ambiente, en la extensión colectiva de la corrupción, la violencia y la inseguridad, en el caos en el transporte y circulación vehicular, en la agresividad de peatones y conductores. Allí se infringe la norma y somos testigos, víctimas y cómplices, del alto grado de impunidad en que permanecen los delitos en una colectividad que a intervalos e intensidades variables se mueve en medio de la transgresión. La anomia trae consigo además de caos, anarquía e inseguridad, el desmedro de los niveles reales de eficiencia y productividad de toda la nación.
La insuficiencia de la norma y de la ley, la ausencia de voluntad ciudadana para cumplirla o del gobierno en hacerla cumplir y que ellas regulen eficazmente nuestras conductas, se traducen en la apropiación individual o colectiva del espacio público en formas dificultosas; andar la ciudad como peatón, recorrerla como conductor, intentar disfrutarla como individuo o familias, como grupo o colectividad, se transfigura en una realidad diaria plagada de riesgos, cuotas de ansiedad, miedos, pérdida de tiempo y energías valiosas, todo ello sumado a la inseguridad coadyuva a la pésima respuesta que ofrecemos o nos es ofrecida en momentos de conflicto, peligro, el repliegue a individualismos y falta de interés por el otro o lo otro, por el espacio en el que nos movemos.
La ciudad de Caracas en medio de sus abundantes carencias, fragmentaciones y abandonos se nos ofrece a aún así en una añeja y resiliente dignidad, con una topografía, clima, faunas y flora extraordinarios, un paisaje urbano que se impone con cierto cansancio pero sin capitular a los atropellos y descuidos acumulados esperando con estoicismo su tiempo para florecer como un todo, con la participación de todos, no en fragmentos o trozos; nuestra ciudad sobrevive con decoro y honorabilidad gracias a la adhesión y trabajo de tantos que no dimiten, que la aman y trasiegan por su renacimiento y evolución.
Es en las evocadoras obras y buenas intervenciones urbanas que fueron posibles, en las insuficientes propuestas e intervenciones fragmentadas recientes, es en los sueños de sus habitantes, en los planes que esperan y aún le son viables donde es asequible divisar la Caracas potencial, la ciudad que anhelamos y por la que debemos trabajar; es en lo no formalizado, en lo largamente pretendido, en lo aún no investigado y en las experiencias modelos y referentes que transcurren en su espacio y como paradigmas en ciudades vecinas donde es posible detectar las indefiniciones, potencialidades y coyunturas de transformación que le aguardan a la ciudad como organismo en evolución.
Aún en medio de la anomia nacen y se imponen prácticas de orden, de apropiaciones individuales y colectivas positivas y tangibles, gestiones exitosas de ciertas entidades e instituciones, la acción de individualidades y grupos humanos, comunidades, organizaciones gubernamentales y no gubernamentales que realizan a diario trabajo y esfuerzo perseverante por redimir la normalidad y la ley. Estos sesgos de orden se traducen en aire fresco, en luz, ecuanimidad y optimismo cuando accedemos a ellos, siendo la referencia de lo que deseamos como estado natural para nuestra ciudad y su funcionamiento, para su unificación y su paz que redunde en la de todos los ciudadanos con durabilidad y certidumbre. Sobre estos remansos de orden, civismo, y buenas prácticas de gobernabilidad hablaremos en otra oportunidad.