Cuando San Carlos de Apoquindo se llamó Piedra Roja
[HiPPIES] En 1970 se realizó este festival de música. Por un error de la prensa fue bautizado como Piedra Roja, cuando el nombre real era Piedra Rajada. Ahí existía una roca, que en 2008 fue dinamitada para construir casas. Ahora, un documental recuerda la historia.
por Catalina May (La Tercera)
EN octubre de 1970, la Hacienda Apoquindo se perdía por los cerros desde la iglesia Los Dominicos hacia la cordillera. Sólo había litres y espinos. Hasta ahí llegaron los hippies santiaguinos de la época para asistir al festival de música Piedra Roja. Una gran piedra, conocida como Piedra Rajada -y que estaba donde hoy se cruza la calle Camino El Alba con Camino Piedra Roja-, marcó el lugar específico. Un error de prensa hizo que esa denominación cambiara a Piedra Roja.
La elección del área donde se llevó a cabo el mítico festival fue azarosa: el organizador, Jorge Gómez, entonces de 19 años, pololeaba con una sobrina de Jorge Rosselot, dueño del Hipódromo Chile y de la Hacienda Apoquindo. Un cheque en blanco de su madre y un permiso de la Municipalidad de Las Condes para organizar el recital gratuito fue todo lo que Gómez necesitó para que el tío de su polola lo autorizara a usar sus terrenos. Así lo recuerda Gómez en el documental Piedra Roja, que será exhibido el próximo jueves en la inauguración del Festival In-Edit Nescafé 2011.
Los terrenos son parte hoy de San Carlos de Apoquindo y entonces no eran más que colinas áridas, con algunos peumos y quillayes repartidos en el descampado. En los años 50, 900 hectáreas habían pasado a manos de un grupo de visionarios inversionistas, quienes se las habían comprado a los frailes dominicos.
Para ir al festival, los hippies -que se juntaban en el Coppelia de Providencia o en el Parque Forestal- tomaron micros o “hicieron dedo” hasta la iglesia Los Dominicos, proyectada por Joaquín Toesca en 1847.
Una vez ahí, se echaron a caminar. Un poco más arriba se encontraron con el portón de la hacienda y el portero les dijo que continuaran siguiendo el cable de 3.400 metros que llevaba electricidad al evento.
El documental cuenta cómo esos tres kilómetros cerro arriba hicieron que muchos se devolvieran antes de llegar. Aún así, 5.000 personas se las arreglaron para encontrar el lugar. “Era bello. Campo libre, sin esmog, buena vista de la ciudad y de la serranía”, recuerda el estadounidense Gary Fritz, uno de los organizadores del festival y director del documental.
Fritz vivía en Chile con su padre, misionero metodista y director del Santiago College de Providencia. “Tuvo una influencia grande en cómo se comportaron todos durante el festival. Era más fácil desinhibirse, sentirse libre junto a la naturaleza, pasar la noche juntos bajo las estrellas y sin la cara de la autoridad”, agrega.
La lejanía del lugar y la falta de urbanización tuvieron también una faz negativa. Según cuentan los testimonios que figuran en el documental, el único cable que llevaba electricidad cerro arriba, encaramado en los pequeños espinos a falta de postes, no dio abasto. Varios grupos tuvieron que tocar unplugged y los que pudieron conectarse, sonaron mal. Sólo uno de los tres días que duró el festival pudo escucharse bien la música. El resto del tiempo fueron guitarreos en los cerros, alrededor de las fogatas.
El arquitecto Carlos Cortés tenía entonces 20 años, y como un hippie influenciado por Woodstock y el movimiento Silo sintió que ir a Piedra Roja era un panorama obligado. “La organización fue pésima, sin ninguna comodidad ni servicio de ningún tipo. Tuvimos hambre, frío, no había baños ni sillas. Pero la pasamos bien. Actualmente, el lugar está irreconocible, no podría precisar dónde estaba la famosa Piedra Roja. Sólo el nombre de la calle me recuerda el evento”.
En los 70, Los Dominicos ya existía. Eran parcelas de unos 5.000 m2 con casas grandes, construcciones con distintos estilos de acuerdo a la arquitectura contemporánea. Hoy, contiguo a ese sector, se emplaza San Carlos de Apoquindo, urbanización con casas en terrenos más pequeños, que ya se acercan a la cota mil, la altura máxima en que se puede construir en Santiago.
“El monasterio de los Benedictinos separa los dos sectores. Y San Carlos se caracteriza también por la aparición de muchos colegios y de dos universidades: De los Andes y Del Desarrollo”, explica el arquitecto y urbanista Fernando Soler.
Este cambio sorprendió a Fritz cuando en 2010 vino a trabajar en el documental: “Me asombré al ver que ahora está todo poblado, con casas de un nivel económico alto. Es irónico, porque el hippismo estaba basado, en parte, en el rechazo del materialismo. Me contaron que la famosa Piedra Roja, o Piedra Rajada, existió hasta el 2009. La explotaron con dinamita y ahora en su lugar hay casas. Los pedazos fueron trasladados a un kilómetro para formar parte de una represa en la única reserva ecológica que queda en ese lugar”, asegura el director del documental.
El piensa que la famosa Piedra Roja tiene un reposo apropiado: “Guarda agua para las plantas en un lugar ecológico en medio de las casas, entonces se mantiene como símbolo del medioambiente, de la naturaleza, del campo libre”, remata Fritz.