Restaurantes capitalinos se suman a la tendencia de ilustrar muros
Vitacura, Bellavista, Lastarria y el barrio Italia fueron los primeros en dar este paso en materia de intervención urbana.
por Cristian Labarca La Tercera
Marcia y Boris son dueños de una pizzería de calle Condell a la que algo le faltaba. “La gente entraba al local y preguntaba si vendíamos sushi”, cuenta Marcia. A veces uno de sus clientes habituales daba coordenadas para llegar a ese restaurante y no hallaba mejor seña que decir que “está al lado del Puerto Perú, que son nuestros vecinos”.
Por eso, cuando Marcia conoció las ilustraciones de Pati Aguilera (31), supo que era exactamente lo que su negocio necesitaba. Así, desde el 28 de diciembre pasado, su pizzería, llamada Unico, pasó de ser un local de fachada continua típica del barrio Italia a un gran mural en el que Aguilera retrató lo que sucede al interior: los comensales beben, comen y se divierten mientras son atendidos.
“Tenemos una hermosa barra, sillones y una cocina a la vista. Quería que la gente viera eso desde afuera. Pati lo entendió y ahora no pasa un día sin que alguien se fotografíe en nuestra fachada”, agrega Marcia, satisfecha.
Habituales en Barcelona, Sao Paulo o Buenos Aires, hace sólo un par de años que algunos dueños de locales capitalinos han optado por las ilustraciones de jóvenes artistas, ávidos de intervenir este tipo de recintos. “Si de lunes a jueves abría sólo el primer salón, ahora el aumento de clientes me obliga a abrir ambos”, agrega Marcia.
La mujer asegura que los vecinos la han felicitado y que espera que su iniciativa sea contagiosa: “Y así convertirnos en un verdadero barrio ilustrado”, remata.
Muros como pizarras
Como una de las fundadoras de la galería especializada Plop!, Pati sabe de este nuevo gusto. Su pareja, Adolfo Holloway, aporta con una obra donde se retratan edificios emblemáticos de Santiago: un mural de unos 5 x 2 m para la fachada de Ciudad Letrada, la librería de calle Diagonal Paraguay 270.
A él se suman Patricio Romo, Tomás Ives, Antonia Reyes, Cristina Arancibia y la dupla Estanpintando: Trini Guzmán y Coni Larenas, autoras de murales en distintas comunas, desde uno en la Cárcel de Mujeres (San Joaquín) hasta otro para la exclusiva tienda Zapatera (Alonso de Córdova 3834), finalizado hace sólo semanas.
Otro que se entiende bien con las paredes es Patricio Romo, un grafitero de 33 años a quien el dueño del restaurante peruano Kinsa Maran Kiru, en la calle Serrano, encontró pintando en la calle. “Tras 16 horas de trabajo, logré lo que quería: elementos tradicionales peruanos y estética bien chilena: una mezcla de culturas”, dice Romo.
Por su parte, Cristina Arancibia (31) era asidua al bar Hookah Troopa, en Lastarria. “Me sentaba a tomar algo y dibujaba”, cuenta. Hasta que un día los dueños le propusieron que dejara el papel y se tomara las murallas: unos 4m2 de una habitación que ahora tiene categoría de VIP.
Tomás Ives (29) trabaja en sociedad con el arquitecto Alvaro Pineda. En 2011, el bar Casamar de Av. Padre Hurtado les encargó un tríptico y un techo colgante de serigrafías. Cinco meses después, el restaurante Pasta e Basta de Isidora Goyenechea siguió el ejemplo.
“Un mural llama al siguiente”, explica Antonia Reyes (27), ilustradora que asegura que no se propuso dedicarse a esto, pero hoy “se ha vuelto algo por lo que la gente me reconoce”.
Comenzó dibujando en tiendas como “Oh Yeah!”, de Vitacura, y la peluquería, Salón Berlín, del barrio Italia. Eso fue la antesala de lo que siguió haciendo en los restaurantes La Bifería y La Cevichería, de Pedro de Valdivia. Finalmente, ilustró dos locales de la librería Qué Leo.
“Juan Carlos Fau, el propietario, me pidió que rayara la librería con toda libertad”, recuerda. Entonces, se lo tomó en serio y tras varios días en la sucursal de Providencia, allí habitan hoy cuatro obras suyas. Luego vino la librería de Merced y está en proyecto la del Apumanque.
¿Cuánto cuesta?
Según la carga de trabajo y el tamaño de la obra, los murales oscilan entre los $ 300.000 y $ 900.000.
Patricio Romo es claro: “Cobro 13 mil el metro cuadrado, sin materiales”. Una fachada completa, como la de Pati Aguilera en Unico, creada digitalmente e impresa en un material que a través de calor se adhiere a la superficie, asciende a $ 500.000.
La curadora Isabel Molina explica el fenómeno: “En los últimos meses se ha notado que hay una preferencia por dotar a los espacios de personalidad, a través de obras creadas para un lugar determinado que dialogan con su entorno inmediato”.
Así también lo cree Daniel Budnik, dueño del restaurante Interludio, un local ubicado en Merced y en el que cada jueves, a las 18.30 horas, las paredes interiores quedan disponibles para el que allí quiera plasmar su talento.
“La ilustración nos acomoda por ser algo distinto a colgar un cuadro, acción revestida de una cierta reverencia. Desde que partimos, en marzo de 2011, jugamos con la espontaneidad; incluso, los que aquí trabajamos -el barman, el administrador o yo- hemos dibujado algo”, remata.