La educación como oportunidad para hacer ciudad
Por Consuelo Roldán, estudiante de Arquitectura UC
Sin lugar a dudas, lo que el Movimiento Estudiantil desató durante el 2011 fue todo un fenómeno urbano, y debido a su transversalidad en todos los sentidos, tanto económico, político, y generacional, es parte de un proceso mayor que está cambiando el paradigma con el que se ha ido desarrollando el hacer ciudad. Tomar conciencia de que construir la ciudad que queremos y mejorar la educación van de la mano, es un desafío interesante para el 2012 es en este sentido.
La concurrencia masiva de estudiantes al centro de Santiago, de la manera en como lo vimos este año, marca un precedente urbano.
Pongo el siguiente ejemplo. Hace dos semanas, apareció en el diario La Tercera un reportaje titulado “Santiaguinos que no conocen su ciudad”, que mostraba las realidades de tres chilenos de diferente clases sociales, edad, y de sectores de Santiago distintos. Entre ellos pocos factores tenían en común, excepto el hecho de que desarrollaban su vida exclusivamente en su propia comuna, siendo esta el único sector de la ciudad que conocían bien.
Alarmante pero si uno lo piensa bien, es bastante habitual. Otro factor común que tenían dos de ellos, era que habían estudiado, tanto el colegio como la universidad en su propia comuna, lo que incidió en que no tuvieran la necesidad de conocer la Región Metropolitana cabalmente.
Esto me hace pensar dos cosas: por un lado sus comunas (Lo Barnechea y Ñuñoa) están bien equipadas, son capaces de satisfacer todas las necesidades de estas personas lo que podría ser un visto bueno en el ranking de las mejores comunas para vivir. Sin embargo, esto significa que tampoco hay una retroalimentación entre ellas y por consiguiente no hay integración.
En la mente de los entrevistados, la otra comuna aparece como un espacio en blanco en el imaginario de la ciudad. Y esto no es positivo, ya que además de provocar una competencia desfavorable entre comunas, se pone en peligro la creciente participación ciudadana por desinformación, ya que al no tener conocimiento sobre otros lugares, nuestra opinión se basa exclusivamente en la noticia que llegó a nuestras manos.
Es aquí donde la educación se torna una oportunidad para crear ciudad. Los movimientos estudiantiles vinieron a plantear cambios, muchos de los cuales son aún metas, pero si hay algo que no estaba en el petitorio, y fue una consecuencia tan bienvenida como si hubiera estado en la lista, fue el que hizo “viajar” a miles de estudiantes semanalmente, a reunirse y hacer de las calles del centro sus calles, y de Santiago su ciudad. De esta manera se apropiaron de un problema nacional, y lo expresaron conjuntamente en el espacio público, incluso rechazando en varias ocasiones el vandalismo. ¿No es esto lo que queremos lograr con la ciudadanía?
Sin embargo, pretender que movimientos como el que vivimos el año pasado, sean la única manera de revitalizar a la ciudadanía es ciertamente agotar un recurso, crear inestabilidad y descontento. Y mucho menos podemos pretender que se conozca Santiago a través de las movilizaciones. Lo vivido fue un pie para comenzar algo mejor, por ejemplo, motivando la inversión en comunas más pobres si se crea una red inteligente de establecimientos de calidad que integren distintas clases sociales, y por tanto poderes adquisitivos.
El desafío será entonces atar bien los cabos sueltos, y tener en mente que los cambios producidos en educación, sí afectan al resto de los sistemas que se superponen en la ciudad, como el transporte, el comercio, entre otros. Comprobamos que el santiaguino sí recorre la ciudad, en tanto tenga un buen motivo para hacerlo, no siendo este necesariamente laboral o habitacional. Ya se ha creado un interés. Nuestro desafío será entonces crear esa motivación, sabiendo que la proyección de una mejor educación, es un gran pie para construir el Santiago que queremos.