Casa porteña de Neruda será declarada monumento nacional
La Sebastiana es la segunda de las tres viviendas del poeta que ostenta esta designación.
por María Elizabeth Pérez La Tercera
Relatos y anécdotas de las esporádicas estadas del poeta, piezas curiosas, como cajas de música y un viejo caballo de tiovivo en madera; marinas, retratos y muchos mapas. Todo eso y más es lo que se puede encontrar en una visita a La Sebastiana, la casona porteña del cerro Florida que Pablo Neruda convirtió en su tercer refugio creativo.
Allí, el Nobel escribió el poema que lleva el nombre de la casa y que expuso en su inauguración, el 18 de septiembre de 1961, en la primera de muchas fiestas. Convertida en casa-museo, hoy es parada obligada para 800 turistas diarios cada verano y desde esta semana ostenta el título de monumento nacional, honor y protección otorgada por el Consejo de Monumentos Nacionales.
Su disparatada forma arquitectónica, con varios niveles y escaleras, sus amplios espacios y su vista al “puerto loco”, como llamaba Neruda a Valparaíso, motivaron al vate a comprar esta propiedad, que entonces era sólo obra gruesa.
“Siento el cansancio de Santiago. Quiero hallar en Valparaíso una casita para vivir y escribir tranquilo”, les había dicho a sus amigas Sara Vial y María Martner, en 1959, para que lo ayudaran a buscar una casa en el Puerto, pero no cualquiera: “Debe ser solitaria, pero no en exceso. Vecinos, ojalá invisibles. No deben verse ni escucharse (…). Además, tiene que ser muy barata. ¿Crees que podré encontrar una casa así en Valparaíso?”, preguntó el poeta.
Así llegó a la edificación construida por el español Sebastián Collado, que murió en 1949, dejándola inconclusa y con su tercer piso hecho una pajarera. Por eso, el poeta la bautizó en su honor como La Sebastiana.
Comprada a medias con la escultora Marie Martner y su marido, el doctor Francisco Velasco, Neruda ocupó el tercer y cuarto piso. “El no residió en La Sebastiana. Iba por una semana o días, pero la usaba para festejos, muchas invitaciones así dan cuenta. De hecho, la inauguró el 18 de septiembre de 1961 y ahí pasaba los años nuevos (incluido, su último con vida)”, dice Fernando Sáez, director ejecutivo de la Fundación Pablo Neruda.
Fue en medio de ese festejo -recuerda- que Neruda compartió su poema La Sebastiana y a cada invitado lo puso en la “lista por méritos inolvidables”, por su ayuda para la obra. “El también escribía ahí, pero no hay registro de qué obras trabajó. Tenía un buen escritorio instalado en el cuarto piso”, añade Sáez.
Particular era también el comedor, que en el tercer piso colindaba con el Teatro Mauri. Desde ahí se podía oír el audio de las cintas de cine. En más de una ocasión, se recuerda, invitó a sus vecinos a compartir estos audios imaginando la película.
Para Sáez, la declaratoria -que se suma a la casa de Isla Negra- “es un orgullo y resguarda cualquier decisión a futuro, porque nadie sabe qué puede suceder en 40 años más”. Al año, dijo, la casa recibe 100 mil personas, y en verano, un 30% más. Turistas extranjeros y, en particular, europeos son los que más la visitan. Para el alcalde, Jorge Castro, es “uno de los lugares ícono de la ciudad. Neruda fue un vecino ilustre”.