Ley de Antenas: Lo feo, lo malo y la oportunidad
La aprobación de la ley de antenas permite, después de varios años desde el arribo de la tecnología de telefonía móvil, regular la instalación y diseño de estos artefactos que además de su incorporación al paisaje y skyline de nuestras ciudades, han permitido habituarnos a la comodidad de la comunicación casi sin restricción, como parte de nuestras actividades diarias. Aunque la confirmación de su peligrosidad ha quedado siempre entre la duda posible y la suposición no demostrable, somos testigos de la molestia que causa a vecinos inmediatos, a la vez beneficiarios de su existencia, levantándose quejas no para que no existan, sino que para que se instalen lo mas lejos de cada entorno del reclamante.
Con esta disyuntiva tipificada NIMBY, exploraremos las maneras de que las torres equilibren sus impactos a través de ciertas mitigaciones y ajustes que la nueva ley ha planteado como condición retroactiva, punto clave del recurso legal de las empresas telefónicas que reclaman inconstitucionalidad en la aplicación de una norma que afecte a las antenas ya existentes.
Mientras se resuelven estas disyuntivas y la comunidad empoderada continúa las manifestaciones ¿Podrán estas antenas, ahora concensuadamente instaladas, mitigar su impacto a través de la conservación de áreas verdes (hoy inexistentes) o a través del co-financiamiento de actividades propias de los servicios comunitarios o vecinales?
Veamos entonces algunas propuestas consideradas en la ley e intentemos avanzar un poco más:
1. Co-localización regulada: Basta ver el mapa de las antenas de telefonía celular en la Región Metropolitana para comprender su densidad y variedad. Sin duda obligar a que las empresas se agrupen en soportes multioperador implica una medida eficiente contra la proliferación desmedida y mejorable, más aún considerando que recién iniciada la portabilidad numérica, entran nuevos actores a este agitado mercado.
2.Diseño mejorado de las antenas, incorporando la componente plástica, más allá de la simulación arbórea o el escondite tipo campanario. Casos internacionales ya demuestran las verdaderas posibilidades estéticas de contar con elementos atractivos, multifuncionales y que se esfuerzan en aportar al paisaje inmediato.
3.Emplazamientos colectivos o de servicio comunitario, con tal de resolver los déficits en áreas verdes (ejecución y manutención) y/o equipamientos comunitarios requeridos por la ciudadanía. Así, en vez de pagar arriendos a privados, siempre que exista la opción, se privilegiaría el financiamiento de estas obras de beneficio ampliado, considerando plazas arborizadas, sedes comunales, pequeños gimnasios, cibercafés o incluso los cuarteles de bomberos voluntarios de cada localidad (Institución que ya ha iniciado la utilización de esta estrategia como vía alternativa de financiamiento).
4.Normativa de alturas y distanciamientos que considere entornos sensibles, cosa considerada en la ley, y que pueda cuando sea posible, agregarse a la edificación existente (edificios con pisos técnicos o torres propias, torres de agua potable, torres de alta tensión existentes -pero mejoradas-, elementos publicitarios, entre otras posibilidades.
Paralelamente y hasta que no se demuestre inocuidad del aparataje tecnológico, vale la pena sugerir el co-financiamiento de estudios permanentes, o información pública del control periódico de “emisiones”, alianza que junto a la autoridad y ciudadanos permitirá ir perfeccionando la norma en el siempre innovador futuro. Al mismo tiempo y conociendo la visita periódica de catástrofes, cabe considerar comentar sobre la operatividad del sistema ante la emergencia, reconociendo que su autoenergía y correcto emplazamiento dotarán a la ciudad de zonas seguras desplegadas sobre el territorio.
Para terminar, reflexionar sobre las infraestructuras que el agrupamiento en ciudades obliga para su comodidad, pero que evitamos con toda energía tener cerca. Basurales, generadores de energía, telecomunicaciones, vialidad urbana e ínter-urbana continuarán siendo diseñadas y construidas más allá de las quejas, debiéndose encontrar la manera adecuada de mitigar su presencia, recuperando -o mejorando- esa capacidad aún no relevada de planificar para lograr la mejor ciudad, acompañante obligado del desarrollo económico, pero también de las mejores personas que viven en ella, acaso nosotros evolucionados.