Las buenas ciudades las hacen los buenos ciudadanos
Por Guillermo Hevia García, Arquitecto PUC, Editor de contenidos en Plataforma Arquitectura
Muchas veces se crítica que una ciudad y la calidad a la que podemos aspirar en ella depende de su infraestructura y de aquello que ofrece a sus ciudadanos. Estoy de acuerdo en parte con este aspecto, sin embargo no es suficiente. Creo que en las críticas muchas veces se deja de lado a sus ciudadanos, que son finalmente quienes hacen la ciudad.
Estoy totalmente de acuerdo con la columna que publicó el arquitecto Felipe Assadi el pasado sábado 11 de febrero en la Revista V&D, donde habla de los temas fundamentales para tener una buena ciudad y que no dependen exclusivamente de su infraestructura, sino que principalmente de la educación, apropiación e identidad de sus ciudadanos para con ella.
Una buena ciudad depende siempre de sus ciudadanos y serán estos los que permitan un mayor desarrollo de la misma.
Serán también estos quienes en función de su cultura cívica, exigirán mejoras en pos de todos y serán también ellos quienes deben cuidar y potenciar esas mejoras haciéndolas propias, identificándose con ellas.
Si pensamos en las buenas ciudades, aquellas que más nos gustan o que consideramos un ejemplo siempre van asociadas a ciudadanos participativos e identificados con ellas y que se sienten orgullosos de su ciudad, pensemos en neoyorquinos, parisinos o barceloneses.
Una ciudad como Santiago por ejemplo es una gran ciudad, ubicada en un entorno inmejorable, a minutos de la montaña y de atractivos naturales difíciles de encontrar en otras urbes. Sin embargo cuantos de nosotros sacamos partido de esto por ejemplo.
Tenemos también parques y un entorno urbano aceptables, obviamente siempre se puede mejorar, pero se parte por apropiarse de estos lugares e identificarse con ellos.
Por eso resulta vergonzoso ver como frente a un partido de fútbol, un evento masivo, una protesta o una marcha la ciudad lejos de ser el soporte que debe ser, se vuelve en el blanco de ataques donde se destruye todo lo que hay a su paso, de esto no resultan indiferentes la arquitectura.
Pensemos en el pintado y rayado de edificios, buses, estaciones, etc. Bajo ninguna circunstancia se justifican este tipo de comportamientos retrogrados, ya que la ciudad y su arquitectura es de todos y es deber también de todos conservarla, cuidarla, aprovecharla y mantenerla.
Lo que más le falta a una ciudad como Santiago no son elementos, soportes o infraestructuras urbanas destacadas, sino que buenos ciudadanos, con cultura cívica.
Debemos partir por mejorar la educación en estos términos y enseñar a la gente como ser buenos usuarios, cuando esto se produzca, tendremos una gran ciudad.
En ese momento se entra en un círculo virtuoso, en una dinámica de desarrollo urbano socialmente sostenible, como nuestra vecina Medellín.
Fuente: Plataforma Arquitectura