Incendios suman ya 85 mil hectáreas destruidas, y privados alertan incremento en intencionalidad
A cuatro meses de que termine la temporada, se está sólo 15% por debajo del año con el peor registro. en la historia de la Conaf, 1998, cuando ardieron 101 mil hectáreas. En esto incidiría un alto índice de intencionalidad, que las forestales sitúan preliminarmente en torno al 50% de los siniestros.
por El Mercurio
Todavía faltan cuatro meses para que termine la temporada de incendios forestales -que va de julio a junio de cada año-, pero ésta ya es la más dañina de la última década. Y si a esto se le suman los efectos de una larga sequía y las altas temperaturas, las tres mil personas que la Conaf y las forestales contrataron para combatir el fuego no pueden dejar de estar alerta de manera permanente.
Desde noviembre se han quemado más de 85 mil hectáreas, muy cerca del último registro de esta magnitud, el de 2002, cuando se perdieron 90 mil. Y si se repite un siniestro como el que afectó a Quillón, Florida y Ránquil en enero, se superará la marca histórica en el registro que lleva Conaf desde 1964: 101 mil hectáreas arrasadas el verano de 1998.
En la Conaf explican que en el alto número de superficie quemada inciden varios factores. La sequía, por ejemplo, debilitó la resistencia de los bosques desde hace tres años. “Los brigadistas que combatían el fuego en la cordillera del Maule cuentan que el suelo crujía bajo sus pies (…), antes eso no ocurría, el sotobosque se mantenía húmedo en el verano”, dice Herbert Haltenhoff, jefe de prevención de incendios de la Conaf.
El fenómeno de “La Niña” también afecta. Como se prevé que las lluvias estarán bajo lo normal al menos hasta junio, se decidió alargar la temporada en un mes y medio hasta esa fecha.
Para Eduardo Vial, director de la Conaf, esto es grave: los cuatro meses que aún faltan para que termine la temporada casi equivalen a lo que duraba hace sólo cinco años el ciclo completo, que iba de la segunda quincena de noviembre hasta abril. Hoy el lapso de mayor riesgo de incendios se cuenta de octubre a junio.
Esto le costó al Gobierno una inyección de recursos de $3.500 millones, casi un tercio del presupuesto anual de la Conaf. “Nos preparamos para estar más tiempo con todos los recursos funcionando, brigadas y helicópteros”, afirma Vial.
La idea es prepararse para un período de incendios más largo instaurando cambios, dice Vial. Entre ellos, fortalecer el trabajo con el Ejército. Esto suma más personal para labores de “segunda línea”: coordinar evacuaciones o fortalecer cortafuegos, para que los brigadistas trabajen directo con las llamas.
Los incendios de este año en Torres del Paine y Quillón dejaron lecciones. Por ello, el Gobierno creó una mesa permanente de trabajo que incluye, además de los organismos de emergencia, a la Cancillería, porque en ambos siniestros llegó apoyo de Brasil, Uruguay y Argentina, y se quiere potenciar este trabajo conjunto. Todo esto permitirá tener la capacidad de combatir dos eventos de gran magnitud que se manifiesten simultáneamente. “Ha sido un cambio importante. Una lección que sacamos de este verano que ha sido tan duro”, agrega Vial.
Un elemento que sorprendió este año a quienes trabajan en incendios es el anormal peso de la intencionalidad en el origen del fuego. Históricamente, un 25% de los siniestros son intencionales. Pero para Ricardo Rivera, presidente del comité de protección de la Corporación de la Madera (Corma), este año podría superar el 50%.
“Este factor es incomprensible, tomando en cuenta las consecuencias del fuego”, dice. En el incendio de Carahue murieron este año siete brigadistas; en Quillón, donde también se investiga intencionalidad, fallecieron dos personas.
Las empresas asociadas a Corma destinan anualmente US$ 25 millones al combate del fuego. Sin embargo, para Rivera esto “sirve de poco si hay mucha intencionalidad”. La situación de Tomé ilustra lo que describe Rivera: 20 de los 46 focos de este año se han producido en el cerro El Santo, donde niños han causado hasta tres siniestros en un día.