Como no hacer ciudad: balnearios de Asia-Lima, Perú
Por Jean Paul Kaiser. Peruano. Arquitecto de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, estudiante magíster en Asentamientos Humanos del Instituto de Estudios Urbanos de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Se entiende el “hacer ciudad”, entre otras cosas, como el manejo y fomento del espacio público como lugar de carácter diverso, integrador, inclusivo y con todas las condiciones posibles para facilitar los intercambios de información y superposición de redes y actores sociales.
El Perú es un país de gran diversidad y en el caso de Lima las complejidades de generar espacios de estas características en una ciudad difusa y fragmentada donde los usos de suelo están manejados por fuertes grupos de interés es un objetivo tanto loable como difícil.
A pesar de encontrarnos en este camino lento y espinoso hacia la cohesión social, es realmente notoria, y a veces desalentadora, la fuerza con que aún se manifiestan ciertos patrones de comportamiento y uso de suelo producto de lo que fue alguna vez el epicentro de la dominación española en Sudamérica. El caso más notorio es quizás el de los balnearios de Asia (popularmente “Eisha”) a casi 100km al Sur de Lima. Estos balnearios que fueron urbanizados por los sectores socioeconómicos más altos de la sociedad Limeña se han convertido en un baluarte de todos los elementos que más que “hacer ciudad”, la deshacen.
En una búsqueda incesante por exclusividad y homogeneización extrema del entorno, los inversionistas elaboraron la figura de “Club de playa” con el fin de garantizar las tan deseadas exclusividad y homogeneización del entorno. Quizás por remanentes de paranoia del crimen y terrorismo de la década de los 80’s o quizás por un afán desbordado y ridículo de autoaislamiento, segregación y exclusividad…o quizás ambos; éstas urbanizaciones/clubes mantienen un patrón de hermeticidad hacia el exterior y entre ellos, buscando dentro de cada uno recrear mediante una arquitectura sin identidad una suerte de caricatura de algún resort frío y sin personalidad.
Quizás la manera más fácil de sintetizar la experiencia en estos balnearios es realizar un recorrido con dirección hacia el mar: Inicia en la puerta de entrada al club donde un guardia se acerca con una lista y verifica ya sea que se trate de algún propietario, invitado o empleado del club (Innecesario decir que quien no esté dentro de la dichosa lista no ingresará y que los ingresos públicos hacia el mar son escasos y desalentadores). Luego, conforme se transita por las veredas inicia una competencia banal y sin fin entre familias para ver quién tiene la mejor casa, quién la equipó mejor, ultimadamente quién llamo al mejor arquitecto. Al llegar a la playa, y este para mí es el panorama más desolador, uno se encuentra con una cantidad importante empleadas y/o nanas (en Perú nana es quien cuida a los niños y empleada es quien cocina, sirve y limpia) con uniforme bajo un sol calcinante ya sea jugando con los hijos, o arrastrando un pesado cooler desde la casa, a través de la arena, y hacia la sombrilla o toldo donde están los patrones despanzurrados como lagartijas bajo el sol. Un panorama decadente y totalmente digno de la oligarquía peruana. Por favor nótese que el uniforme es obligatorio por reglamento del club, y de igual manera está prohibido el ingreso al mar o a la piscina del club por parte de empleadas o nanas hasta una hora en la que probablemente el sol ya se esté poniendo.
En el caso del boulevard, que de día es una suerte de ciudadela/mall/supermercado donde se puede conseguir virtualmente cualquier cosa y donde el carrito más lleno es el que gana. Durante la noche se convierte en una suerte de Las Vegas/Cancún con discotecas donde no solo confluyen personas provenientes de los balnearios dentro de Asia, sino también de otros balnearios y en muchos casos hasta directamente de Lima con el afán de estar “in” sin importar no tener dónde pasar la noche excepto en el auto en el que se llegó (Muchas de estas discotecas suelen reservarse el derecho de admisión). El boulevard de Asia es quizás el espacio más contradictorio de Lima: TODO Lima puede llegar a confluir en el mismo sitio, pero es un espacio concebido solo para consumir, observar y ser observado mas que para convivir e intercambiar.
Si entendemos el “hacer ciudad” en base a los conceptos mencionados inicialmente, el ejercicio de paralelizar estos conceptos con los que se concibieron estos balnearios además del boulevard se hace necesario y obtenemos que en lugar de ser un espacio inclusivo, es exclusivo, en lugar de ser integrador, es segregador, en lugar de generar cohesión e intercambio de información, se exacerba el intercambio comercial y el consumo desmesurado y el individualismo, en lugar de ser una experiencia despreocupada y relajante es una experiencia banal que busca no desconexión de la ciudad sino trasladarla y por qué no? “mejorarla” un poquito.
En una época en la que es mandatorio rescatar el sentido de comunidad y fomentar lo local ante el dominio de lo individual y global, más que un caso exitoso de inversión inmobiliaria, éste debería ser un caso de estudio de cómo NO hacer ciudad.
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