¿Ícono de qué es el Costanera Center?
Por Dominique Mashini y Daniela Assael
Twitter encendió ayer con las declaraciones del presidente de Cencosud Horst Paulmann, quien efectúa un juicio estético asegurando que el Costanera Center es bellísimo y comparándolo a la Torre Eiffel: la cual de estar sujeta a grandes críticas en París pasó a constituir un orgullo nacional.
Si queremos hablar de la torre Eiffel, podemos decir que es un imponente aviso de la Belle Époque, como producto de las innovaciones de la revolución industrial en la arquitectura. Su levantamiento, acompañado de Exposición Universal de Paris de 1889, introdujo un nueva nueva modalidad de entender la ingeniería al servicio de la construcción y las artes. Ya que las declaraciones de ayer aluden al concepto de imagen y diseño, hasta donde es sabido, el Costanera Center lejos de anunciar un nuevo estilo, se vale de la tipología del mall encapsulado, hostil con su entorno, diseño que conocemos hace más de 40 años.
Si nos referimos a su diseño aisladamente (aunque creemos que el proyecto se debe tomar como un todo), más que hacernos mirar al futuro, el Costanera Center nos recuerda una serie de edificios del pasado: un mall que en vez de conectarse con la ciudad, se encierra por impenetrables murallas; un mall que en vez de aprovechar el transporte público, vuelve a privilegiar al transporte privado; un mall en un país con un clima mediterráneo, ubicado junto a un río, con vista a la cordillera, que vuelve a encerrar a quienes lo visitan y que de paso entrega a los transeuntes que deben caminar junto a él un panorama muy poco amigable.
Por otra parte, si Costanera Center presume traducir el umbral de una nueva era, sería de aquella donde los actores que construyen nuestras ciudades no son capaces de articular sus funciones para desarrollar estratégicamente los proyectos que determinan nuestra calidad de vida.
Nuevamente se desvía el foco de discusión reducido a la capacidad de la torre, independiente de la calidad del diseño, de generar una imagen icónica para Santiago. Se desprecia el impacto que sugiere la construcción de un mall de gran envergadura, sin mayores consideraciones por el entorno barrial. Se desprecia también el espacio de participación ciudadana para ingerir en la calidad de un espacio de interés público, quien debiera ser el mismo cuerpo que en última instancia realiza los juicios estéticos de la ciclópea obra que va a estar permanentemente presente en el paisaje urbano de nuestra ciudad.
Si hablamos de íconos, el Costanera Center ya lo es, tanto para Santiago como para Chile: es el ícono de la desarticulación de las autoridades, organismos e instituciones que tienen como misión asegurar a todos los ciudadanos que la planificación de nuestras ciudades existe; es el ícono que demuestra que un proyecto privado sin regulaciones claras puede afectar de forma directa la calidad de vida de miles de personas; es el ícono de que acordar obras de mitigación sobre la marcha no es un buen mecanismo; es el ícono de que hasta ahora el cómo se hace ciudad en Chile esta mál.
No por nada hoy, ciudadanos comunes, vecinos del lugar y autoridades- que van desde alcaldes hasta ministros- ven la cuanta regresiva de la apertura del Costanera Center, con miedo e incertidumbre.