Chaitén revive y se sacude las cenizas, a cuatro años de la erupción del volcán
Habitantes están regresando, pese a que no hay viviendas disponibles con servicios básicos:
Ya han vuelto al menos seis oficinas estatales al pueblo y las personas quieren vivir ahí, sin importarles la posibilidad de un nuevo desastre, como el ocurrido en 2008.
Por Pamela Gutiérrez Desde Chaitén, El Mercurio
La inauguración de la nueva oficina de la Corporación Nacional Forestal (Conaf) tenía emocionados no sólo a sus funcionarios, sino también a los vecinos de Chaitén porque era otro paso más en la reconstrucción de la ciudad. El edificio de dos pisos y tejuelas de mañío color terracota, mira hacia mar. Al oriente se impone el cordón montañoso de 1.050 metros, cubierto de un manto gris de árboles quemados por el flujo piroclástico -la nube de cenizas ardientes mezclada con otros materiales- que el volcán Chaitén lanzó hace exactamente cuatro años.
Del cráter emana una fumarola de vapor, que se ve a distancia mientras el alcalde Pedro Vásquez, el gobernador (s), Arturo Vega, y el director ejecutivo de Conaf, Eduardo Vial, cortan la cinta de la nueva sede.
Aparte de Conaf, ya están de vuelta las oficinas del Instituto de Desarrollo Agropecuario (Indap), el Servicio de Impuestos Internos (SII), la Autoridad Sanitaria, el BancoEstado, el Instituto de Previsión Social (IPS) y parte del Hospital de Chaitén. Pero todavía no llegan el juzgado de letras, la notaría y el Registro Civil, que están en Futaleufú.
A cuatro años de la erupción que obligó a huir con lo puesto a 4.700 habitantes, la reconstrucción se ha centrado en el área norte, la más cercana al mar. Allí las calles están limpias y se respira normalidad.
Pero hacia el sector sur, siguen las huellas de la erupción de ese volcán desconocido para los chaiteninos hasta 2008. Aún hay casas cubiertas por 1,2 metros de ceniza. En ese sector todavía trabajan máquinas retroexcavadoras que retiran las toneladas de ese polvo gris que se esparció hasta Futaleufú, a más de 150 kilómetros de distancia.
Pero los chaiteninos quieren vivir en su pueblo. De hecho, un centenar de los llamados “rebeldes” ya estaban de vuelta en octubre de 2008, pese a que el lugar carecía de servicios básicos. “Decían que estaba todo destruido, pero me di cuenta de que era posible recuperarse”, comenta Bernardo Riquelme, concejal y uno de los primeros en volver.
Hasta la fecha han regresado casi mil habitantes. Sergio Pérez, funcionario de la Conaf, al momento de conversar con “El Mercurio”, tenía sus cosas listas para instalarse al día siguiente. He aquí sus razones: “El exilio es tener que salir forzosamente de un lugar. En el caso nuestro, salimos involuntariamente, pero siempre pensando en retornar. Esta zona, que queremos tanto, se volvió inhabitable”. Entre el año 2008 y hasta hace pocos días, Pérez deambuló por Osorno, Palena y Futaleufú.
El volcán, a pesar de que sigue humeando silenciosamente, no los amedrenta. “No es el primer pueblo que tiene un volcán cerca. Chile está lleno de volcanes, (por ejemplo) en Puerto Montt hay dos. También tiene que ver con la calidad de vida. Uno conoce a sus vecinos; uno puede dejar el auto abierto, la casa abierta. Eso no se puede hacer por todas partes”, explica el concejal Riquelme.
Las tomas
Aunque parte del sector sur tiene un aspecto desolador -sobre todo por las casas arrancadas de cuajo que hoy se pudren a orillas del río Blanco- hubo una zona donde las casas quedaron en condiciones habitables.
Desde 2010, unas 130 familias han ocupado estos inmuebles que pertenecían a otras que huyeron de Chaitén.
Al ser consultados, ninguno de los vecinos reconoce abiertamente que la vivienda que ocupa no es la suya.
Delma Ojeda, la presidenta de la Junta de Vecinos de Chaitén, asegura que “la gente no tiene dónde quedarse y se vienen aunque no haya ni agua ni luz. Ellos están dispuestos a pagar arriendo e incluso 40% son dueños de las propiedades, pero tampoco se les da luz y agua”.
Frente a este tema, el alcalde de Chaitén, Pedro Vásquez, contesta que “no lo llamo tomas, sino instalación de la gente, porque al no haber techo, es la única solución. Están camino de regularizar su situación y ellos quieren arrendar las casas del sector norte”.
Hoy Chaitén es, en el 70%, un pueblo fiscal, por la venta de casas subsidiadas. Esas propiedades adquiridas por Bienes Nacionales están siendo entregadas para los servicios públicos.
Mientras se discuten las condiciones del regreso, la Conaf está preocupada de evitar que el viento forme “tormentas de cenizas”. Para eso, están sembrando en una parcela del sector distintas especies para efectuar un plan de arborización.
Pero los especialistas han notado que los arbustos nativos ya están floreciendo por su cuenta, tal como Chaitén, gracias al retorno de su gente.
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4.700
era la población original de Chaitén. Casi mil han regresado.
Sin riesgo de otro episodio similar en el corto plazo
El ministro de Minería, Hernán de Solminihac, presentó el sistema de vigilancia que usa en el volcán Chaitén a cargo del Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin), con seis estaciones de monitoreo, que se encuentran distribuidas a una distancia de 100 metros a 20 km del cráter.
“La fumarola que se ve es vapor de agua. Por lo tanto, es una actividad muy menor y que se está monitoreando permanentemente. Desde el punto de vista de una erupción volcánica de Chaitén, no hay riesgo en el corto plazo”, aseveró el secretario de Estado.
El volcán tiene ahora alerta verde, y gracias al monitoreo, cualquier cambio se puede advertir con hasta 24 horas de antelación.
El Chaitén era un volcán desconocido en la zona, según recuerdan sus habitantes. “Nosotros creíamos que era el Michimahuida. Nunca supimos que existía un volcán que estaba tan cerca”, relata Neftalí Rozas.
El chaitenino rememora lo que ocurrió en los días previos del estallido: “El 30 de abril comenzó a temblar. Cada tres minutos venía uno suave y cada una hora, uno fuerte. El 1 de mayo fue así todo el día, pero alrededor de la medianoche reventó el volcán. Fue un ruido espantoso, como fuegos pirotécnicos, y cerca de las 2:30 de la mañana hubo un temblor tan fuerte, que se movieron hasta los postes”.
Además del humo, en Chaitén comenzó a sentirse “un olor desagradable, nauseabundo. Conocía el olor del azufre, pero estaba mezclado con otras cosas”, cuenta Sergio Pérez, encargado de manejo del fuego de Conaf de Palena.
El daño provocado por la llamada “columna piroclástica” también afectó a parte del Parque Pumalín, a una distancia de 15 kilómetros desde el pueblo de Chaitén y a cuatro kilómetros del volcán.
Hugo Castillo, jefe provincial de Conaf Palena, detalla que las especies más dañadas fueron las tepas, coihues y mañíos, que fueron quemados por la columna. Sin embargo, al ser vegetación que ha sufrido otros embates volcánicos, ya está dando señales de regeneración. “Tiempo atrás no se veía nada verde, pero ahora ya se ven nalcas y helechos”, comenta el funcionario.
La erupción del Chaitén motivó la creación de una red de vigilancia nacional volcánica en Chile, que espera terminar con 43 volcanes monitoreados al final del actual gobierno.
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RECUPERACIÓN
Los bosques afectados por la erupción están mostrando señales de regeneración.
El desafío de la conectividad desde Puerto Montt por la Carretera Austral
Para Chaitén no sólo es un desafío tener un volcán a nueve kilómetros de distancia. Otro tema es la conectividad.
Llegar a Chaitén es un viaje que toma casi 13 horas desde Puerto Montt. En la capital de la Región de Los Lagos hay que llegar a Caleta La Arena para abordar la barcaza a las 7:30 de la mañana. La congestión vehicular también está afectando la zona, por lo cual hay que llegar cada vez más temprano.
Tras media hora de trayecto, hay que desembarcar e ir por tierra desde Puelche a Hornopirén, tramo de la Carretera Austral donde el MOP está pavimentando. El tramo Puelche-Contao tiene fecha de término en abril de 2013 y el que une Pichicolo y Hornopirén inicia sus obras en septiembre de este año, para culminar en 2014.
Hay que correr para llegar a tiempo y así alcanzar la única barcaza que sale en el día desde Hornopirén, a las 10:30 horas. El transporte está subsidiado por el MOP y hay que inscribirse hasta con dos semanas de anticipación. Se paga por el tipo de vehículo y, aparte, $5.000 por pasajero transportado.
En este viaje de cuatro horas, se puede admirar el paisaje de las islas Pelada, Llancahué y península de Huequi. El trayecto termina en Leptepu y (otra vez) hay que seguir por tierra hasta Fiordo Largo, y tomar otra barcaza hasta Caleta Gonzalo, una de las entradas del Parque Pumalín. Se inicia otro viaje por tierra de casi tres horas hasta Chaitén.
El regreso hacia Puerto Montt también es agotador. Si uno no se inscribe para la barcaza, hay que tomar camino a Futaleufú e irse por Argentina.
A través de las provincias trasandinas de Chubut, Río Negro y Neuquén se viaja siete horas en auto hasta la frontera. A eso hay que agregar otras dos horas para llegar a Puerto Montt.