Por primera vez es censada la isla Selkirk en archipiélago J. Fernández
Encuestadoras del INE viajaron a asentamiento habitado ocho meses al año por pescadores artesanales. R En la zona se abastecen de electricidad con generadores, no usan celulares ni agua potable.
por La Tercera
Doce horas a bordo de la lancha Kronos navegaron desde Robinson Crusoe las tres encuestadoras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) que, por, primera vez, llegaron a la Isla Alejandro Selkirk o “isla Más Afuera” para censar a esta pequeña comunidad de pescadores. Las familias viven ocho meses en el territorio para dedicarse a la captura de las langostas. Llegar ahí no es sencillo.
La tarde del 17 de abril pasado zarparon desde Crusoe y a las 8 de la mañana siguiente avistaron la isla.
“No tienen muelle, así que para desembarcar quedamos distantes. Hay que arrimarse en bote a la caleta”, cuenta Carolina Sánchez, supervisora del grupo.
En octubre estos pescadores salen desde Robinson Crusoe hacia Selkirk y en diciembre arriban las mujeres con sus hijos cuando termina el año escolar. Pero en marzo, los niños vuelven al colegio. “Ellos se sienten más afuerinos, de Selkirk, y muchos pasan más tiempo ahí que en Crusoe”, dice.
La llegada de las censistas fue toda una sorpresa. “No sabían que íbamos, así que lo primero fue explicar y ver donde dormíamos, porque no hay lugar para turistas. Nos reunimos con el presidente de los pescadores y con el guardaparques de Conaf, que son las autoridades”, dice Carolina Sánchez. Cada una durmió con una familia y, al atardecer, con la llegada de los 12 botes que volvían de las faenas, la noticia del censo se masificó. “Estaban contentos, emocionados, porque era histórico, jamás se había hecho esto en Selkirk y veían que esto les ayudará con futuras políticas sociales”, dice la supervisora.
Pueblo a oscuras
Entre los datos que recabó el INE está que las viviendas (un total de 23 casas) fueron construidas de madera y lata para resistir un clima cambiante. Además, dependen de un barco que llega una vez al mes con abarrotes. En total, se contabilizaron 28 hombres, 16 mujeres y 11 niños, dos de ellos bebés.
Las restricciones no son pocas: hay un generador eléctrico que funciona sólo entre las 18 y 21 horas. Luego, el pueblo queda a oscuras. De hecho, tuvieron que censar a muchos con linternas, porque llegan de noche y luego de 12 horas en faenas en el mar. “Sólo podíamos ubicarlos cuando ya no había luz”, recuerda. Además, no hay agua potable, sino la que obtienen del recurso de vertientes.
Para comunicarse no tienen celulares, sino que “sólo una radio que se turnan para hablar con familiares”, cuenta la profesional.
Las censistas recuerdan la experiencia con afecto: “Nos hicieron una fiesta de despedida con chivos al palo, que allá son plaga y aunque el viaje de vuelta fue con muy mal tiempo y cuatro horas más, veníamos felices, con cajas de pescados que nos regalaron”, cuenta la supervisora.