Los cafés ganan terreno en el barrio Yungay: entre medialunas y cortados
En calles de Santiago Poniente, como Huérfanos y Brasil, se han multiplicado las cafeterías donde comenzar el día o hacer una pausa a media mañana. En el recién inaugurado Estación Yungay, incluso, ofrecen desayunos a la argentina.
por Evelyn Briceño, La Tercera
ACE tres meses, dos mendocinos y una chilena decidieron instalar un pedazo de esa ciudad en el barrio Yungay. Junto a su esposa, Amparo, Pablo Mazziotti llegó a Santiago hace siete años para trabajar en una productora de cine. Pero su cuñada, Matilde Agüero, “una vecina fanática de la zona”, los convenció de instalar un pequeño café.
Así, en Huérfanos, casi al llegar a Libertad, abrieron Estación Yungay, que destaca por sus medialunas, hechas al estilo argentino por un chef francés que vivió al otro lado de la cordillera. También son famosos los “submarinos”, la leche caliente que se sirve con una barra de chocolate para derretirla en su interior.
“Yungay es un sector que está en franco crecimiento”, dice Matías Lubowiecki, administrador del local y quien se vino desde Mendoza especialmente para participar del proyecto. Lo mismo hizo el hermano de Pablo, Mariano.
Estación Yungay no sólo ofrece bocados típicos transandinos, sino que agrega un extra: los viernes, por ejemplo, hay cine a las 20 horas. El que viene, comienza un ciclo alemán que se extiende por tres semanas. “Queremos difundir el séptimo arte entre quienes llegan al café”, dice Matilde, la cuñada del dueño.
Además, están organizando un campeonato de truco -tradicional juego argentino de naipes-, para el que ya abrieron las inscripciones.
Para tomar desayuno, lo más típico en este lugar es el mate con tortitas (masas saladas) o la tríada jugo natural-café-medialunas. “Muchos clientes se las llevan por montones a la casa, sobre todo los argentinos, que comentan que en Santiago es difícil encontrar buenas medialunas”, agrega Matías.
Los encargados de este café pensaron también en los hambrientos del mediodía, a los que les ofrecen sándwiches de milanesa y pizzas cocinadas a la usanza transandina.
Un poco más antiguo es el Café Portada, que lleva ocho meses en Huérfanos, al llegar a Brasil. Son cuatro mesas adentro y tres afuera las que dan vida a este pequeño local, que destaca por su café y té orgánicos. Sin experiencia anterior en el rubro, Patricio Villanueva montó junto a su pareja este local, al que van, principalmente, profesores y alumnos de las universidades del sector. “Vienen a hacer sus reuniones y el café lo acompañan con pasteles Bovary, que nos preparan especialmente”, cuenta Patricio.
En el local vecino, Il Peperoni, que lleva ahí más de 10 años, también suelen juntarse académicos, que discuten sus asuntos sentados frente a unas curiosas mesas (sus bases son antiguas máquinas de coser). Ahí, en Huérfanos 1954, lo que más pide la clientela es una combinación atípica: café -expreso o cortadocon empanadas de champiñones, mariscos o napolitanas, entre otras 13 variedades más.
La cafetería no es apta para fumadores. Somos un espacio en que lo que más importa es el respeto y la tranquilidad. Aquí, hasta la música es suave”, dice uno de los meseros.
Más hacia el poniente, aparece otro local de dimensiones pequeñas, que ya es un clásico en el barrio: el Café París, cuyas ofertas tradicionales son los expresos y cortados. Entre sus innovaciones están las mezclas con licores, entre ellos, el Baileys y el coñac.
Quienes lo atienden explican que se han adaptado al tipo de público que circula por la zona (principalmente joven) y, por lo mismo, cierran después de las 2 a.m. Entre sus especialidades figuran los tragos largos en vasos de medio litro. ¿Para acompañarlos? Chorrillanas y sándwiches de distinto tipo.
A la vuelta, el Cosmopolitan (Brasil 268), que abrió sus puertas hace dos años, ya tiene una clientela consagrada, que es más adulta. Esta cafetería tiene su propio pastelero y su especialidad es el tiramisú y el kuchen de manzana. En materia de café, está el “bombom”, que lleva leche condensada.
A este local, de diseño más bien minimalista, se puede llegar a las 10 de la mañana. Y el más noctámbulo puede permanecer ahí hasta las 3 de la madrugada (los fines de semana, incluso, hasta las 5). “Ideal para después del carrete”, dice un habitué.