Los marroquineros de Av. Matta
Los artesanos que en los 60 y 70 fabricaron carteras para Gucci, hoy lo hacen aquí para tiendas del barrio alto.
por Claudio Godoy, marroquinero de Calle Chiloé, La Tercera
ERAN los que cortaban, cosían y moldeaban ni más ni menos que las carteras que la marca italiana Gucci vendía en los 60 y 70 en Santiago, en las entonces elegantes tiendas que tenía en el Apumanque, Av. Providencia y Agustinas con Ahumada.
Hoy, de los 80 marroquineros que hacían ese oficio, quedan 13. Siguen haciendo lo mismo, pero ya no para Gucci -que dejó de vender en Santiago a fines de los 80-, sino que para las fieles clientas que llegan a su casona de calle Chiloé, en el barrio de Av. Matta. También para algunas tiendas de Alonso de Córdova, donde las carteras que ellos venden a $ 70.000, allá las comercializan a $ 200.000 y más.
En 1971, la empresa tenía más de 200 operarios, pero ese mismo año decidió despedirlos y externalizar la producción. Fue así como un grupo de ellos, organizado en un sindicato, recibió esta vieja casona como parte de su indemnización. Ahí armaron un taller, en el que fabricaban más de 7.500 carteras mensuales para la lujosa marca. “Los diseños llegaban desde Italia y había que hacerlos perfectos, pero en recompensa nos pagaban muy bien”, cuenta Claudio Godoy, uno de “viudos” de Gucci.
Pasaron susto cuando la marca italiana decidió poner fin al subcontratos con ellos. Pero entonces, no les quedó otra que empezar a trabajar por su cuenta para vender al detalle y a las boutiques del barrio alto, interesadas por la buena factura de carteras, billeteras y cinturones.
El marroquinero Manuel Cordero dice que no ha sido fácil. “No nos hemos preocupado por agruparnos. Incluso, hace un par de años surgió la idea de hacer una escuela de marroquinería, porque el oficio se está perdiendo. Lo malo es que hasta la fecha no hemos concretado nada”, cuenta. Hoy, para diferenciarse, Manuel hace, además, bandejas, individuales, banquetas y espejos con marcos de cuero.
Todos saben que unas varias cuadras más arriba, en el sector oriente, sus productos se transan a mayor precio. “Una clienta me contó una vez que las carteras que yo les vendía a $ 70.000, allá las ofrecían en $ 700.000”, dice Godoy. Y afirma que él mismo lo corroboró después.
La invasión de productos chinos a mediados de los 90 no les hizo ninguna gracia a estos artesanos. Uno de ellos, Godoy, quebró. Pero su colega Raúl Vásquez, quien tiene su taller en el primer piso de la casona, asegura que “la gente está volviendo poco a poco al cuero, por su nobleza”.
Pese a las dificultades continúan con esta tradición y adelantan que para la próxima primavera estarán renovados. “Ya estamos pintando y refaccionando esta antigua casa para tener tiendas más bonitas donde atender a nuestra clientela”, adelanta Vásquez.