Nueva carta de inundación para Viña-Valparaíso, ¿qué hacer con un tsunami?
Por Rosanna Cáceres, Estudiante Arquitectura UC
Los sucesos ocurridos tras el terremoto del Maule 27F y el de Japón (Marzo 2011) dejaron en evidencia el déficit de una política urbana atenta a la ocurrencia de un tsunami. Esto se manifiesta tanto por la falta de una cultura de reacción ante la posible salida del mar en algunos poblados, como por la magnitud del daño a diversas construcciones, especialmente respecto a las viviendas.
Ante la controversia por la reconstrucción de estos poblados y la posibilidad de la ocurrencia de un terremoto de similar o mayor magnitud en otros sectores del país, se han tomado diversas medidas, desde la creación de macro planes urbanos, la implementación de señalética y la realización de mega simulacros en algunos sectores costeros, entre otras.
El 20 de Abril, el Shoa entregó la carta de inundación para las zonas de Viña del Mar y Valparaíso, considerando un posible terremoto de magnitud 9 en la escala de Richter, lo que dejó en evidencia que acualmente cerca de un millón de personas vive/transita diariamente por las zonas de riesgo. ¿Qué medidas se debe tomar en este tipo de ciudades? ¿Cómo se genera una cultura alerta e informada ante las probabilidades de un tsunami?
Todas aquellas medidas se basan en un instrumento elaborado por el SHOA a partir del año 1997: el Proyecto CITSU (Cartas de inundación por tsunami), en las cuales se espera definir los niveles de inundación máximos esperados ante la ocurrencia de un sismo tsunamigénico. En términos generales, para realizarlos utilizan una serie de modelos matemáticos basados en los datos históricos de tsunamis anteriores. Tras el 27F, el SHOA comenzó un proceso de ajuste de las cartas de inundación para todas las costas de Chile, empleando software y hardware creados en Japón y Hawai, y utilizando los datos más desfavorables conocidos.
En el caso de Valparaíso y Viña, la carta que se dio a conocer el 20 de Abril, se elaboró utilizando el modelo de simulación numérica COMCOT y consideró el máximo nivel de mar pronosticado. Además, se basó en el registro del terremoto de 1730, que habría alcanzado una magnitud de 9° Richter con un área de ruptura estimada de 500 kms., siendo el único que ha generado un tsunami destructivo en la Bahía de Valparaíso. (Históricamente se tiene registro de que en Chile central han ocurrido 4 tsunamis: 1730, 1822, 1906 y 1980).
Al comparar esta carta con la anterior (1999), referida al sismo de 1906, se hace evidente la diferencia del área inundada, y se torna preocupante cuanta población podría verse afectada. Incluso como en la nueva carta se diferencian las profundidades de los sectores inundados, se puede estimar con mayor exactitud la magnitud del posible daño, de modo que se cuenta con más herramientas para enfrentar la catástrofe.
Frente a esta clara evidencia ¿Qué medidas vamos a tomar? Actualmente cerca de un millón de personas vive/transita diariamente por las zonas de riesgo, por lo cual no se puede considerar esas zonas como riesgosas y planificar parques de mitigación, como se ha hecho en algunos balnearios afectados por el 27F, tampoco es posible erradicar a la gente de las viviendas o cambiar las formas de edificar, ya que las construcciones siguen en pie. ¿Cómo nos anteponemos al desastre? ¿Es posible evitar la destrucción de un tsunami, o amortiguarla?
En las costas japonesas se contaba con diversas medidas de mitigación, como por ejemplo grandes murallas en las costas, muchas de las cuales fueron arrasadas por la fuerza del mar durante el último maremoto, sólo aumentando su fuerza destructiva. Frente a esto y considerando la cultura de los pueblos que viven del mar, puede que la solución vaya mas por el lado de la cultura de reacción frente a un posible maremoto, generando protocolos de evacuación adecuados y creando vías de evacuación y puntos seguros con la señalética adecuada. La nueva carta revela que en Valparaíso y Viña, entre 300 mil y 2 millones de personas podrían verse afectadas, considerando a los que viven a y a los que transitan por el sector durante el año. Considerando que muchos de estos pueden ser turistas, las medidas a realizarse deben ser transversales y adecuadamente difundidas, de modo que toda la población pueda protegerse sin esperar un llamado oficial.