Carta de la semana: “Santiago, ciudad inundable”
Los anegamientos en la ciudad son un problema latente de cada invierno. Si bien hay zonas que han mejorado su infraestructura, otras aún están a la espera de mejoras, tal como ocurre en el sector poniente de Santiago. Ésto no sólo incomoda a quienes deben circular por las calles inundadas, sino que resalta las diferencias urbanas entre distintos puntos de la misma urbe y acentúa la falta de planificación con la que se construyeron avenidas, calles y pasos bajo nivel.
En la carta seleccionada de esta semana, el académico de la Universidad de Santiago, Jonás Figueroa Salas, aborda la realidad que viven los habitantes de la zona sur de la capital, cada vez que ocurre un frente de mal tiempo, puesto que las áreas pavimentadas impiden que el agua sea absorbida. A esto agrega que el nuevo proyecto de expansión urbana del Plan Regulador Metropolitano de Santiago (PRMS 100), considera como terrenos urbanos los que, en su opinión, tienen riesgo de inundación.
Aquí podrás leer la carta enviada por el académico de la Usach, Jonás Figueroa Salas, al diario La Tercera.
Señor director:
El patrón de ocupación del valle central de Chile -ciudades situadas en las cercanías de los cerros precordilleranos junto a ríos alimentados por deshielos andinos-, constituye un factor de vulnerabilidad por los impactos que generan los fenómenos climáticos: aluviones, crecidas fluviales e inundaciones.
Desde los tiempos coloniales, Santiago se inunda cada cinco o 10 años producto de las crecidas que registra el río Mapocho. A lo largo de la primera mitad del siglo XX, el sector sur de la ciudad sufre anegamientos por los desbordes de los canales de riego que llevan las aguas del río Maipo a los terrenos agrícolas. Aún es posible encontrar las huellas de estos trazados, que transforman el extremo sur de la ciudad en una zona inundable. Después de ello, el aumento de la superficie cubierta por hormigón y asfalto promovido por la extensión de la ciudad ha restado suelo propicio para la infiltración de las aguas, cuestión que convierte las calles en canales y las zonas bajas, en lagunas.
Si ayer la ciudad se inundaba después de 60 milímetros de precipitación, hoy lo hace con apenas 10 milímetros que caen a lo largo de un día de lluvia, tal como lo hemos comprobado con inquietud en las últimas semanas. A los miles de dólares gastados en la construcción de colectores subterráneos durante la Concertación, se opone una realidad que indica que la ciudad continúa anegándose.
Esto se agravará en el futuro, al constatar que al menos el 60% del nuevo suelo urbano clasificado por PRMS100, se encuentra sujeto a riesgos de inundación.
Jonás Figueroa Salas