Ciudades prêt à porter: estrategias para planificar territorios en mutación
Las ciudades argentinas tienen orígenes diferentes pero crecimientos similares. Cuentan con un núcleo histórico-institucional, con infraestructura ferroviaria a la que se le superponen -tiempo después- las rutas del transporte vehicular. En tanto, la ciudad crece al ritmo de las subdivisiones de las manzanas fundacionales, de las quintas aledañas y de las chacras más próximas, que fueron valorizando la tierra rural y la propia ciudad con relativa autonomía de los servicios públicos. Hoy muchas de esas ciudades forman parte de complejas constelaciones metropolitanas en mutación sobre las que es necesario reflexionar para intervenir con estrategias prêt à porter.
La ciudad es el espacio por excelencia en el que la sociedad se reproduce, donde los asentamientos humanos físicamente se expresan. Y en su proceso de evolución pueden reconocerse varias etapas. La primera de ellas es la expansión: la ciudad crece transformando el suelo rural en urbano. La segunda es la de la consolidación: se ocupan algunos espacios, se abren algunas calles, se construyen viviendas, se tienden servicios. Y la tercera etapa es posible identificarla con la de la densificación: las áreas consolidadas comienzan a crecer en altura.
En favor de una ciudad económicamente factible, que promueva cambios sociales y ambientales progresivos, que ofrezca un espacio público abierto y seguro, nos preguntamos: ¿cómo intervenir en estos complejos territorios de constante mutación? Desde esa mirada, surge una serie de propuestas “listas para llevar”, basadas en herramientas que permiten reconocer, interpretar y actuar en diferentes escalas de abordaje, y en criterios para la formulación de lineamientos estratégicos, programas de actuación e instrumentos de gestión.
Dado que el crecimiento de las ciudades no ha sido acompañado de un desarrollo proporcional en los sectores productivos y en la provisión de servicios e infraestructura básica, el desafío que asoma es dotar de equipamiento urbano (sanitario, educativo, cultural, habitacional, etc.). La oportunidad que ofrece esta escala para la planificación resulta mucho más apropiada para capitalizar las condiciones locales.
Es a partir de los cambios ocurridos en la década del `90 -la privatización de empresas del Estado, la desregulación de la economía, etc.-, que muchas ciudades perdieron su capacidad de desarrollo y, aunado a la creciente mecanización del trabajo rural que intensificaron olas migratorias campo-ciudad sin una adecuada planificación, circunstancias que contribuyeron a que decayeran en su oferta de calidad de vida.
Las ciudades capaces de afrontar esa situación fueron aquellas que encararon estrategias de desarrollo local, desde lo local propiamente dicho. En ese sentido, con una planificación ajustada al territorio, elaborada desde lógicas ascendentes (de abajo hacia arriba) y siguiendo estrategias de gestión y de financiamiento, las ciudades deben posicionarse regionalmente.
Propuestas “listas para servirse y llevar”
En este escenario, con un tipo de ciudad que se expande y densifica, que articula su tejido, que prioriza su carácter, que apuesta al desarrollo local, que establece relaciones de poder y que consagra marcas simbólicas, surgen diferentes propuestas “listas para llevar” o “prêt à porter”, focalizadas en lineamientos tales como: (a) estrategias para el desarrollo local; (b) formulación del modelo territorial; (c) formulación de programas prioritarios; y (d) formulación de instrumentos de gestión.
a. Estrategias para el desarrollo local
La idea de “estrategia” refiere al conjunto de acciones y de decisiones secuenciadas en el tiempo, que conducen al logro de determinados objetivos. Actuar estratégicamente significa también otorgarle viabilidad a esas operaciones. El concepto deriva de las disciplinas militares y alude a la rivalidad entre fuerzas desiguales, donde la victoria no depende de la fortaleza de alguna de las partes sino de la precisión en el planteo de sus movimientos.
Por otro lado, “desarrollo” es un concepto asociado a la fórmula fordista de industrialización-urbanización, que en la actualidad se focaliza -más que en el crecimiento- en el progreso económico y en la construcción de ciudadanía. Este desarrollo es “local” en tanto el gobierno municipal, en virtud de sus competencias y proximidad a la comunidad, se convierta en actor principal.
La idea de desarrollo local deviene así en la utilización de herramientas que incrementen la competitividad económica, la cohesión social, la sostenibilidad ambiental y la capacidad de gestión innovadora y adaptativa, indispensables para toda estrategia de intervención sobre el territorio. Mejorar la organización política, la gestión económica, los canales de participación y articulación entre actores, así como fortalecer las instituciones, optimizar los procesos de gobierno y los instrumentos de intervención, son algunas estrategias que conducirán a un mayor desarrollo local.
b. Formulación del modelo territorial
El modelo territorial es una herramienta que permite espacializar las estrategias de desarrollo local a ejecutar. Con lo cual, define operaciones territoriales en función de las problemáticas que afectan, a las oportunidades que ofrecen, a los actores que participan.
Para formular un modelo territorial coherente con la realidad, que responda a una visión del territorio compartida, con objetivos consensuados, debe generarse una visión de ciudad deseada. En tal sentido, es necesario trabajar sobre escenarios que pongan de relieve distintas alternativas de desarrollo local, a partir de los recursos disponibles y de los resultados predecibles en cada caso.
Contar con información de base y someterla a discusión ciudadana será fundamental para la elección de un modelo territorial compartido y consensuado. Los términos de su materialización tendrán que ser aceptados y apropiados por todos los actores participantes, y requerirá que tales actores acuerden sobre el rol que deberán jugar en el proceso, qué ganarán, qué cederán.
c. Formulación de programas prioritarios
Para la materialización del modelo territorial se requieren instrumentos capaces de diseñar aquellas operaciones que resuelvan de manera directa un problema determinado. Tales instrumentos son los programas de actuación y -en un mayor nivel de desagregación- proyectos ejecutivos. Con la cartera de programas y de proyectos se podrá implementar la estrategia acordada. Estas versátiles herramientas deberán surgir como consenso de instancias participativas. Algunas serán consideradas prioritarias y otras, en otro orden de ejecución.
Para la definición como prioritario de un programa o de un proyecto, además de la urgencia señalada por el conjunto de actores, se requiere de su validación técnica, política, económica, financiera y de factibilidad en el corto, mediano y/o largo plazo. En cuanto a su alcance, podrá buscar revertir situaciones de extrema gravedad así como también generar sinergias sobre un amplio espectro de problemáticas o de oportunidades de desarrollo.
En consecuencia, intervenir un territorio requiere de un conjunto de instrumentos que le den forma al proceso y efectividad a los resultados esperados. Y son los que permitirán llevar adelante la intervención y ejecutar las propuestas. Si el modelo territorial es indispensable para la planificación, los programas y proyectos están dirigidos entonces a la ejecución de tales lineamientos planificados.
d. Formulación de instrumentos de gestión
Así como contamos con instrumentos para la planificación y para la ejecución, también existen otros de gestión para la participación -que promueve el desarrollo de talleres de debate, de audiencias públicas, de encuestas y de consultas ciudadanas-, para el financiamiento -que permite generar o recuperar recursos para la realización de los proyectos-, para la información -que aporta mayor conocimiento a la comunidad local en general y a los equipos técnicos y políticos en particular- y normativos –que proporcionan un marco legal a las acciones encaradas-.
El papel asignado a cada instrumento y su deliberada articulación con otros son decisiones que forman parte de las estrategias adoptadas. En particular, son de decisiva importancia los instrumentos participativos, tanto en las etapas de ejecución de las propuestas, a través del monitoreo y evaluación de resultados, como también en el proceso de planificación. Estos modelos son sustanciales en la medida que otorgarán mayor transparencia a la gestión y visibilidad a las acciones que se encaren en el marco del plan en elaboración.
Por otro lado, brindar información es una compleja tarea que requiere de diseño y planificación. Los canales informativos a utilizar para mantener a la comunidad local actualizada sobre los avances de la intervención serán seleccionados según cuáles sean los medios y de mayor difusión en cada lugar. Es importante entonces evaluar el papel que cumple cada uno de ellos así como su receptividad en la población.
En consecuencia, reconocer cómo evoluciona tendencialmente una ciudad, de qué modo se produce la diferenciación de lugares, cómo enfatizar criterios de sustentabilidad ambiental y cómo dinamizar al sector productivo, permitirá desarrollar propuestas “listas para llevar” que fomenten una ciudad más sostenible, más amigable. Y a través de la aplicación de instrumentos combinados, es posible ejecutar programas y proyectos considerados prioritarios para mejorar la calidad de vida de la población, para generar una ciudad para todos, más saludable, más equitativa, más integrada.