Arquitectos del futuro se cuadran con la educación
En el marco de la XVIII Bienal de Arquitectura , el Concurso Grupo CHC invitó a pensar cómo construir colegios ciento por ciento vinculados a su entorno y sustentables. Aquí, las propuestas ganadoras.
Por Daniela Silva Astorga, El Mercurio
Cuarenta y siete proyectos, de distintas ciudades de Chile, recibieron los jurados del II Concurso Grupo CHC Roca/Wasser de Anteproyectos de Arquitectura. La consigna, pensada para alumnos de arquitectura, fue amplia -“Propuestas para una nueva infraestructura educacional”- y, por lo mismo, compleja. Sin embargo, todos los proyectos fueron de gran calidad y se apegaron a un requisito clave: promover el uso de energías renovables, especialmente del agua. “Todas las propuestas tuvieron gran arraigo en las comunidades locales. Y la discusión fue intensa: el primer lugar se definió por un voto”, dice el arquitecto Pablo Saric, director del certamen.
“Considerando el número de proyectos, en general se advirtió una notable calidad en el manejo del programa educativo, las propuestas constructivas y materiales con acento en la eficiencia, la composición arquitectónica y la pertinencia con los aspectos geográficos”, afirma el curador de la reciente Bienal de Arquitectura, Sebastián Gray, quien integró el jurado junto a, entre otros, Sebastián Irarrázaval, Álex Brahm y Mario Marchant.
Paillaco aferrado a su tierra
Segundo lugar
Pablo Lara, Ignacio Baessolo, Alejandro Guerra y Cristóbal Brieva, todos de la U. Austral, pensaron en Paillaco, una ciudad situada cerca de Valdivia que ha perdido parte de su esencia e identidad por la industrialización del trabajo agropecuario. Mirando eso y los problemas educacionales del campo, idearon un colegio que dejara los prejuicios y fuera un “motor de culturización basado en el arraigo a la tierra y lo propio del sur”, dicen. Así, llegaron a un galpón. A una estructura con un invernadero en su cumbre, y una techumbre que no sólo es capaz de acumular energía solar, sino también agua lluvia. Lo mismo se ideó para los muros, pensando en la sustentabilidad: gracias la pluviometría anual de la zona (2,29 m {+3} por m {+2} ), el colegio tendría absoluto abastecimiento de agua. “Pensamos la estructura como un compuesto mixto de acero y hormigón armado. Y, para el exterior, en grandes placas de policarbonato sólido y traslúcidos móviles, que captan el agua en distintas posiciones según la necesidad del edificio”, explica Lara, uno de los integrantes del grupo que recibió el segundo lugar ($3 millones).
Aguas puras para el río Loa
Primer lugar
Por un colegio técnico medioambiental para el valle Yalquincha, cerca de Calama, los alumnos de arquitectura de la U. de Chile Emanuel Astete y Carlos Fernández ganaron el primer lugar, dotado de $5 millones y una muestra en la próxima bienal.
Su proyecto gira en torno a la gran contaminación que los relaves mineros han generado en el río Loa. Crearon una estructura de dos volúmenes longitudinales que contiene terrazas, basadas en las incas, para purificar el agua. “Son cinco terrazas de humedales. El agua pasa de una en una y se filtra”, comenta Astete. Y Fernández agrega: “Pensamos integrar ese proceso a la educación, porque Calama necesita un colegio técnico medioambiental. Hay mucha demanda. Especialmente de las mineras”.
Junto a eso la dupla planteó, en línea con los sombreaderos típicos de Humberstone, que todo el edificio esté cubierto por una piel de celosías. Y como materia central, eligieron gaviones de piedras del entorno, que tienen gran capacidad aislante. Astete y Fernández ganaron, también, el Concurso CAP 2011. “Estamos planteando un giro para la arquitectura local. Debe responder a las necesidades del lugar, su naturaleza e historia, e implementar tecnología. No de robots, nos referimos a usar los recursos del entorno. Así, los proyectos no se instalan como nave espacial”, concluye Astete.
Aprovechar el viento de Los Vilos
Tercer lugar
Notaron que en un tramo del borde costero de Los Vilos el crecimiento urbano y la construcción de viviendas sociales no iban acompañados de suficiente infraestructura. De esa forma, y ocupándose del viento, los alumnos de la U. Diego Portales Jonathan Cabrera, Hugo Gálvez, Daniela Huaiquiñir y Karin Shulz diseñaron un colegio compuesto por tres estructuras (una por ciclo educativo) y espacios públicos. Y el centro de todo estuvo en la ventilación, en aprovechar el viento cruzado.
“Además del viento, propusimos aprovechar la humedad, a través de mallas que capturen agua para ser reutilizada”, dice Gálvez, quien recibió junto al grupo $1,5 millones.
-¿Ha crecido el interés por la arquitectura sustentable?
“Sí. Pero existe un dilema. Pienso que hay un tema comercial al clasificar como sustentable una construcción que usa energías solares o alternativas. Si bien son súper eficientes y respetables, están lejanas de la economía del ciudadano común. Debemos ser conscientes de eso”, asegura Gálvez.