Columna de Mathias Klotz “¿Reconstrucción?”
Sábado 05 de Enero de 2013, El Mercurio
Qué duda cabe de que vivir en un país sísmico es una característica que nos identifica. Para bien o para mal, en los años de vida promedio de un chileno, es casi seguro que experimentará al menos tres o cuatro terremotos, y que será testigo de las destrucciones y reconstrucciones sucesivas. Esto, que en principio es una amenaza latente, ha sido aprovechado a lo largo de nuestra historia para crear una institucionalidad acorde con los desafíos de cada período, introduciendo cambios y mejoras al sistema. Así fue como nació la CORFO, la Normativa Chilena de Urbanismo y Construcción, y se creó el MINVU.
Por desgracia, luego del último episodio sísmico del pasado 27F de 2010, y pese a las buenas intenciones y a la inmensa preparación de nuestras autoridades, esto no sólo no ocurrió, sino que en algunos casos el remedio ha sido literalmente peor que la enfermedad.
Hemos visto en la prensa los problemas en algunas caletas, debido a que pese a los recursos invertidos, los resultados no responden a la realidad ni a los requerimientos de las comunidades donde se insertan. Incluso en algunos casos se da la paradoja de que luego de la destrucción ha venido una más letal, de manos de quienes están a cargo de reparar los daños.
Tal es el caso del poblado San Juan Bautista en la Isla Robinson Crusoe, donde el Estado está construyendo (entre otras obras) la Municipalidad, bajo el eslogan “Reconstruyendo un Chile Mejor”, con una inversión cercana a los US$8 millones según consta en el letrero publicitario.
Las primeras luces de este desastre anunciado las tuve al ver el Plan Maestro (donado por la AOA), donde se proponía una especie de aldea temática con arquitectura tipo colegio de congregación mexicana. La alerta vino en el poblado, en marzo pasado, cuando pregunté por qué talaban enormes y añosos árboles de la calle principal y me respondieron que era para instalar la COPEC… Respondí qué costaría moverla unos metros, y me contestaron que así figuraba en el plano.
El pasado fin de semana mi sorpresa fue mayúscula al ver una montaña de tierra en la orilla de la bahía Cumberland, y luego enterarme de que se debía al corte de terreno, producto de la construcción del nuevo “Edificio Consistorial”. Se trata nada más y nada menos que de una estructura de hormigón armado, con fundaciones de tres metros de profundidad, emplazada a los pies de las Cuevas de los Patriotas, (Monumento Histórico), en un terreno cuya topografía y escala vecinal no han sido tomadas en cuenta, así como la ubicación, ya que se encuentra en la zona inundable.
Quizás la larga espera por soluciones y la buena fe hayan influido en que autoridades locales no tuvieran más alternativa que tomar estas propuestas estereotipadas, carentes de estudios serios y relación con el contexto. Pero, por tercera vez consecutiva, los “plásticos” (como bien nos llaman a los continentales) hemos perdido la oportunidad, y estamos siendo negligentes con una comunidad en extremo valiosa, con soluciones inapropiadas y dañinas.