Agricultura Urbana: Hacia una “Agri-puntura” Urbana
Por Vanessa Quirk.
Hace algunas semanas, Michael Kimmelman de The New York Times abordó un tema común a la arquitectura y el urbanismo. Dice así: érase una vez, en la década de 1990, la ciudad de Medellín, en Colombia, “la capital del mundo de los homicidios“. Luego, a través de la planificación urbana se conectaron los barrios más marginales a la ciudad. Con esta medida, las tasas de criminalidad cayeron en picada y, contra todo pronóstico, la ciudad se transformó.
Bueno, sí y no.
Lo qué pasó en Medellín a menudo es llamado “Agri-puntura Urbana,” entendida como una forma de planificación urbana que detecta los sectores vulnerables de la ciudad y los re-energiza mediante intervención de diseños. En este sentido, Kimmelman expone que mientras la ciudad ha hecho considerables progresos en su compromiso de largo plazo, la renovación urbana ha dado prioridad a cambios enormes de infraestructura a través de soluciones más pequeñas que realmente podrían atender las necesidades de la comunidad.
La Agri-puntura Urbana no necesita ser cara ni requiere mucho tiempo para ser puesta en práctica, pero sí requiere una comprensión detallada de la ciudad a través de la identificación de puntos vulnerables, escasez de servicios de abastecimiento en determinadas zonas, reconocimiento de posibles puntos de conexión y el desarrollo de áreas útiles para la comunidad.
Entonces, ¿En qué punto se vincula la planificación urbana con la comida? Nuestro sistema alimentario presenta dificultades aparentemente insuperables que podrían ser superadas con un diseño urbano adecuado. Pero ¿y si usamos los principios de la Agri-puntura Urbana para que la agricultura esté presente en la planificación urbana? ¿Qué pasa si usamos paisajes productivos para revitalizar las comunidades abandonadas y así se ayuda a que todos los habitantes tengan acceso a alimentos saludables? ¿Qué pasa si diseñamos nuestras ciudades como puntos de “Agri-puntura Urbana”?
Más detalles a continuación.
La Administración de Alimentos Desert Mirage
Lo que ha ocurrido en Estados Unidos hoy en día es una jerarquización de la salud, donde ciudadanos de bajos ingresos luchan por adquirir alimentos sanos que les permitan conformarse con las tarifas alternativas más económicas, los que sin embargo, los exponen a la obesidad, la diabetes y una serie de otros problemas de salud. Como Michael Pollan señala, sin rodeos, “tenemos un sistema donde los agricultores ricos alimentan a los pobres con malos alimentos y los agricultores pobres abastecen a los ricos con alimentos de alta calidad.”
Muchos han sugerido que la falta de disponibilidad de productos sanos en barrios de bajos ingresos han producido “desiertos alimentarios” que se caracterizan por ser zonas inundadas con servicios de comida rápida ubicados a varios kilómetros del supermercado más cercano, lo que genera parte de nuestra epidemia actual de salud. Sin embargo, estudios recientes sugieren que estos “desiertos” no son más que espejismos que ocultan el verdadero problema.
En relación a esto, The Economist asegura que “ni el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) ni el Instituto de Medicina de las Academias Nacionales han sido capaces de establecer un vínculo causal entre los “desiertos de alimentos” y la salud alimentaria. De hecho, ambos coinciden en que el acceso a la simple mejora de la comida sana no cambia el comportamiento del consumidor. A algunos estadounidenses simplemente no les importa comer una dieta equilibrada, mientras que otros, los que son cada vez más, no pueden permitirse. En los últimos cuatro años, el precio de los alimentos más sanos se ha incrementado en alrededor de dos veces sobre la tasa de la comida chatarra de alta densidad energética. Ese es el problema en su totalidad, en una cáscara de nuez orgánica.”
Si tenemos en cuenta que, en vez de la conveniencia de la ubicación de un servicio alimentario, el precio y el gusto son los mayores determinantes al minuto de adquirir alimentos junto con saber dónde faltan supermercados, las preferencias no son suficientes para satisfacer la demanda. Se trata de una comprensión mucho más matizada de la dinámica de la comunidad, una colección mucho más sofisticada de los datos que conforman un mapa.
Cartografía Culinaria
El auge de las herramientas de mapeo urbano son cada vez más sofisticadas, tales como los Sistemas de Información Geográfica (SIG), que permiten a los planificadores ver las ciudades de acuerdo a una intención particular, como encontrar terrenos baldíos (o “parcelas remanentes”, en palabras de Nicolás de Marchaux), para visualizar las leyes de zonificación, o incluso obtener una mejor comprensión de la ciudad de topología.
Pero, ¿cómo se puede realizar un mapeo de la ciudad utilizando como métrica la disponibilidad de alimentos? Algunos ya han comenzado a partir del trazado de granjas, la identificación de los desiertos de alimentos y el acortamiento de distancias. Pero, ¿que ocurriría si cambiamos el enfoque de la ubicación y lo trasladamos a los problemas de las articulaciones de la desigualdad económica y la ineficiencia?
Nuestro sistema alimentario se sustenta en el traslado diario de millones de toneladas de alimentos a la ciudad y, un tercio de ella se convierte en desechos, a pesar de dejar a millones con hambre. Ahora cabe cuestionarse, ¿podemos identificar a las comunidades más afectadas por el hambre? ¿En qué momento se desperdician la mayoría de los alimentos? ¿Dónde se establecen los jardines comunitarios y mercados de agricultores en las ciudades? ¿Qué ocurre con las altas tasas de obesidad y diabetes? ¿Repercute en ellas la falta de áreas verdes públicas y la poca educación nutricional?
Desde la recolección de datos, su integración, la cartografía y el análisis de ellos, esta tarea estaría lejos de ser fácil. Sin embargo, mediante la integración de estos datos en un mapa interactivo junto a una narración de la historia de la salud de la ciudad, se pueden determinar los puntos más necesitados de intervención agrícola.
Frente a una “geografía de ninguna parte”
A finales de 1990, Magic Johnson y su socio de negocios Kenneth Lombard decidieron que iban a utilizar su influencia para atraer inversiones de empresas de alta calidad a las comunidades marginadas en donde se concentraba la mayoría de los afro-americanos, hispanos y asiáticos. En 2004, la pareja ya había introducido cinco Cines Loews, 57 Starbucks, dos TGIFs y 15 centros de préstamos para vivienda.
Al igual que en Medellín, la iniciativa contribuyó a legitimar estas comunidades ante los ojos de las empresas y de los propios ciudadanos locales. Al mismo tiempo, el proyecto también introdujo empresas que en un principio no tenían una conexión real con el carácter de las propias comunidades en donde se establecían, lo que generaba una gentrificación con un frágil “monocultivo”, es decir, una “geografía de ninguna parte”.
Aquí es donde entra en juego la labor del “agri-punturista urbano”. Su trabajo no consiste en imponer una solución de diseño, pero para llegar a una, se debe realizar a través de un diálogo interactivo con la comunidad.
En el diseño de puntos de Agri -puntura, la forma y ubicación puede variar de acuerdo a la necesidad – desde un cambio de imagen a pequeña escala del mercado, hasta un supermercado brillante tipo Edible Schoolyard – pero la clave siempre radicará en diseños que beneficien directamente a la comunidad y logren integrarse con ella, porque mientras la Agri-punctura Urbana no puede forzar la priorización individual de la salud para los gobiernos, sí puede fomentar la participación comunitaria en la producción de alimentos saludables y asequibles.
Hacia una Agripuntura Urbana
La Agri-puntura Urbana tiene como objetivo revitalizar y legitimar las partes de una ciudad a menudo abandonadas, descuidadas y, en algunos casos, incluso a punto de ser demolidas. El cumplimiento de su función revitalizadora influye en la ciudad como conjunto cuando los arquitectos y urbanistas pueden identificar los puntos conflictivos de la ciudad y los solucionan a través de opciones reales para la comunidad que permitan el uso de las zonas productivas que entrega la Agri-puntura Urbana mediante su tremendo potencial.
En una nación donde las ciudades se han segregado por una “jerarquía de la salud”, un poco de Agri-puntura Urbana no sólo podría comenzar “el diseño de la distancia” entre nosotros y los alimentos, sobre todo cuando el incumplimiento es más evidente, sino que podría ayudar a revitalizar las comunidades que están muriendo lentamente por la falta de alimentos sanos y asequibles.
Vía Archdaily.com