La fiesta del barrio Yungay cumple 170 años
En el siglo XIX la conmemoración de la Batalla de Yungay se transformó en un verdadero carnaval, espíritu que los vecinos hoy intentan recuperar.
De que hay chaya, la hay. Desde mediados del siglo XIX hasta hoy, los vecinos del barrio Yungay cada 20 de enero salen a la calle y se tiran confetis. Hubo un tiempo en que también se lanzaban agua o harina. Desde 2008, lo que era un acto aislado y espontáneo posterior a la tradicional celebración del Día del Roto Chileno, con orfeón del Regimiento Buin y capellán militar bendiciendo ofrendas florales, se transformó en un carnaval de comparsas de tambores, bailarines y chaya.
“Nos reapropiamos de la fiesta. En los 90, no había mayor participación de la gente del barrio”, apunta José Osorio, integrante de la agrupación Vecinos por la Defensa del Barrio Yungay, quienes desde 2008 coordinan los tres días de celebraciones.
Luego de funcionar un par de años con un escenario paralelo al oficial, donde iban rotando vecinos ilustres, como Mauricio Redolés, Chico Trujillo o JuanaFe, finalmente fueron ellos quienes se hicieron cargo de la organización. “Los que más preguntan son los inmigrantes del barrio. Para ellos la fiesta es una reminiscencia de lo que dejaron en sus países, porque Chile es el único país de Latinoamérica que no tiene carnaval”, dice Osorio.
Así como nadie sabe quién denominó “roto” a la estatua esculpida por Virginio Arias que corona el centro de la plaza desde el 7 de octubre de 1888, tampoco se sabe a ciencia cierta cómo ni cuándo la conmemoración de la Batalla de Yungay -acontecida el 20 de enero de 1839 y que puso fin a la guerra contra la Confederación Perú-Boliviana- se convirtió en una fiesta popular.
Se conservan documentos que datan de 1850 con la programación de “las fiestas religiosas del XI aniversario de la Batalla de Yungay”, la que duraba tres días, tenía parada militar, fuegos artificiales y contemplaba cortes de calles para carretas y carruajes en el radio de las celebraciones.
Según el historiador Leonardo Mellado, la fiesta fue legal desde un principio: “Era una fiesta permitida por el Estado como una forma de incorporar al pueblo en el concepto de Estado Nación por medio de la exaltación patriótica de este personaje que hizo triunfar al Ejército chileno en Perú”. Agrega que el himno de Yungay fue por mucho tiempo un “segundo himno nacional”.
Para el sociólogo de la agrupación patrimonial Cultura Mapocho, Luciano Ojeda, hay que diferenciar entre la celebración oficial de la batalla y la fiesta popular. “Está documentado que ya había celebraciones a mediados del siglo XIX. Las calles Sotomayor y Cueto se cerraban con un cerco de tablas y se instalaban fondas, en las que se vivía una ‘algarabía muy criolla’, o sea, había mucho alcohol e incluso hechos de sangre”, explica. A juicio de Ojeda, la conmemoración bélica era una excusa para el jolgorio popular.
Esteban Méndez, miembro del colectivo Chinchintirapié, que desde 2008 forma parte de los festejos, señala: “A fines del siglo XIX y principios del XX en Santiago existían los carnavales de chaya, donde la gente se tiraba agua o harina. Era la continuación del espíritu de los carnavales que fueron prohibidos por O’Higgins y Portales”.
En el libro ¡En tiempo de chaya nadie se enoja!, de Maximiliano Salinas, se dice que las celebraciones duraban hasta altas horas de la noche y concluían con pies de cueca. Se realizaban desde el 20 de enero hasta mediados de febrero. También constata que las autoridades, si bien no les gustaban, las permitían con resignación.