Cómo las playas se convirtieron en el lugar de veraneo por excelencia

Por SEBASTIÁN SOTTORFF, El Mercurio

Colección del Archivo Cenfoto-U. Diego Portales:

La popularización de los balnearios nacionales se generó de la mano con el desarrollo urbano y hoy los de antaño son una postal prácticamente irreconocible.

Hace poco más de cien años, ir a la playa no era una costumbre de los chilenos. De hecho, la lejanía de los balnearios, sumada a la poca elegancia de mojarse con el agua de mar, eran factores que pesaban entre las personas que antes que la arena preferían pasear en campos o fundos de todo el país.

Sin embargo, la moda que se originó en Inglaterra, motivada como un nuevo concepto de higiene, llegó a las playas criollas en el último cuarto del siglo XIX, y desde entonces sólo creció.

Fue precisamente dicho lugar el que se perfiló como la alternativa al fundo tradicional para la aristocracia capitalina y el que dio inicio a la costumbre de veranear en el país.

“El balneario, en un principio, era un panorama netamente de élite, pues no existía un marco legal de vacaciones pagadas. Hay que considerar, por otra parte, que irse a la playa, por lo menos para los habitantes de Santiago, era un viaje que requería de tiempo y de un cierto presupuesto. Los dos fueron bajando con el tiempo con la democratización de la práctica del balneario, pero también con la mejoría de los transportes”, explica Solène Bergot, historiadora y encargada de archivo del Centro Nacional del Patrimonio Fotográfico, que es patrocinado por la Universidad Diego Portales.

Dicha entidad conserva más de 60 mil imágenes ligadas a la historia nacional, que van desde escenas cotidianas a fotografías que atestiguan el cambio de las ciudades chilenas.

En el caso de los balnearios, dan cuenta de un desarrollo sustancial, sobre todo en las urbes costeras, como Viña del Mar, que ahora es una metrópolis consolidada.

La colección refleja las costumbres de quienes llegaban hasta las playas. Si antes los visitantes se aventuraban hacia el mar porque era “una práctica saludable”, con el paso de los años tomó además un valor recreativo y se convirtió en el actual epicentro estival.

Antofagasta, 1935Con el paso de los años, los veraneantes comprendieron el sentido recreativo de las playas. Surgieron así los picnics, los deportes acuáticos y los juegos practicables en la arena. La idea del bronceado también se reforzó cuando el siglo XX ya estaba bastante avanzado, pues hasta 1920, aproximadamente, el canon de belleza promovía una piel absolutamente pálida.

Concón, 1935El desarrollo urbano llevó consigo un avance en términos de infraestructura y transportes. La avenida Borgoño, en Concón, se construyó en la década del 30 como un camino costero que unió este balneario con Viña del Mar. Esta imagen, tomada hace 78 años, capta un panorama que hoy es totalmente diferente, ya que dicha vía está totalmente colmada de viviendas, comercios y edificios.

Constitución, 1910A principios de siglo las familias llegaban hasta el borde costero en sus carruajes. Además del decoro que las niñas tenían que exhibir en la arena, pues los trajes de baño eran prácticamente inexistentes, la idea de aventurarse mar adentro casi no existía en la sociedad.

Playa Miramar, 1910Cuando la Ciudad Jardín entró en boga, a partir de la segunda década del siglo XX, las solitarias playas viñamarinas comenzaron a poblarse. Las primeras casas tenían un aspecto más rudimentario, pero con el tiempo las familias empezaron a invertir en propiedades más amplias. Las viviendas de esta ciudad se denominaban “chalets” y eran diseñadas para recibir a una familia, con el servicio doméstico incluido, por dos o tres meses al año.

Cartagena, 1925Cartagena es el perfecto ejemplo de una ciudad cuyo acceso se facilitó con el tiempo. Nació como balneario a fines del siglo XIX y estuvo de moda entre las familias de mayores recursos. La llegada del ferrocarril a la ciudad, en 1912, marcó un quiebre, pues la aristocracia emigró a otras playas, siempre en búsqueda de exclusividad. Así, las casas se fueron desocupando para dar paso a las viviendas de menores dimensiones.