Las huellas urbanas de los juegos olímpicos: Londres 2012
Por Darío San Cristóbal, Licenciado en Geografía, Universidad de Buenos Aires1 .
Desde los diversos ámbitos de la vida, cuando comienza un año, intentamos mirar hacia atrás y reflexionar en forma retrospectiva sobre qué experiencias y situaciones a lo largo de los 365 días anteriores resultaron más y menos satisfactorias, como tratando de hacer un balance que nos permita reflexionar acerca de los momentos que marcaron la agenda en el último año. En esta línea, me parece interesante recuperar en clave urbanística lo que fue la manifestación territorial del evento y espectáculo deportivo más importante del mundo: los juegos olímpicos.
Desde el 26 de julio hasta el 12 de agosto del 2012 se llevó a cabo en el Área Metropolitana de Londres el trigésimo juego olímpico de la historia, y el tercero en esta ciudad. No hablaré en esta nota de Usain Bolt, Michael Phelps, Emanuel Ginóbili, Roger Federer, Felix Sánchez, Anna Chicherova y tantos otros brillantes atletas que compitieron en este extraordinario evento mundial; sino que intentaré revisar esta experiencia en torno a algunas muy generales condiciones urbanas que en materia de planificación se observaron para el despliegue del juego olímpico. E indisociablemente de este ejercicio, vale la pena pensar en cómo la planificación de un acontecimiento de estas características, puede influir en la vida de las ciudades, dejando huellas y testimonios en la geografía de un lugar.
Al este del área metropolitana de Londres fue donde encontramos la novedad urbana del juego olímpico: Stratford, distrito sobre el cual se desplegaron y articularon las acciones centrales de planificación del evento. Conocido como el “East Side” londinense, Stratford fue el nodo fundamental del juego olímpico, ya que sobre este sector se localizó el Parque Olímpico. Esta especie de parque temático deportivo se desarrolló en una impactante área de casi 60 hectáreas, sobre la cual se edificaron el estadio olímpico, la villa olímpica (el conjunto de viviendas donde se hospedan los atletas de todos los países), diversos estadios para la mayoría de las disciplinas deportivas que se llevaron a cabo, y un enorme centro comercial con múltiples unidades funcionales basados en la presencia de hoteles, espacios gastronómicos y una regulada actividad comercial en los ejes peatonales públicos y de comunicación interna a lo largo del parque olímpico. Las numerosas transformaciones urbanas desarrolladas en el este londinense, ya marcaron un antes y un después para el urbanismo de Londres, tal como sucedió en Barcelona y en otras ciudades más, en donde la huella olímpica se proyectó en una valorada huella urbana.
Hasta la decisión del Comité Olímpico Internacional de asignarle a Londres la planificación y desarrollo de los últimos juegos olímpicos, el paisaje urbano de Stratford se presentaba parcialmente como un testimonio material de lo que fue el proceso de desindustrialización del área, a partir de los cambios acaecidos en la década de 1970, en el marco de las transformaciones productivas de Occidente y el mundo. Si bien escapa a estos apuntes las dimensiones económicas inmobiliarias en torno a la puesta en valor de esta área, lo que cartográficamente y presencialmente en el terreno se observó fue una transformación urbana profunda, apoyada en la multidimensionalidad de los criterios expresados en el plan quinquenal de sustentabilidad social lanzado en el año 2007.
Principios basados en la biodiversidad, la inclusión social, un estilo de vida arraigado a la importancia del deporte para la salud y la interacción social, la utilización razonable de los residuos, y la apropiación del discurso en torno al eventual cambio climático, fueron algunos de los estandartes del plan citado para justificar y apostar a la renovación territorial de Stratford. En este contexto de trabajo, se conocieron por ejemplo acciones llevadas a cabo de recuperación ecológica de los residuos a partir de la utilización del 80% de los escombros de áreas demolidas y la reutilización del 97% de las toneladas de basura para la construcción del parque olímpico.
Al igual que lo sucedido en Barcelona o en Sidney por ejemplo, las villas olímpicas son una de las huellas que son consideradas en estrecha relación entre el urbanismo y los juegos olímpicos, y también sustento local para conseguir el apoyo ciudadano de las candidaturas de las respectivas ciudades. En el caso puntual de Londres, la villa olímpica utilizada por los atletas hace cinco meses se encuentra en un proceso de transformación y readecuación en complejos de 2.800 viviendas sociales para los residentes de Londres. De la misma forma, el estadio donde se llevó a cabo la primera fase de las competencias basquetbolísticas se convertirá en la base de la conformación de un distrito financiero. Y así el master plan de Stratford contempla para el cercano y mediano plazo, de antemano, una serie de proyectos estratégicos para el distrito en cuestión.
Uno de los aspectos más importantes que merecen ser enfatizados es que las acciones y procesos de renovación urbana de Stratford tuvieron en la respectiva estación el centro geográfico de las transformaciones urbanas desarrolladas en el “East Side”. Sobre esta estructura se orientaron previamente y se llevaron a cabo un conjunto de iniciativas, que se potenciaron en el marco de una articulación lógica entre la ciudad y la movilidad, más allá de la propia presencia de la infraestructura en sí. El caso de Stratford reforzó y aportó un nuevo ejemplo acerca de cómo el rol de los modos guiados y sus infraestructuras puede resultar estratégicas en la orientación de los usos de suelo de las áreas metropolitanas, a través de procesos de densificación y valorización residencial, comercial y productiva del territorio.
Un último párrafo lateral merece ser destacado con respecto a las cuestiones vinculadas al transporte y la movilidad observada en los juegos olímpicos de Londres, en donde se presenció un claro ejemplo de gestión de la movilidad, a través del trabajo con los actores. Uno de los éxitos de los juegos olímpicos fue prácticamente la exclusión casi total de los viajes en automóvil particular en torno a los ejes urbanos en donde se desplegaron las actividades deportivas. Los millones de visitantes, los residentes, las miles de personas que trabajaron para que se pudieran llevar a cabo los juegos, como los atletas de diferente envergadura, fueron protagonistas y testigos de un sistema de transporte público que respondió y absorbió casi en su totalidad y en forma satisfactoria a la demanda estacional que se generó durante el período olímpico. La movilidad se había transformado en un asunto de Estado en Inglaterra, ante alarmas mediáticas previas al inicio de los juegos que indicaban que el sistema podría “colapsar” ante la enorme cantidad de viajes que se generarían durante los días de mayor actividad deportiva. No obstante, fueron la planificación y la comunicación las dos herramientas que mediante diferentes estrategias resultaron aliadas determinantes para que la experiencia olímpica en Londres apruebe a nivel deportivo y urbanístico.
Si bien para la gran mayoría de la población mundial que siguió con mucha expectativa los juegos olímpicos, estos ya son parte del pasado, para los londinenses y los especialistas en planificación urbana, este evento dejó huellas y la confirmación de que los juegos olímpicos en el siglo XXI pueden pensarse como instrumentos de desarrollo urbano para las áreas metropolitanas que cada cuatro años se disputan ser las anfitrionas del lugar donde todos los deportistas sueñan con estar.
- Viajó a los Juegos Olímpicos de Londres como analista y aficionado de la selección argentina de basquet [↩]