El primer paseo peatonal con estilo
Por Vanessa Díaz B. Centro de Documentación, El Mercurio. (24/03/2013)
Aunque hoy cueste creerlo, entre los principales opositores al proyecto de convertir la calle Ahumada en paseo peatonal se contaron los comerciantes: creían que terminarían arruinados .
Hacia finales de los años setenta la actividad comercial que empezó a surgir en la comuna de Providencia amenazaba con terminar con el reinado del centro de Santiago como lugar de atracción para instalar negocios, tiendas y arrendar oficinas.
Consciente de esa realidad, el alcalde de ese entonces, Patricio Mekis, decide comenzar con las faenas que renovarían el centro; para esto, la ayuda y el aporte en dinero de los vecinos y comerciantes de la comuna fue fundamental, tal como lo manifestó el edil en el discurso de inauguración del Paseo Ahumada: “Un comerciante de chocolates entregó más dinero del que Sideco había fijado como cuota, muchos fueron generosos, pero otros mostraron su reticencia y egoísmo”.
Y es que la obra -que tuvo un costo final de $15.435.000 de la época- no fue bien recibida por todos los sectores. Algunas de las críticas tenían relación con las aglomeraciones que se producirían, además del temor de los locatarios de quedar en la ruina por las bajas ventas que obtendrían durante los trabajos de remodelación.
También se cuestionó fuertemente el color de los postes, la forma de los bancos, la calidad del piso y el tamaño de las jardineras. Sin embargo, Mekis se defendía señalando que “lo importante es que el Paseo Ahumada ha quedado bonito, amplio y equilibrado”.
Pese a las quejas, el 22 de noviembre de 1977 se corta la cinta tricolor que declaró inaugurado el nuevo paseo peatonal, que tenía como principales atractivos quince mil plantas alrededor de la calzada y cuatro fuentes de agua, las que por la noche contaban con juegos de iluminación.
Para cuidar y convertir Ahumada en el principal atractivo de la comuna, el municipio prohibió el comercio ambulante, indigentes, lustrabotas, rifas y altoparlantes.
Los únicos vendedores que podían permanecer en la calle eran los maniceros, quienes debían vestir uniforme color guinda seca, consistente en un gorro y chaqueta de igual tono.
Al poco andar, y debido a desordenes protagonizados por estudiantes que celebraban la “fiesta de la primavera”, además del desacato de algunos comerciantes, se hizo necesario reglamentar el “uso” del Paseo Ahumada. Mediante una ordenanza municipal se impedía, entre otras cosas, exponer la mercadería fuera de los locales o formarse filas de personas fuera de estos, asimismo debían adaptar sus vitrinas a la exhibición de productos “cuya calidad enaltezca el espíritu comercial y empresarial del país”.
Transcurridos más de treinta años desde su inauguración, Ahumada continúa siendo la principal arteria peatonal de los santiaguinos y punto de atracción para turistas.