La delicada y lenta faena de limpiar los escombros de la bahía Cumberland
Por MAURICIO SILVA, El Mercurio
Buzos de Robinson Crusoe han retirado 225 m {+3} de materiales:
Últimos vestigios submarinos de la catástrofe de 2010 son motivo de preocupación ecológica y emocional.
Frente a la isla Robinson Crusoe del archipiélago de Juan Fernández, el fondo del mar aún guarda vestigios de la destrucción del poblado de Juan Bautista que causó el maremoto que el 27 de febrero del 2010 que arrastró medio centenar de casas y mató a 16 personas.
Campañas de limpieza de la Armada y los propios habitantes han permitido retirar el grueso de los escombros, sobre todo los de mayor tamaño.
Pero entre las colonias de coral negro y anémonas siguen desperdigados restos de enseres de las viviendas arrasadas.
Los objetos que antaño eran de uso diario, como sanitarios, hervidores y electrodomésticos, hoy están deteriorados por la salinidad del mar. Esto ensucia los senderos submarinos que siguen los buzos deportivos. La zona es uno de los sitios preferidos para el buceo en el país.
Entre los residentes del poblado de Juan Bautista hay inquietud por el impacto ecológico y turístico de esta situación.
Los pescadores de la zona están preocupados porque tras el maremoto proliferó en la bahía un alga verde conocida como lechuga de mar (Ulva sp.). Atribuyen su presencia a la suciedad que causan los escombros. Temen que, a futuro, esto pueda alterar el ecosistema que sustenta la abundancia de langostas, vidriolas y brecas, pilar de la economía local.
El alcalde de Juan Fernández, Felipe Paredes, también manifestó su preocupación por el efecto emocional la presencia de estos escombros.
“Nos ha ocurrido que en algunos de los temporales de invierno se varan estos restos en las playas. Mucha gente que va caminando las reconocen. Es un tema emocional fuerte pues revive la tragedia que se estaba superando”, asevera.
Carteras, zapatos y otros objetos que llegan hasta la orilla son claramente identificables por sus dueños. El impacto es mayor cuando se relacionan con algunas de las víctimas más pequeñas, como peluches y juguetes.
Las visitas domiciliarias del plan de reparación emocional en la isla han constatado que estos episodios generan severos retrocesos en los pacientes.
“Una vecina que vive frente a la playa recoge una y otra vez cosas que ella perdió en el tsunami (…) Es revivir una y otra vez la tragedia”, explica Gloria Bermúdez, sicóloga del programa.
Campañas de limpieza
En diciembre de 2010, la Armada terminó un trabajo de 10 meses en que retiró 10.500 toneladas de escombros. Los buzos locales, en tanto, realizaron dos campañas, una a fines de 2010 y otra en el último verano, en las que retiraron 225 m {+3} de escombros en una superficie de 65 mil m {+2} de bahía Cumberland.
“Es el buceo más triste e ingrato”, explica el buzo Germán Recabarren que lideró esas faenas, pues en el fondo del mar los objetos también son identificables: “Como el televisor o el equipo LCD del que estaba orgullosa una amiga, y que ahora se encuentra colonizado por la flora marina”.
Ellos descienden hasta 20 metros de profundidad, recogen los escombros y los depositan en un chinguillo o bolsa de red. Cuando son muy grandes, se ajusta la bolsa a los globos de levante. A bordo de los botes “Ñato Julio” y “Galileo” la tripulación va izando el cargamento con su propia fuerza. “La faena es, en general, a pulso”, agrega. En ambas campañas, 11 buzos realizaron 132 inmersiones.
Camiones del municipio llevan los restos hasta un depósito donde se recupera lo reciclable y el resto se quema o se envía al continente. Aún quedan 80 mil m {+2} por limpiar, entre el sur del muelle y el refugio náutico.