Río Verde, la comuna más despoblada de Chile
Por Sergio Rodríguez – 07/04/2013
No tiene calles ni Registro Civil. Tampoco supermercado. Sí un quiosco, ovejas y un apego inmenso de sus habitantes, a su tierra helada.
El empresario Fernando Cabrera sale a recorrer en cuatrimoto las 2.200 hectáreas de su estancia “Anita”
Cada segundo domingo de enero, más de dos mil peregrinos de toda la Región de Magallanes se internan con velas por el sector de Las Coles, hasta la gruta natural de la Virgen de Montserrat. La imagen religiosa queda al interior de la comuna de Río Verde, y ya nadie recuerda muy bien cómo llegó hasta allí, pero su fiesta marca el único momento del año en que este sector ve una multitud.
“Orgullosa, pues”, se confiesa Sonia Valderas (30), devota de aquel fenómeno popular que ocurre 94 kilómetros al noroeste de Punta Arenas.
Fue hace un año cuando ella y su grupo “Los rayos del sur” se presentaron a cantar rancheras en la mina “Invierno”, dedicada a la extracción de carbón y ubicada en la isla Riesco, dentro del mismo municipio. Allí, en medio de los “éjales del público, advirtió que la gente quería golosinas y papas fritas. “Y no tenían dónde comprarlas, así que me instalé con un quiosco”, relata feliz.
A Valderas no la sorprenden los datos del Censo 2012. De acuerdo con la medición, su comuna es la que menos habitantes tiene de todo Chile continental: 201. Incluso menos que el año 2002, cuando marcó 278. Sólo la Antártica, con 127 residentes, la supera en el ranking de zonas despobladas. “Hay días completos en los que no se ve un alma, pero es bellísima”, asegura.
La patente comercial para este tipo de locales es la única que ha otorgado el municipio, donde trabajan alrededor de 30 personas, con un presupuesto anual de $ 1.400 millones. Tienen otra aprobada para alcoholes, pero nadie la ha comprado en 10 años.
“Ojo, aquí todo es especial, es otro mundo”, afirma Germán Saldivia, paramédico de la única posta, equipada con dos ambulancias y tecnología moderna. “Lo que más recibimos son pacientes con dolencias reumáticas e hipertensos, tal vez por la dieta, mucho corderito, pué”, bromea.
Para entender este lugar, donde todo el mundo se dice feliz en medio de vientos de 120 kilómetros por hora y temperaturas bajo los dos grados Celsius en invierno, hay que sacarse de la cabeza los pueblos con solo una calle central y una plaza cuadrada. El centro cívico (sede consistorial, lo llaman) está conformado por el municipio, la posta, la escuela básica G-33 y tres oficinas más, todas pintadas de impecable blanco, equipadas con paneles solares, estufas a leña y generadores a petróleo. Y punto. Alrededor de eso, a través de 18 mil kilómetros cuadrados, hay 45 estancias, a kilómetros una de la otra, y conectadas sólo por la Ruta Y-560. Frente al municipio también está el transbordador Bahía Sur, que permite atravesar el canal Fitz-Roy y llegar a la isla Riesco, donde hay una salmonera y la mina. Ida y vuelta cuesta $ 25.000.
“Tenemos una vida de verdad, sana y tranquila; hay TV satelital, dos compañías de celulares y comemos carne todo el año”, explica María Kogler (30), esposa del capataz de la Estancia María, propiedad de Alejandro Marinovic.
En este lugar, plagado de paisajes de fantasía, no hay botillerías ni cajeros automáticos. Tampoco bomberos. Ni calles con nombre ni semáforos. Mucho menos una Dirección del Tránsito, aunque sí entregan permisos de circulación: dos mil el año pasado.
La lista sigue sin supermercados ni cines. Ni siquiera Registro Civil, porque la gente nace y se inscribe en Punta Arenas, lejos de esta tierra de cóndores, keikenes -aves que comen pasto- y las ovejas. “Aquí todos pasamos en las casas. Se trabaja y se hace vida de familia”, plantea Tito Ampuero (65), quien desde hace 25 años conduce el bus municipal, que cuatro veces al mes lleva a la gente a Punta Arenas. Es el único transporte público de la zona.
Río Verde fue creado oficialmente en 1981, pero tiene colonos desde 1930. Al lugar se llega manejando durante hora y media por la resbalosa ruta de tierra Y-560, donde los que más transitan son camiones mineros y 4×4. Las construcciones son sólidas y sus habitantes agradecen el bajo índice de delincuencia del lugar. “El año pasado hubo nueve hurtos, cinco robos en lugar no habitado, un caso de lesiones leves y un robo de accesorio de vehículo. Todas cosas menores. Las sustracciones, por ejemplo, son a una montura, una estufa o un neumático”, aclara el mayor de Carabineros Cristián Gutiérrez, de la tenencia Kon Aiken, a cargo del sector. El jueves entregó su cuenta anual, justamente en la Municipalidad de Río Verde, ante 13 personas.
Para las faltas, los afectados deben ir a Punta Arenas, porque no hay juzgado de policía local. Un decreto aprobó su creación, pero nunca se concretó, por “disponibilidad presupuestaria”. Sus habitantes dicen que no hace falta.
Jorge Pedrals, gerente general de Mina Invierno, destaca que “las características de la comuna nos han dado la oportunidad de moldear nuestro proyecto, que también es ganadero y silvopastoril. Queremos ser un vecino que aporta. Por ello, pronto concretaremos un museo para rescatar la historia carbonífera de la zona”.
En las propiedades puede haber desde mil 500 hasta 40 mil ovejas, a veces manejadas por un puñado de personas. En el caso de la Estancia Anita, son tres. José Hernández (72), su cocinero, es una de ellas: “Comemos como reyes, fideos, garbanzos, papas, arroz, guisos, lo que se nos antoja, esto un paraíso, un lugar seguro, de gente buena”, lanza.
En otro de estos sitios enormes, también hay dos canchas de fútbol, pero que ya no ocupa casi nadie. Según cifras municipales, en toda la comuna sólo hay nueve niños. De las 201 personas, 159 son hombres y 42 mujeres. Y el 75% de la población supera los 35 años.
La alcaldesa Tatiana Vásquez (50) ejerce el cargo desde hace 20 años y ganó la última elección con 484 votos. Su rival obtuvo 112. “Hay gente inscrita aquí, pero que viene de otros lados”, argumenta, a propósito de la discordancia entre votantes y residentes. “Para mí -agrega- el Censo fue mal hecho. Sin contar a la salmonera, donde hay 30 personas, y la mina, con 300, creo que tenemos cerca de 280 habitantes. Y estoy orgullosa de representarlos”