La falta de planificación es una decisión política
Por Graciela Mariani, Arquitecta, Planificadora urbana y regional (UBA). Fundadora del blog Nuestras Ciudades.
Es claro que la ciudad es la manifestación en el espacio de una sociedad y como tal crece, se desarrolla y a veces también muere.
Las formas que va tomando el crecimiento urbano son la expresión de las interacciones entre las fuerzas políticas, económicas y sociales. Cuanto más desiguales son sus fuerzas, así de desigual será su representación en el espacio ciudad y cuando los intereses económicos son preponderantes sobre los otros y seguramente los más relegados serán los intereses sociales, veremos que la especulación inmobiliaria, la de las de las construcciones más sofisticadas, avanzan a una velocidad descontrolada, por sobre todos aquellos espacios que en otro momento fueron centro o partes del interés social y la vida comunitaria.
La ciudad deja de ser “habitable”, se pierde “calidad de vida”, los transportes públicos no dan abasto aun aumentando su cantidad y frecuencia, los desplazamientos para trabajar, estudiar o divertirse se transforman en horas interminables en medio de hordas malolientes, por el sudor y el cansancio; y hasta hay muchos que ni siquiera les alcanza el tiempo o el dinero para realizarlos y se tiran a dormir en cualquier umbral en el centro de la ciudad.
A continuación más detalles.
Y aquí es donde aparecen los complejos de torres, los shopping centers, los hoteles de lujo, los estadios monumentales, inmensos edificios de estacionamiento, aéreos o subterráneos y las autopistas para los traslados.
Cuando todas estas construcciones se implantan sobre una estructura urbana preexistente comienza una competencia irracional entre los servicios de la vieja ciudad y los requerimientos altamente sofisticados de la nueva y el espacio físico se acaba, las soluciones son cada vez más costosas y las ciudades se convierten en una masa antieconómica de metal y cemento.
Desde hace más de 30 años los expertos de Organizaciones Internacionales, del Banco Mundial, Naciones Unidad, etc., vienen diciendo que las ciudades que sobrepasan los 10 millones de habitantes no son sustentables, que son una enorme carga económica para su región, país y hasta el mundo.
Cuando en los ’70 se predecía que la ciudad de México llegaría a tener en el año 2000, 25 millones de habitantes el Banco Mundial publicó un documental demostrando la enorme carga socio económica que eso significaría para el mundo, más allá del deterioro de la calidad de vida de sus habitantes. Y la ciudad de México pasó los 25 millones de habitantes y hace poco tiempo, con orgullo se construyó en ella una de las torres más altas del mundo.
Chile por ejemplo, hace poco más de dos años sufrió un terrible terremoto, pero parece que no se hubieran dado cuenta, ahora mismo se está construyendo una torre de más de 300 metros de altura.
Se ha hablado mucho sobre este proceso deshumanizador del crecimiento especulativo urbano, en donde las edificaciones no están orientadas para el uso los futuros habitantes sino tan solo a la venta o alquiler por entidades intermediarias que buscan solo el provecho económico.
Espacialmente crean un paisaje urbano, estandarizado, una ciudad se parece a otra y ésta a la otra, perdiendo absolutamente su identidad, del concepto del no-espacio se evolucionó al concepto de no-ciudad.
Como hacían los antiguos conquistadores de América, la nueva ciudad se erige sobre los edificios demolidos de la vieja, de la que de a poco no va quedando ni rastro.
A ese capital especulativo no le interesa ni los habitantes, ni la salud, ni la ecología ni las más mínimas de las necesidades humanas y cuanto más corruptas sean sus estructuras sociales, más rápidamente se desarrolla arrasando con la vida ciudadana.
Crean formas atractivas de mercado, conjuntos habitacionales con lo que los desarrolladores llaman “ammenities”, que implican una serie de servicios comunes, que van desde lavaderos, y seguridad, hasta piletas de natación, gimnasio y canchas de tenis u otro juego que ocupe menos espacio.
Estos conjuntos de vastas torres no contemplan otras normas que las del mercado y necesitan para su buen funcionamiento, centros comerciales y de entretenimiento, oficinas y servicios administrativos y financieros, buenos colegios privados, establecimientos privados de salud, proximidad a otros centros y accesibilidad.
La infraestructura en las ciudades está dimensionada de acuerdo a su población pero si no se hacen obras nuevas y esta infraestructura no se actualiza, mientras la especulación inmobiliaria crece, queda a través del tiempo, siendo deficiente.
Las obras que se realizan no son “preventivas”, sino solo “para corregir los nuevos problemas que van surgiendo”. En la medida en que no se planifique, no se pueden realizar obras preventivas, ni tomar medidas anticipadas.
El manejo de la ciudad y el territorio impone, la coordinación de equipos técnicos altamente profesionales, entrenados especialmente en la resolución de sistemas de conflictos complejos.
Desde hace años los funcionarios a cargo de las decisiones territoriales han mostrado su actitud primitiva, irresponsable y una incapacidad coherente y sostenida. Por tanto nuestra actualidad es la suma de la ignorancia y la soberbia política corporativa.
La falta de Planificación es una decisión política que privilegia la avaricia, la ambición y la corrupción de la industria de la especulación inmobiliaria por encima del bien común.
Por estos motivos, debemos tener presente que en la ciudad del siglo XXI no debemos depender tan solo de nuestros gobernantes, sino que debemos estructurar redes civiles que en casos de catástrofe ayuden con una organización eficiente y una actitud solidaria.
Por cuanto debemos tomar conciencia de sociedad, de que ciudadanía no es solo sentarse y ver cómo nos gobiernan, sino que es solidarizarnos con nuestros vecinos y todos juntos salir adelante.
Ya no es solo cuestión de estudios, expertos o títulos obtenidos, sino que nos debemos unos a otros como hermanos, sin distinciones y sin discriminación, solo así superaremos los problemas y lograremos la inclusión social.
Publicado originalmente en laciudadviva.org