Las historias y dificultades tras la remodelación de la población La Legua
Por Sergio Rodríguez y Oriana Fernández, La Tercera. (09/06/13)
Desde balaceras entre bandas rivales hasta vecinos que regalan sandwich a los obreros, se ha observado durante los trabajos.
David Macaya (47) recibió el mensaje poco antes del mediodía del jueves 25 de abril. “Tío, saque a los muchachos, porque vamos a tener cachazos”, le dijo, en plena calle, un tipo joven, vestido de jeans y casaca de cuero, que enfilaba rumbo al pasaje Venecia, en la población La Legua. Al rato, Carabineros de la 50º Comisaría de San Joaquín investigaba la balacera, ocurrida tras un allanamiento por droga.
Macaya ha vivido toda su vida en este rincón de casas pequeñas, donde es posible detectar miradas intimidantes, que observan todo el día desde las esquinas. Desde hace ocho meses trabaja como obrero en la empresa Imaco, que actualmente ejecuta las obras de remodelación de la avenida Jorge Canning, eje que pasa justo por el centro de la población. Y aquellos “muchachos” que, advertidos, alcanzaron a esconderse, eran sus compañeros de obra.
Los trabajos en Canning están insertos en un proyecto global de mejoramiento del sector, cuya historia se remonta a la década de 1930. La “Iniciativa Legua” es liderada por los ministerios del Interior y de Vivienda e involucra tanto aspectos laborales y socioculturales como urbanísticos, en los cuales, desde 2011, se han invertido $ 17.143 millones. Su coordinadora, Javiera Benítez, destaca que “lo central ha sido integrar desde el principio a la comunidad en las decisiones. Y se nota una evolución de nuestra credibilidad con los vecinos”.
La vida aquí, sin embargo, no es fácil. Ernesto Riquelme, ingeniero jefe y administrador de la obra, cuenta que lo de Macaya es sólo una de las tantas experiencias que han vivido desde que, en noviembre de 2012, comenzaron las obras, repavimentando y haciendo colectores, a través de los 1.076 metros que hay entre la Plaza Salvador Allende y Santa Rosa. También, aclara, las menos han sido delictuales: “Hubo gente que no quiso venir a trabajar por el miedo al sector, pero, a medida que pasaron los meses, nos encontramos con otra realidad, mucho más cercana y agradecida; como vecinos que nos cuidan, que dan ideas, que ayudan y que hasta le llevan jugos y sandwiches a los trabajadores. Tenemos 60 obreros y 18 son de La Legua”.
Reconoce, eso sí, que las balaceras las asumieron como parte del paisaje. “Tenemos un plan de contingencia para retirarnos frente a un tiroteo, aunque no deben haber sido más de cuatro o cinco. Pero la relación con los vecinos se hizo tan estrecha, que incluso nos advierten cuando habrá ajustes de cuentas entre bandas rivales. Y cuando pasa un cortejo y hay balas al aire, nosotros paramos los trabajos en señal de respeto”, detalla.
Cristóbal Lira, subsecretario de Prevención del Delito, apunta que “la relación de los vecinos con los trabajadores ha sido, en general, tranquila. Sólo se han registrado incidentes aislados y sin consecuencias. Todos entendimos que el buen resultado de esta obra se logra en conjunto”.
El topógrafo
Informes de gobierno dan cuenta de un poblador que habría amenazado con pistola a un operario de máquina, porque estaba haciendo mucho ruido, y del robo de un instrumento topográfico especializado. Un poblador, que se identificó como Ramón, contó que se pagó $ 30 mil por recuperarlo.
Mauricio Astudillo (47), presidente de las organizaciones sociales de La Legua, ratifica el incidente: “Bueno, hay cosas innegables, pero esa vez la misma comunidad habló con los involucrados, y en 15 minutos apareció el instrumento. Lo que pasa es que, más allá de casos aislados, la gente está contenta y cooperando. Yo sé que aquí hay narcos y choros, crecí jugando a la pelota con ellos, y entienden que esto nos ayuda a todos”.
Ernesto Riquelme, de Imaco, subraya que “la obra de Canning terminará en agosto, antes de lo previsto”. También destaca que el único robo denunciado ocurrió al principio de las faenas, una noche en que desapareció una gran cantidad de baldosas que estaban en la calle y que, al día siguiente, serían instaladas en la vereda. Hoy las dejan en el mismo lugar. Y no se pierden.
Las suspicacias de la comunidad no son caprichos, dicen sus habitantes. Carmen Cifuentes (68), presidenta de la junta de vecinos de La Legua Emergencia, recuerda que “otras veces se han burlado de nosotros. Hace años nos prometieron pasto y árboles, y lo que hicieron fue pintar de verde los pastelones”. Agrega que “ahora la cosa va mucho mejor, nos integraron a las decisiones y vemos los avances. Esta semana llovió y, como nunca, no nos inundamos. La empresa hasta se preocupó de hacer espacios para los puestos de la feria y de no dejar montones de tierra tapando las entradas de las casas”.
El sacerdote Gerardo Ouisse, párroco de La Legua y quien en 2010 envió la carta al entonces ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, que gatilló la “Iniciativa Legua”, también está expectante. “Estos trabajos son buenos y se nota que a la gente le gustan, pero tienen que ser sólo el principio. Para que las balas se apaguen hay que hacer mucho más, como que todos los niños de La Legua vayan al colegio, cosa que no ocurre”.