El autor de los moais capitalinos
Por Evelyn Briceño, La Tercera.
El artesano pascuense lleva 35 años en Santiago y les dejó una especial herencia a los ciudadanos en distintos rincones de Las Condes, Providencia y La Reina.
LO OBSERVA y le toca la nariz rota. Luego, murmura: “Qué pena que esté dañado”. Hace tres años que el pascuense Poky Hey (62) no visitaba el moai de 2.30 metros que adorna la Plaza El Bosque, donde esa calle topa con Pocuro. En 2007 fue él quien lo talló, junto a su hermano Tamuta Hey y a Juan Pakarati, también artesanos de la isla.
Hoy, lamenta que los santiaguinos no cuiden estas estatuas. “Cada vez que veo un moai me traslado a mi tierra. Simbolizan a nuestro pueblo ancestral”, dice este isleño que venía de paso a Santiago hace 35 años, pero que decidió quedarse para siempre por amor.
El de Av. Pocuro no es el único que talló. En 1988 hizo uno más grande -también junto a su hermano y a Pakarati- en Av. Kennedy, frente al hotel Hyatt. Fue para la conmemoración de los 100 años de la anexión de la isla a Chile y la la Municipalidad de Las Condes se lo encargó. La obra sobrevive al paso de los años, pese a que hace casi dos décadas una camioneta 4×4 la embistió y la dañó.
“La piedra se trajo desde Rapa Nui en barco. Nos demoramos 30 días en esculpir sus tres partes, el cuerpo, la cabeza y el pukao (sombrero)”, recuerda. “Para levantarla tuvimos que usar una grúa”, agrega.
En 2005 instaló otra réplica en el Centro Cultural de La Reina y fue su manera de agradecer el refugio que le prestó la entidad para reunirse a tocar música junto a su grupo durante los 90. “Es mi favorito, porque está mejor proporcionado”, confiesa Poky.
El isleño fue director de un conjunto musical que amenizaba las noches en el restaurante Bali Hai, entre 1980 y 1983. Después, formó el propio, el Po Patiri, donde tocaba varios instrumentos y con el que compitió dos veces en el Festival de Viña del Mar.
La sala de ensayo estaba en el centro cultural y por ésta no tenía que pagar nada.
Con el tiempo fue dejando la música y optó por la escultura. Además de eso, quedó a cargo de un puesto en el Pueblito de Los Dominicos, donde vendía réplicas de moais en pequeño formato.
Hace tiempo que nadie le encarga una de estas figuras, pero dice que le gustaría volver a tallarlas y que cada comuna tuviera una. “Si no, me gustaría darles una mano de gato a los que ya están, porque están rayados con grafiti o medio rotos”, remata Hey.