Emporios italianos porteños se niegan a morir
Por Mauricio Silva, El Mercurio.
En los barrios Puerto y El Almendral sobreviven 5 de estas tiendas, que antaño fueran una institución de Valparaíso:
Instalados por inmigrantes genoveses desde fines del siglo XIX, hoy apelan a la tradición y a un trato al cliente personalizado para enfrentar a las grandes cadenas comerciales.
En el Gran Valparaíso llegaron a ser 1.200 hacia el año 1920, pero hoy quedan sólo cinco en los barrios Puerto y El Almendral. Los emporios o almacenes esquineros que los inmigrantes italianos levantaron en el plan y los cerros porteños fueron toda una institución local. Hoy apelan a la tradición para hacer frente a la competencia de las grandes cadenas comerciales y no ser desplazados por la modernidad.
El investigador del Archivo Histórico Patrimonial de Viña del Mar, Emilio Toro Canessa, explica que el mesón del dependiente “baciccia” (inmigrante genovés) se convirtió en el clásico punto de encuentro del barrio de Valparaíso. “La tienda no se restringía solo a la venta. Era el lugar para la conversación entre vecinos, para los recados y casa de préstamos. Era una suerte de plaza, y aún los que perviven siguen cumpliendo en alguna medida esta función”, comenta.
De los 5 “emporios” que hasta hoy mantienen los descendientes de esos inmigrantes, “bodega Gandolfo”, en el barrio puerto, se ha reconvertido a botillería, mientras que su similar “del Puerto” en calle Blanco tiene sus días contados. Su dueño, Ernesto Lentora (46), la está entregando a una gran firma que apuesta al resurgimiento comercial de la zona. Seguiría así el destino de la bodega “Valparaíso” en calle Chacabuco, modernizada tras ser vendida por los Castalleto.
Adaptándose a clientes
El resto mantiene su aspecto tradicional, con enormes estanterías en las que un sinnúmero de mercaderías son ordenadas desde piso a cielo raso, mezclando las fragancias de aliños y especias o exhibiendo artículos de menaje que intercalan finas piezas de porcelanas europeas con figuras hechas de polirresina en China, para adaptarse a clientes que buscan economizar.
Pedro Noce (57), dueño de la tienda “El Olivar”, en Simón Bolívar con Victoria, conserva el letrero que antaño daba a la calle para certificar su antigüedad, que reza “Casa establecida en 1889”. Ese año fue instalada por los Canessa, inmigrantes genoveses. Los Noce, que también provienen de la región de Liguria, asumieron la empresa comercial a partir de 1910. Lo hicieron a través del mismo método que llevó a la mayor parte de las familias que llegaron desde el norte de Italia al Gran Valparaíso a instalar estas ventas de menaje: una inmigración en cadena.
Un tío abuelo de Pedro, el primero en conseguir cierta prosperidad tras radicarse en Chile, fue trayendo a parientes al negocio familiar. “Ya llevamos en él tres generaciones. Pero es difícil sobrevivir. La competencia de las grandes cadenas comerciales ha ido achicando el nicho de clientes”, cuenta.
La bodega “Pedro Montt” de los hermanos Bacigalupo (Ezio y Roselba) funciona desde 1920 en Pedro Montt con Rawson, favorecida por su ubicación frente al rodoviario. Mucha gente que viaja del interior de la región convierte el paso por la tienda en el punto final de la visita a Valparaíso. La compra a granel de especias, cocoa amarga o té, que son pesados en viejas balanzas Dayton y envueltos en papel y pitilla por dependientes vestidos con cotonas azules, es todo un espectáculo.
“El trato personalizado hace mucho. No es esa cosa fría como cuando usted va al supermercado y debe esperar media hora que le atiendan”, dice Roselba.
“La Bandera Azul” fue instalada en plaza Echaurren en 1922. Pero Carlos Viacava, que junto a sus hermanos está a cargo de ella desde 1970, se queja de que la actual decadencia del sector relegó al recuerdo el antiguo apogeo.