Mercado Persa, 1970
Es domingo 10 de mayo de 1970 y tanto los negocios del centro como los de los barrios están cerrados. Distinto pasa con el Persa que funciona casi junto a la ribera sur del Mapocho, a lo largo de más de cuatro cuadras de la Avenida Balmaceda. Miles acuden desde primeras horas, constata una nota de La Tercera al día siguiente, “teniendo como escaparates las mismas aceras”.
Comercio de origen espontáneo y rasgos informales, convoca a no menos de mil ofertantes, prosigue el artículo. Sin mayores problemas, es posible comprar una cocina a gas o a parafina, un juego de dormitorio, ropa de hombre o de mujer, libros, armas, lámparas, paraguas, herramientas, artefactos eléctricos, cuadros al óleo y todo tipo de artículos. Y puede pasar, remata el articulista, que un automovilista encuentre como pieza de repuesto para su vehículo la misma que había desaparecido de él.