Damnificados del 27-F inician una nueva vida tras abandonar mediaguas
En el país ya se han entregado 70 mil viviendas, de 119 mil que deben ser reconstruidas. Vecinos ya comparten en su barrio e impulsan pequeños negocios; y valoran no pasar un nuevo invierno en campamentos. En algunos casos, han tenido que aprender a convivir en nuevas torres de departamentos.
Por Fabián Alvarez y Sergio Bustos, El Mercurio
“Pasa y mira lo linda que tiene su casa”, dice Ximena Toledo, presidenta de la Villa Horizonte de Dichato, uno de los conjuntos habitacionales entregados tras el 27-F, desde el living-comedor de la vivienda de Margarita Jara.
La mujer no solo se ha preocupado de alhajar su hogar, sino que además ya aporta al conjunto del barrio: su antejardín y garaje son la “sana envidia” de sus vecinos, que de a poco también inician mejoras en sus casas. “Esto ya es nuestro y podemos invertir”, recalca Margarita.
Ampliar las casas es el deseo de la mayoría. “Son muy buenas, pero si podemos tener más espacio, mejor. Nosotros lo primero que hicimos fue agrandar la cocina, para tener una estufa a leña y secar ropa”, dice Carola Torres. Y Pedro Bastías afirma que “lo que todos valoramos es que no pasamos un nuevo invierno en mediaguas. Acá, la lluvia y el viento son terribles, igual se nos inunda el patio, pero adentro estamos sequitos”.
En esta villa viven 209 familias desde el 26 de febrero pasado, y ya hay tres almacenes, una paquetería, una peluquería, una modesta lavandería y hasta una Iglesia Evangélica, habilitada en una de las mediaguas que acogían a estos damnificados cuando vivían al otro lado de la carretera, en la aldea El Molino.
Los propios vecinos han sembrado flores en las veredas, las que recién empiezan a crecer. “Queremos que todo esté bonito, y de a poco se irá arreglando”, dice María Larenas, quien se apronta a abrir una cocinería en el patio de su casa, aprovechando que quedó al lado de la ruta. “Ya nos dieron lo importante: una vivienda, y ahora es nuestra tarea salir adelante”, afirma.
Convivencia
Más tiempo que en Dichato llevan en la villa Bicentenario IV de Constitución, en El Maule, donde 97 familias residen hace un año y medio en cinco torres de departamentos. Antes del 27-F vivían en casas, o como allegados, y por ello regular la convivencia ha sido complejo.
“Acordamos no tener mascota, pero algunos hacen caso omiso”, reclama la dirigente vecinal Vilma Landero. “Y cuesta que muchos entiendan que no están solos, que hay gente de la tercera edad y trabajadores que necesitan descansar sin música fuerte”, agrega Isabel Lastra.
Estos ajustes también se viven en la vecina villa El Aromo, donde además las 50 familias que habitan los departamentos están intranquilas por los robos que les afectan desde que llegaron a vivir allí, hace 7 meses. Desconocidos se llevan la ropa tendida, y también se han metido a las viviendas. “Tuve que poner hasta una cámara apuntando hacia afuera, para descubrir a los ladrones”, cuenta Camila Ramos.
“El problema es que no saben vivir en condominio, y aún creen que están en la aldea. Dejan los portones abiertos y se mete cualquiera”, dice Carlos Urbina.
Posventa
Si bien todos valoran tener una casa, hay algunos casos con detalles de posventa. Como en Villa Horizonte de Dichato, donde la casa prefabricada de Ramón Chacón quedó mal montada y la lluvia se les filtra. Pero fue la única entre las más de 200 viviendas del lugar.
En Villa Mirador del Pacífico de Talcahuano, la lluvia se pasó por las ventanas en 15 departamentos -de un total de 1.032-, y algo parecido pasa en la Villa Cerro O’Higgins, Constitución.
El ministro de Vivienda, Rodrigo Pérez, dice que estos casos son menores, si se considera la entrega de 70 mil viviendas, de 119 mil proyectadas. “Estadísticamente, son muy pocos, para el enorme número entregado”, recalca el secretario de Estado.
Aún quedan 28 aldeas por cerrar
A 28 llegan las aldeas que quedan en el país. “A diciembre debiéramos dejarlas todas cerradas, porque a partir de septiembre empieza la entrega de los proyectos habitacionales que dan la solución a esas familias”, dice la secretaria ejecutiva de Aldeas y Campamentos, Ana Claudia Amar.
De las 107 aldeas (4.395 familias) abiertas tras el 27-F, quedan una en O’Higgins (5 familias), seis en Maule (37 familias) y 21 en Biobío (2.919 familias).
Problemas de terreno es la principal causa del atraso de algunos proyectos, como en Tumbes (Talcahuano), donde en mayo deslizamientos de tierra obligaron a suspender la construcción de un conjunto para 200 familias. “Nos habían dicho que la entrega sería a fines de año, pero ahora ojalá no pase del verano”, comenta Lilian Bastidas, vocera de las tres aldeas que allí hay.