El joven y la quema de un Transantiago
En 2012, a los 14 años, fue detenido en una protesta estudiantil. Esta semana, el incendio de otros buses hizo recordar a aquel menor que, en pleno tribunal, fue retado por su madre.
Por Sergio Rodríguez, La Tercera
Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar, de Luis Sepúlveda. Ese libro es, según su madre, la nueva obsesión del menor J. B. (como dictan las iniciales de sus nombres), de 15 años y quien actualmente ayuda a cuidar a sus dos hermanas, de ocho y nueve, en una pequeña chacra ubicada en Lampa, mientras su progenitora trabaja recolectando papas.
“Le bajó esta cosa de leer, que yo no entiendo mucho, y anda como loco detrás de ese cuento, pero al menos nunca más hablamos de protestas”, suspira Dina Catrileo (41), quien cuenta que, de sol a sol, su primera gran preocupación son los tubérculos: “Por cada saco me pagan $ 2.000 y, como mi esposo nos abandonó a todos, hay que ponerle el hombro a la vida”.
La historia que hizo conocido a su hijo es tan particular como delicada. Y no sólo porque hace casi un año, en agosto de 2012, haya sido detenido por Carabineros y formalizado por su presunta participación, en medio de una protesta estudiantil, en la quema de un bus del Transantiago. Ni tampoco porque, meses después, el 27 de octubre, lo hayan reformalizado por el presunto incendio de otras dos micros, ocurridos el mismo día y a cuadras del primero. Lo atípico del caso de J. B. es que, aquel 10 agosto, afuera del Octavo Juzgado de Garantía, fue su propia madre quien, a medio camino entre la indignación y la ternura, retó frente a todos los periodistas: “Ya, sácate el gorro, da la cara y pide perdón”, le gruñó aquella vez, visiblemente molesta.
Dos nuevos buses quemados
El caso volvió a la memoria de muchos esta semana, en particular el jueves, en medio de la jornada de protesta convocada por la CUT y los estudiantes, en la cual dos nuevos buses del Transantiago ardieron en Villa Francia, comuna de Estación Central. Mientras la policía investiga a los autores de los incendios y J. B. trabaja en la chacra de Lampa, a kilómetros de los incidentes, el recuerdo de sus retos fue inmediato.
Para parte de la opinión pública fue una anécdota. Para su familia, en cambio, un conflicto que aún no termina. “El siempre hablaba de las causas sociales y mapuches, pero es muy quitado de bulla, nunca hizo nada malo”, dice uno de sus vecinos de la avenida José Joaquín Pérez, en Cerro Navia.
Claro, la chacra de Lampa sólo es algo transitorio. “Un pololito de dos semanas”, asegura Dina Catrileo. Ella y sus tres hijos arriendan, por $ 85.000, una minúscula pieza en la comuna santiaguina. Y la tensión familiar se debe a que ya está próximo el cierre de la causa. “Incluso, no se descarta un procedimiento abreviado”, indican en la Fiscalía Oriente.
Carabineros, a través de un reconocimiento del vestuario, aseguró en 2012 haber fotografiado al menor dentro de aquel bus patente WA-8251, después de que lo quemaran en la esquina de las calles Bustamante con Santa Isabel. Los efectivos también afirmaron que en su mochila se halló documentación del vehículo. El menor arriesga hasta cinco años de cárcel por ser un delito reiterado. “El estuvo revoloteando allí, en la calle, anduvo en la manifestación, me lo confesó, pero no tuvo nada que ver con el fuego, y ya aprendió la lección, le aseguro que no se mete en leseras”, replica su madre.
Porotos y lentejas
Dina Catrileo es oriunda de Lautaro, en la Novena Región, pero toda su prole es genuinamente santiaguina. Según sus cercanos, J. B., el mayor de sus hijos, es fanático de los porotos y las lentejas, y “sufrió mucho cuando lo alejaron de su familia”.
En efecto, el 18 de agosto de 2012, es decir pocos días después del incidente de avenida Bustamante, el Octavo Juzgado de Garantía ordenó su ingresó al Centro de Internación Provisoria San Joaquín, del Sename. “Allí permaneció hasta el 5 de diciembre, cuando el tribunal cambió la medida cautelar por firma quincenal, en la 33 Comisaría de Carabineros de Ñuñoa y la prohibición de salir del país”, informan en la institución protectora de menores. Medidas que actualmente continúan vigentes.
Hasta ese minuto, el menor estudiaba en el Liceo Benjamín Franklin, de Quinta Normal. Su director, Marcos San Martín, recuerda que “había llegado ese mismo año al establecimiento, y no era un líder, sino un niño normal, de perfil bajo y que jamás dio problemas”.
Este año su madre lo cambió al Liceo Confederación Suiza, donde hoy cursa tercer año medio. “Antes llegaba con lienzos para las marchas, pero nunca más lo vimos en la calle. Creo que se dedica a leer y ver televisión”, cuenta Francisco, uno de sus antiguos compañeros de colegio.
Por ahora, la empresa Alsacia Express, dueña del bus quemado, declinó referirse al tema, mientras no exista una sentencia judicial. La abogada María Rivera, defensora del menor, tampoco realizó declaraciones.