Cómo las ‘startups’ podrían salvar a Detroit
En los años ’50 Detroit saltó a la fama mundial como la ciudad que producía a mayor escala en la industria más promisoria de ese entonces: los automóviles. Rápidamente esta promesa se volvió una realidad que impregnó a la ciudad de nuevos rascacielos, museos, teatros, avenidas, escuelas y barrios. Detroit tenía un motor, y ese motor eran los gigantes Ford, Chrysler y General Motors.
Al ver cómo luce Detroit actualmente muchos dirían que de esos días poco y nada queda. El municipio se declaró en quiebra porque ya no podía hacerse cargo de asuntos como los 80 mil edificios abandonados o una población envejecida que no se fue -como lo hizo la mayoría- porque no tenía cómo hacerlo, ya que es la que más necesita de los servicios públicos de salud, transporte o seguridad que la ciudad no puede darle.
Sin embargo, si se mira bien -más allá de la soledad de las calles y los muros envejecidos- hay razones para pensar que los años de luz de Detroit no fueron en vano. Más de 60 startups han sido fundadas en la ciudad y varias organizaciones apuestan porque ésta se transforme en una importante comunidad tecnológica. Así, los jóvenes ingenieros, diseñadores y programadores que llegan a Detroit no lo hacen por casualidad, sino porque realmente desean ser parte de la oportunidad histórica de devolverle la vida a la mítica ciudad.
El mismo día que la ciudad declaró su histórica quiebra por US$18 mil millones, el fundador y presidente de la empresa Quicken Loans, nacido en Detroit, anunció que compraría una cárcel sin terminar y la convertiría en un edificio de tiendas, oficinas y departamentos. Dan Gilbert es uno de los que más ha invertido en comprar y renovar oficinas. Hoy es el tercer mayor propietario de terrenos en Detroit, pues su sueño es crear una próspera comunidad tecnológica.
Uno de los edificios de Gilbert es el M@dison, un antiguo teatro que hoy, a través de startups como garaje verde y Crowd 313 -una organización que conecta a los universitarios con el negocio de Detroit y las escenas culturales- atrae a nuevos talentos a la ciudad. Esto es un gran logro si se considera que desde los años ’50, Detroit ha perdido más del 60% de su población.
Sin embargo, la tarea no es fácil. Según los datos del último censo Detroit tiene sólo 11 mil profesionales de entre 25 y 34 años que tienen al menos un título de licenciatura, lo que la deja muy por debajo de otras ciudades como Chicago, que tiene 250 mil.
Pero desde una perspectiva optimista, los más de 370 kilómetros cuadrados que hay en la (ex) ciudad del motor podrían ser vistos como un verdadero diamante en bruto. Rascacielos, terrenos baldíos, parques y museos están esperando por alguien que invierta poco y apueste por hacer negocio con los nuevos residentes que han llegado motivados, en primer lugar, por el incipiente núcleo tecnológico, y en segundo lugar, por la posibilidad de hacer un impacto duradero en la región, por ser parte de un movimiento importante y de paso, agregar valor a la propia empresa a través de algo que de un sentido y motivo de orgullo a los empleados.