La Serena vuelve a iluminar sus calles con faroles restaurados de la década del 50
La Serena vuelve a iluminar sus calles con faroles restaurados de la década del 50
Estaban olvidados en una bodega del municipio. Un experto, en un pequeño taller de Coquimbo, los devuelve a la vida útil.
Por Matías Rovano, El Mercurio
El vínculo de La Serena con los faroles ha tenido un apartado relevante en la historia de la ciudad. Incluso uno de sus íconos es el “serenito”, personaje que rememora a los funcionarios coloniales encargados de vigilar las calles. Rompían el silencio gritando la hora y avanzando entre la oscuridad gracias a su farol.
Siglos después, en la década de 1950, el presidente Gabriel González Videla impulsó un plan para renovar La Serena (1948-1852), entonces considerada una urbe más bien retrasada. Además de levantar edificios, que hoy son parte del patrimonio arquitectónico del país y realizar obras de paisajismo, también implementó un sistema de iluminación pública con faroles.
Durante décadas, la noche serenense se iluminó gracias a ellos hasta mediados de los ’90. En ese período, el municipio los modificó para adecuarse a normas de ahorro energético y protección de los cielos por contaminación lumínica.
Decenas de faroles estuvieron desde esa época abandonados en una bodega. Hasta que la actual administración municipal los encontró. Hay, al menos, un centenar, muchos en pésimo estado, corroídos por el óxido.
“Ya estamos refaccionando los primeros 24 que van a ir a la plaza San Bartolomé. Hay varias plazas que tienen postes de cemento donde estaban empotrados los faroles, por lo tanto, no es difícil volverlos a su lugar. Ya se instruyó que se haga luego”, explica el alcalde Roberto Jacob.
Hay muchos de ellos repartidos a través de la ciudad, deteriorados en su mayoría. En forma paulatina todos serán recuperados y modificados, pues los antiguos tenían la ampolleta en la base, que apuntaba hacia arriba. Ahora, para disminuir la contaminación, se pone en la parte superior del farol y apuntando hacia abajo.
En Coquimbo, en el pequeño taller de Héctor Alvarado, los faroles están volviendo a la vida.
Tras recibirlos, les aplicó una técnica de “arenado” que consiste en lanzarles arena a alta presión para eliminar el óxido y las capas de pintura antigua.
Luego, detalla, desabolla el metal “al vivo”. En el caso de las piezas que están rotas, se fabrican con material nuevo.
“En la parte de arriba, que es la tapa o cubierta, se va a mantener el ‘copo’ en forma piramidal. Se les instala una malla para evitar que los rompan a piedrazos y una cruz que traían en sus lados”, explica Alvarado.
Terminado ese proceso, les aplica un anticorrosivo y una pintura sintética de color verde colonial. En el interior se usa un color plateado, agrega, para facilitar que rebote la luz.
“El proceso completo puede durar harto, porque tienen distintas medidas y hay que ir cortando piezas específicas”, dice. Así fue como, en la base de algunas unidades, descubrió la forma de una flor de lis en los calados de su base de metal.
La idea, asegura el alcalde Jacob, es que la ciudad mantenga sus tradiciones. “Es necesario recuperar la memoria histórica de La Serena: todos los antecedentes y cosas que tenemos, que son historia y que hoy está acumulada en algún lugar, tienen que volver al sitio de privilegio que tuvieron antes”, enfatiza.
CENTENAR
Al menos 100 faroles que estaban abandonados serán refaccionados. De ellos, ya se recuperaron 24.