Rio de Janeiro y los problemas de la Jornada Mundial de la Juventud 2013
Por Juan Pablo Díaz Vio, Arquitecto y Comunicador Popular, Colectivo Tatuzaroio. Fotografías por Pablo Vergara Cerda, Arquitecto y Fotógrafo, Jornal Brasil de Fato.
Esta semana (la semana pasada) la ciudad de Rio de Janeiro recibió la esperada visita del primer Papa latinoamericano, en el marco de la Jornada Mundial De La Juventud, evento de la iglesia católica que busca acercarse a los grupos más jóvenes de la sociedad. Este es uno más de los mega-eventos que albergará la ciudad “empresa” de Rio de Janeiro.
Con una asistencia de cercana a los 2 millones de peregrinos, Rio se preparó montando su estructura de “estado de excepción”, en donde la ciudad misma y todos los que viven en ella deben “contribuir” para obtener el mejor resultado posible.
Después de la copa de las Confederaciones, la Jornada Mundial de la Juventud seria una nueva oportunidad para poner a prueba la capacidad de la ciudad para albergar mega eventos y atender las necesidades de grandes flujos de turistas y participantes de estos grandes eventos, y en muchos aspectos, Rio no pasó la prueba.
Con un gasto reconocido por el Estado de Rio de Janeiro, de más de R$118 millones en la organización y producción del evento, la infraestructura de la ciudad presentó dificultades con la multiplicidad de eventos y la cantidad de peregrinos en la calle.
El sistema de transporte literalmente colapsó. El día martes 23 de julio el sistema completo de metro de Rio de Janeiro y todas sus estaciones permaneció inactivo por más de 2 horas, en uno de los horarios de alto uso del sistema de trenes urbanos, entre las 16:20 y las 18:45, produciendo también el colapso del sistema de buses urbanos que funcionaron sobre su capacidad, completamente llenos, causando un caos generalizado en toda la ciudad.
A continuación el resto de la columna.
Según la concesionaria MetrôRio la interrupción del servicio se debió a una falla en el sistema de distribución de energía para los rieles, específicamente por la ruptura de uno de los cables en la estación de metro Uruguaiana en pleno centro de la ciudad. Eso en el día de la misa inaugural de la JMJ. Según el secretario municipal de transportes, Carlos Roberto Osório, y como respuesta al colapso del sistema de transportes, se implementaría un “plan de contingencia” que consistía simplemente en solicitar a las empresas de microbuses que dispusieran el 100% de la flota para el área central de la ciudad, al tiempo que las cooperativas de taxis reforzasen el servicio.
El “plan de contingencia” no dio mucho resultado, y el día miércoles, el panorama no fue muy distinto. La falta de planificación junto a las innúmeras actividades de la JMJ en diversas áreas de la ciudad produjo atochamientos de transito generalizados en toda la ciudad. Cortes de calles, desvíos no planificados y tampoco informados con antecedencia a las empresas de microbuses.
Es el Rio de Janeiro que viene construyéndose hace 20 años desde que se impuso un modelo de ciudad empresarial donde lo que vale aprovechar es el negocio, la ventana de oportunidades en donde todo el aparato público se articula para facilitar el mejor desarrollo de los negocios capitalistas en la ciudad. Como son “ventanas” de oportunidades las inversiones deben ser realizadas en el momento preciso y la gestión pública estatal debe ser ágil, económicamente eficiente y socialmente eficaz, no hay espacio para el debate, ni para considerar los diferentes actores sociales involucrados. Lo importante es el negocio, el lucro.
Toda la ciudad se reestructura para garantizar que el negocio sea lucrativo, pero, claro está, para los grandes empresarios. Los ciudadanos de Rio de Janeiro no están considerados en la visión de ciudad como empresa, y están comenzando a vivir en la práctica las decisiones de haber cedido el destino de la ciudad a las manos del capital. Personas atrapadas 2 horas en los vagones del metro sin poder salir. Modificaciones en la estructura viaria de la ciudad afectando los normales recorridos de los microbuses en las áreas más centrales de Rio. Dos días que pusieron en evidencia que garantizar derechos para los ciudadanos cariocas no está en la pauta de gobernantes y empresarios.
La especulación inmobiliaria, claramente, no iba a quedar fuera de la fiesta de la Jornada Mundial de la Juventud. En la planificación del evento se consideró la ceremonia y la misa de clausura en un área totalmente alejada del centro de la ciudad en la región de Guaratiba, que coincidentemente es la región donde se proyecta el próximo crecimiento de los emprendimientos inmobiliarios más lucrativos.
¿Para qué en una zona tan alejada y con falta de transporte público para acceder al evento? ¿Para qué en Guaratiba si la ciudad ya posee infraestructuras adecuadas tanto de espacio público como centros de eventos? ¿No es acaso la playa de Copacabana un lugar perfecto para albergar abiertamente los 2 millones de peregrinos de la JMJ? Pareciera que si, y el propio historial de la playa de Copacabana así lo demuestra, con eventos como el show de Rolling Stones en 2006 que convocó más de 1,5 millones de personas.
La verdad es que Guaratiba era una excelente oportunidad para hacer negocios. El terreno pertenece a un grupo de propietarios entre los que resalta Jacob Barata Filho uno de los mayores empresarios de microbuses y parte importante de la mafia del transporte en Rio de Janeiro. El terreno fue cedido para que sea realizada la misa de clausura, pero el terreno no estaba en condiciones para que el evento tuviera lugar, precisaba ser habilitado y por tanto de una empresa que realizará esa labor. Esos trabajos fueron realizados por la propia municipalidad, con dineros públicos, así como toda la organización del evento. Pasado la JMJ, los dueños recibirán el terreno desmalezado y terraplenado. La habilitación del terreno le permitirá a la empresa Vila Mar pasar por encima de la normativa ambiental que protege la flora existente en el terreno. Son 2 millones de metros cuadrados que serán preparados por la propia municipalidad para facilitar la especulación inmobiliaria y el lucro privado.
Las fuertes lluvias que han caído sobre la ciudad de Rio de Janeiro, han provocado la inundación del terreno de Vila Mar (más conocido por los participantes del JMJ como “Campus Fidei”) para la ceremonia de clausura. El alcalde de Rio, Eduardo Paes, declaró que la misa final de la jornada será realizada en la playa de Copacabana…
En fin, la clausura será donde siempre tendría que haber sido, aunque lo lamentablemente importante a destacar es que el negocio de la especulación inmobiliaria, independiente del éxito de la JMJ, está garantizado. Empresarios, políticos y gobernantes, todos coludidos para lotear y vender la ciudad, transformando terrenos de uso rural en suelo urbano solo para obtener ganancias especulando con la vivienda en la periferia de la ciudad, mientras tanto en las zonas centrales, las propiedades vacías abundan. Los movimientos sociales y las clases trabajadoras aun siguen esperando por una ciudad más inclusiva y justa. La verdad es que ya se han cansado de esperar.