Columna de opinión: Un bien público
Por Miguel Laborde, El Mercurio. (10/08/13)
hacia un Santiago de calidad mundial el observador urbano
La calidad de la educación pública es uno de los rasgos decisivos de una ciudad, uno que influye en su destino. Detroit se ha declarado en quiebra, y el diagnóstico fue inmediato: la mala calidad de ella.
El caso es de interés mundial, por su arista en la enseñanza. En Detroit, orientada a la producción de automóviles en serie, con empleos que no exigían mucha escolaridad, el tema no era relevante. Así, la crisis los pilló desprevenidos; sin capacidad de crear alternativas. Barrios enteros han quedado desiertos.
El panorama es inverso en Chapel Hill, donde está la más antigua universidad pública de Estados Unidos, un proyecto que nació con su Independencia y abrió en 1795. Llegan estudiantes del mundo a esa su North Carolina University, una de las mejores del país. Pero es la ciudad la que se preocupa de tener, para que la universidad atraiga a profesores de excelencia, una muy buena educación básica y secundaria. Es una exigencia de todo talento saber que sus hijos tendrán una formación de primera.
Ese rol de excelencia lo ha cumplido, desde los años de nuestra Independencia, ante el país, el Instituto Nacional, que hoy lleva el apellido de “José Miguel Carrera”, su fundador. Fue creado hace justo 200 años, en agosto de 1813, a instancias de Camilo Henríquez y Manuel de Salas, patriotas interesados en formar más patriotas en bien del país.
A pesar de toda su historia -Diego Portales, Manuel Bulnes y José Joaquín Pérez estuvieron entre sus primeros alumnos-, ha habido un cierto grado de queja de algunos de sus rectores, porque el país no le ha dado el apoyo necesario, aunque ha formado a la mayoría de los presidentes de la República.
No dejan de tener razón. El actual edificio fue impulsado por el ex alumno y senador Ángel Faivovich, en 1962, pidiendo un pequeño porcentaje de los fondos asignados al Campeonato Mundial de Fútbol. Recién ahora se está terminando.
Se trata del principal establecimiento público secundario masculino del país, y de un edificio que surgió de un concurso al que llegaron 103 proyectos. El ganador fue José Llambías, el mismo de la gigantesca sede de la Unión Española de calle Carmen, recién demolida.
Los estudiantes se han quejado, por otras razones. Para un establecimiento que se fundó como un semillero de patriotas capaces de liderar el desarrollo nacional, la obsesión por la cantidad de puntajes nacionales -que atraviesa a todo el país- no es un ideal inspirador.
Algunas pistas las da Alejandro Zambra, tal vez el mejor escritor nacional joven, formado ahí. Tiene un cuento, “El 34”, sobre el único repitente de un curso de ese establecimiento. Como es sabido, son miles los alumnos que postulan para cursar desde el 7° básico hasta 4° medio en el Instituto Nacional; y se espera que ninguno fracase. Es estresante, como se lee en este cuento, tener esa vara en una edad de tantas inquietudes diversas.
El tema, ya se sabe, es nacional. Pero también de la ciudad. Y es por eso que en muchas de las de mejor calidad de vida en el mundo, los alcaldes tienen comités, con personalidades de la cultura y la empresa, para mejorar el nivel de la educación pública. Es una de las falencias de Santiago, al no tener un Alcalde Mayor; no hay autoridad a la que le corresponda asumir estos desafíos, de cómo aportar para que el más prestigioso establecimiento público chileno no pierda su vocación de formar, con un nivel de excelencia, servidores de la ciudad y del país. Es lo que no tuvo la pobre Detroit, que ahora piensa en vender los tesoros de su museo municipal: se irían, para siempre, sus Rembrandt, Velázquez, Goya, Cézanne y Van Gogh. Ya no tienen alternativa.
Más de sus destacados ex alumnos en www.institutano-siempre.cl
FARO DE LUZ
La calidad de la educación pública es uno de los rasgos decisivos de una ciudad.