Turismo sustentable blando: una opción para habitar lo vulnerable y proteger lo diverso
Álvaro Rojas Vio, Arquitecto, Máster en planificación y diseño urbano. Director de URBASIX
Hoy en día mucho se habla de turismo sustentable, turismo ecológico, turismo rural y otras denominaciones, para un modelo con énfasis en el medio ambiente. El turismo sustentable parece ser hoy un tren al cual todos tenemos que subir, dadas las tendencias internacionales y las condiciones de la competencia del mercado.
Chile no ha estado ajeno al boom de este tipo de desarrollo turístico y el Estado ha impulsado variadas iniciativas para avanzar en esta meta, como le exige la Ley de Turismo N° 20.423 de 2010, que señala: “El turismo constituye una actividad estratégica para el desarrollo del país, siendo prioritaria dentro de las políticas de Estado, por lo que éste deberá promoverla de modo armónico e integral, impulsando su crecimiento sustentable en conformidad con las características de las regiones, comunas y localidades del país” (Título I, Artículo 2°). Así, la sostenibilidad es el marco que da sentido a las políticas públicas turísticas y a la Estrategia Nacional de Turismo hacia el 2020.
En esta misma senda, la Subsecretaría de Turismo ha creado la “Distinción Turismo Sustentable” -caracterizada con la letra S mayúscula-, que reconocerá a aquellos servicios de alojamiento turísticos que operen en Chile -hoteles, hostales, cabañas, etc.- que cumplan con 14 puntos básicos, que incluyen uso del agua y de la energía, protección del patrimonio histórico-cultural, huella de carbono, viabilidad económica, entre otros criterios. El estímulo ha sido diseñado sobre la base de criterios globales en este campo, lo que se traducirá en que el Global Sustainable Tourism Council reconocerá a quienes obtengan el sello.
Sin embargo, resulta imprescindible aclarar que, en Chile y en el mundo, el concepto de turismo sustentable no ha sido comprendido a cabalidad, y ello puede llevar a grandes errores en su aplicación y posteriores consecuencias. No estamos hablando de un producto plug and play, estandarizado para todo el planeta que, si se siguen ciertos pasos, se puede implantar en cualquier país o zona geográfica, como un local de hamburguesas o una tienda retail. Una certificación de sostenibilidad para un edificio o un hotel suenan como buenas estrategias de marketing para una sociedad cada vez “más consciente”, pero ¿de qué somos conscientes? ¿Estamos en conocimiento de que la calidad de sustentable implica costos, según el tipo de negocio y el lugar donde esté ubicado? ¿Tenemos en consideración que cada lugar de Chile requiere su propio desarrollo? Porque un plan de turismo varía si se despliega, por ejemplo, en Juan Fernández o en Puerto Varas.
Se entiende el desarrollo sostenible como “el uso, la conservación y mejora de los recursos de la comunidad para que se puedan mantener los procesos ecológicos, de los que depende la vida, ahora y en el futuro”. Esa es una definición inicial. No obstante, otra que aparece como más realista es la de Brundtland (1987), que dice: “…No es un estado fijo de armonía, sino más bien un proceso de cambio en el que la explotación de los recursos, la dirección de las inversiones, la orientación del desarrollo tecnológico y el cambio institucional se hacen coherentes con el futuro, así como también con las necesidades actuales. Así, en el análisis final, debe basarse en una voluntad política”. Esta última noción de lo sostenible incorpora las actividades económicas como una variable importante de la ecuación.
Del mismo modo, la definición más utilizada para el turismo es “el movimiento temporal de personas (incluyendo a las personas de negocios) a destinos fuera de sus lugares habituales de residencia y trabajo, sus actividades realizadas durante su estancia en los destinos y las instalaciones creadas para atender a sus necesidades” (Mathieson y Wall, 1982).
Así que, ¿cuál es la definición de turismo sostenible? Para la mejor comprensión de este concepto, se suma a lo anterior el análisis de Kripendorf (1982), que plantea lo que se conoce como “turismo duro” y “turismo blando”, o mejor dicho, turismo a gran y pequeña escala. Creo importante mencionar esta distinción, ya que sirve para entender la gama de diversidad que puede haber en la implementación del turismo sustentable. Si bien esta actividad era antiguamente considerada como un ente “duro” representado por un hotel en una buena localización y contrastando con el entorno, ahora se piensa en un alojamiento compenetrado con su realidad y casi sin alterar los elementos autóctonos de la zona, cautelando el respeto por el medio ambiente.
En suma, un turismo sustentable debe ser blando, a pequeña escala, como una forma ética de habitar y coexistir. Este tipo de turismo se encargaría, además, de estrategias para abordar volúmenes pequeños y para ofrecer productos y servicios con carácter de calidad regional. Por lo mismo, en una gran mayoría de casos surgen como iniciativas de propiedad local, motivados por una comunidad igualmente local y no necesariamente a través de la promoción de agencias turísticas. Por todo lo anterior es importante tomar en consideración que no existe un modelo armónico que sea extensivo a todos los territorios locales. Se debe crear un modelo cada vez, con una sincera valoración del entorno como un lugar único e irrepetible, conociendo a fondo sus potencialidades y sus debilidades, así como también sus reales posibilidades económicas y comerciales. Con esta orientación diseñé un hotel sustentable en la Región de Valparaíso (en la foto, al principio), que incluye medidas de diseño pasivo y de instalaciones para ahorrar energía, como también una integración con el entorno sin afectar la vegetación existente.
La dimensión integral del turismo sustentable dependerá necesariamente de una estrategia general de turismo que permita adoptar la diversidad. No obstante, en esto tampoco hay que olvidar que la sostenibilidad como cumplimiento de listados de requisitos no es para todos. El turismo sustentable tiene costos y son multidimensionales, ya que deben contemplar ámbitos económicos, sociales, culturales, energéticos, patrimoniales… Todos al mismo tiempo. No es fácil emprender en el turismo nacional y hacer rentable un negocio turístico pequeño o mediano, por lo que el fomento por parte del Estado resulta fundamental.
Turismo integral en una estrategia nacional
Algunas recomendaciones que pueden ir de la mano con la estrategia estatal en relación con el turismo son:
1. Chile tiene un potencial de crecimiento turístico importante, esto se debe a su atractivo paisaje y ecosistemas únicos. Es importante reorientar los recursos públicos para la inversión de servicios básicos que complementen esta actividad y que tenga efectos a corto plazo.
2. Ya existen en Chile muchas iniciativas de modelos de sostenibilidad a pequeña escala y este conocimiento no se debe desperdiciar. Aún más, se debe promover y difundir dentro y fuera del país.
3. El crecimiento del turismo sustentable en Chile ya ha comenzado y, como la industria no está bien regulada, las regiones son fácil presa de los encantos del turismo duro o de gran escala. Una ayuda económica programada debe fomentarse de un modo que pueda convencer al sector público a adoptar un plan nacional de turismo a pequeña escala.
4. Adicionalmente, el turismo tiene un impacto real en la reducción de la pobreza y permite a la comunidad elegir su propio destino y tener una mejor calidad de vida.
5. Tenemos una capacidad instalada por los programas sociales, de educación y jurídicos que han operado en los últimos años. Es una oportunidad para activar a la comunidad local y a los pueblos originarios, y mover ese capital humano en un proyecto mejor para su futuro.
6. Al instrumentar un plan sostenible de turismo se debe comprender las relaciones físicas, biológicas, sociales de los territorios más vulnerables. En estos casos se debe ocupar tecnologías, por ejemplo, la teledetección y la cartografía de las zonas sensibles para la conservación. Algunas experiencias en la gestión de parques naturales deben ser exploradas, especialmente sobre el impacto de los visitantes o actividades industriales, si no, puede ocurrir lo que ha venido sucediendo, por ejemplo, en los humedales de Tongoy, en donde la contaminación ha puesto en peligro la diversidad de la fauna en la zona, limitando su potencial turístico.
7. Realizar estudios conectando oferta y demanda e integrando con la información de niveles máximos de servicio para diseñar y limitar la excesiva cantidad de turistas en lugares concentrados específicos.
8. La mejora de la estabilidad del medio ambiente en nuestras localidades agregará valor a la región y ayudará a mitigar los efectos negativos de la pobreza.
Conclusiones
En el corto plazo, Chile debería tratar de alentar a las normas de educación, la ley y la planificación urbana y rural e inducir conceptos más realistas e integrales de sostenibilidad en programas de formación práctica. Estos pueden ayudar a las personas a entender esquemas financieros para ser más efectivos en la gestión, como los utilizados en Costa Rica, que incorpora las contribuciones de empresas a las áreas protegidas y servicios de los ecosistemas como compensación por parte de las compañías mineras y de otro tipo de industrias que afectan el medio ambiente.
Aunque este tipo de intervención es muy holístico, no debemos subestimar el potencial humano para lograr objetivos en pequeña escala. Un ejemplo de esta capacidad fue la que observé en Florianópolis, donde el municipio educa y entrega herramientas a la población para que reciclen los tarros de cerveza y, además, los ocupen para dejar en ellos las colillas de cigarro para así no contaminar la playa.
Sólo los continuos esfuerzos en la coordinación entre los donantes, las iniciativas de la legislación, las regulaciones de planificación y las continuas mejoras en las políticas de gobierno pueden llevar a resultados reales y eficaces en el largo plazo.
El turismo sostenible no es fácil y no es rápido. Es un compromiso en el que los individuos, las empresas y las organizaciones construyen una visión y hacen una opción para el futuro. Deben ser conscientes de que los beneficios son a mediano y largo plazo y no deben esperar resultados inmediatos, especialmente en el turismo de pequeña escala. El apoyo financiero y técnico debe ser proporcionado a través de organizaciones no gubernamentales y el sector público, el cual debe tomar en cuenta los costos del “turismo blando”, dando una mano a las pymes turísticas para que entren en la dimensión sustentable.