El último cine de barrio de Valparaíso se vende por desavenencias entre sus dueños
Por Mauricio Silva M., El Mercurio.
Teatro Mauri fue construido en 1952 junto a “La Sebastiana”, casa que enamoró a Pablo Neruda:
“Es algo que entristece”, dice el nieto del industrial español Sebastián Collado Mauri, que levantó el recinto y que hasta el año pasado funcionó como sala de espectáculos.
Hay un viejo escritorio sobre la terraza del teatro, y desde allí se tiene una espectacular vista del puerto de Valparaíso. El escritorio lo usó el cineasta Aldo Francia para escribir “Valparaíso, Mi Amor”. Y la terraza fue invadida por un notable vecino, Pablo Neruda, que instaló allí su taller poético y una biblioteca.
Todo esto lo cuenta Andrés Carramiñana, nieto de Sebastián Collado Mauri, el industrial español que en 1947 comenzó a levantar esta emblemática sala de espectáculos entre los cerros Florida y Bellavista. En esos años, Sebastián Collado Mauri encargó construir al mismo tiempo, en el terreno aledaño, la casona que enamoró a Pablo Neruda. Este compró los tres pisos superiores para convertirla, en alusión al nombre de Collao Mauri, en “La Sebastiana”.
Mientras Neruda llenaba “La Sebastiana” de colores, rincones y escaleras, el teatro Mauri se convertía en uno de los faros culturales de los barrios de Valparaíso, que llegó a tener 45 salas de cines desperdigadas entre el plan y los cerros.
La persistencia de Carramiñana extendió hasta el año pasado la vida, como sala de espectáculos, del teatro Mauri, por donde pasaron artistas como Osvaldo “Gitano” Rodríguez, Ángel Parra, Mauricio Redolés, Jorge Coulón, Pedro Lemebel y María Izquierdo. En noviembre de 2010, al culminar un programa que revivió sus orígenes, la sala exhibió sus últimas películas: un ciclo de obras literarias llevadas a la pantalla grande.
Incierto presente
Carramiñana recorre con nostalgia las hoy oscuras dependencias del teatro Mauri, que él mismo se encargó de remodelar tras el incendio de 1991 que lo destruyó parcialmente.
El siniestro fue el impulso que lo llevó a regresar del extranjero y con el apoyo de sus padres, Eugenio y Lucy, creó la Corporación Teatro Mauri, que reconvirtió el recinto en un polo cultural. Con respaldo financiero del Fondart y la Fundación Andes, Carramiñana remodeló los espacios interiores, creando en el segundo piso la sala Juan Edmundo González y en el primero, la platea Andes.
Pero el año pasado, la muerte de Lucy, la propietaria, cambió las cosas. Los tres hermanos copropietarios entraron en conflicto por el uso que debía tener el recinto, por lo que finalmente resolvieron ponerlo a la venta.
Aunque Andrés Carramiñana anhela que siga teniendo una función cultural, “la realidad es que será entregada al que pague los $600 millones que se pide por ella”, advierte.
El director de la Fundación Pablo Neruda, Fernando Sáez, teme que la venta ponga en riesgo un lugar “emblemático de Valparaíso y parte del patrimonio de la comunidad porteña”.
“La Sebastiana”, hoy convertida en museo, aún conserva las puertas que llevaban desde el escritorio de Neruda hasta la terraza, a la que está conectada por una escalera que hoy tiene sus accesos clausurados. La propia terraza fue arrendada entre 1962 y 1967 al poeta, que la usó como su biblioteca y taller.
Desde el año 2000, en el teatro Mauri se realizaban presentaciones regulares de danza y teatro, y en 2003 recuperó su viejo rol con el programa “Cine en el Cerro, una vuelta al pasado”.
Hoy, la sala principal ya no tiene las butacas ni el desnivel propio de los cines y ya no cuenta con luz eléctrica, salvo un foco en el segundo nivel. Aún persiste en su muro exterior un gran mural pintado por el artista Claudio Francia, hijo del cineasta Aldo Francia, cuñado de Andrés Carramiñana.
Un movimiento ciudadano busca que el Estado lo compre y lo destine a teatro municipal.