Casi la mitad de los jóvenes independientes son propietarios de una vivienda
Por Macarena Toro y Manuel Valencia, El Mercurio.
Última encuesta financiera de hogares elaborada por el Banco Central:
Mayor acceso a créditos hipotecarios, mejoras económicas y altos precios de arriendos explican la tendencia. Grupo sub-35 tiende a comprar departamentos de baja superficie, localizados cerca de sus trabajos.
Apenas se tituló como médico de la UC, Ignacio Méndez partió al banco: tomó un crédito hipotecario y les compró un departamento a sus papás en el sector de El Llano, en San Miguel, en agradecimiento por todo el esfuerzo que habían puesto en pagar su educación y la de sus tres hermanos. Poco tiempo después decidió hacer una gran inversión, y compró otros tres departamentos en el centro de Santiago, para arrendarlos apenas recibió las llaves. Para él, adquirió otra vivienda en Providencia.
“Con los arriendos, los departamentos se pagan solos, y ahora que han subido los precios en el centro, me quedo con lucas extras al mes por cada uno”, cuenta el médico que hoy trabaja en Codelco y en la Superintendencia de Bancos.
Según la última encuesta financiera de hogares del Banco Central, el 46% de los hogares liderados por menores de 35 años tiene una vivienda propia, de un costo promedio de $20 millones. Si bien muchos aún la están pagando, la tendencia de los jóvenes a comprar y no arrendar ha ido en alza. Incluso un 7% asegura que tiene una segunda propiedad.
¿A qué responde este auge de los propietarios “sub 35”? Para Luis Fuentes, geógrafo del Instituto de Estudios Urbanos UC, el mayor acceso a la educación con el consiguiente aumento de los ingresos explica parte del fenómeno. “En 1992 los profesionales y técnicos representaban el 9% de la población activa, y hoy han subido al 13%. El mercado inmobiliario fue capaz de observar esto y generar productos especiales, con departamentos de menos superficie y bien ubicados, debido a una alta demanda por la proximidad a las zonas donde se genera el empleo y la recreación”, explica.
Agrega que el cambio en los créditos hipotecarios, que hasta hace poco financiaban el 100% de las propiedades, también generó un impacto. “Son más accesibles. Las tasas de interés que antes llegaban al 10% hoy pueden alcanzar el 3%”.
Estas facilidades fueron las que aprovechó Ignacio Méndez. “Ahora arriendo mi departamento en Providencia más caro de lo que me sale el dividendo, y con eso ayudo a pagar el arriendo de la casa a la que me cambié”, comenta.
El sociólogo de la UC Felipe Link añade que el alza responde a una fuerte e histórica cultura de la propiedad. “Pero estos resultados dan cuenta de las ofertas de créditos de hace cinco años que promocionaban como más conveniente la compra para quienes arrendaban. De todas formas, un 60% todavía es arrendatario. Tanto ellos como los propietarios siguen el patrón de ser residentes temporales en la zona céntrica de Santiago, donde viven en departamentos pequeños y bien localizados, para luego emigrar a comunas más lejanas cuando tienen hijos y sus requerimientos cambian”.
Uno de cada diez tiene un crédito en educación
Además de los créditos hipotecarios, 9,9% de los hogares jóvenes tiene un crédito educacional. La cifra ha aumentado casi el doble en los últimos cinco años y coincide con los datos de la Superintendencia de Bancos, que revelan un alza sostenida desde 2009: actualmente, 78 mil jóvenes tienen un préstamo privado.
Pese a que las ayudas del Estado se han multiplicado, la diferencia que se genera entre el arancel de referencia que fija el Ministerio de Educación y el costo real de las carreras explica buena parte de los préstamos que tienen que tomar los jóvenes. De hecho, según la encuesta del Banco Central, el costo promedio de los créditos es de $1,2 millones, más bajo que un arancel.
Ernesto Treviño, investigador de la U. Diego Portales, afirma que el sistema está incompleto, dejando “a un conjunto de familias a su suerte y que tienen que incurrir en doble deuda”.
Por ello, plantea que es necesario definir un nuevo cálculo sobre el arancel de referencia que comprometa a las instituciones y que se ajusten a esa suma de dinero. Enfatiza, eso sí, que ese cambio debe ser en consenso, para que se contemplen las necesidades de las universidades -que en sus precios no solo incluyen el costo de enseñar sino también proyectos de desarrollo-, pero que no se genere una inflación.
Actualmente, el Mineduc analiza un nuevo sistema para fijar las ayudas a estudiantes.