Río de Janeiro: Contestando bien la pregunta equivocada
Por Matías Griffiths, Estudiante Arquitectura Universidad del Desarrollo.
Río de Janeiro se encuentra actualmente en preparaciones para albergar los Juegos Olímpicos de 2016, además de la reciente realización de la Copa Confederaciones 2013 y la próxima Copa Mundial de Fútbol 2014. El siguiente texto tiene como objetivo analizar la falta de foco con que estos proyectos deportivos se han ido materializando y como su irrelevancia ha derivado en una serie de protestas y movimientos sociales a lo largo de todo Brasil.
Juego Olímpicos de 2016
Con el orgullo propio de transformarse en la primera ciudad sudamericana en llevar a cabo unos Juegos Olímpicos, Río de Janeiro comenzó a gestar una serie de planes urbanos, sociales, medioambientales y de infraestructura deportiva necesarios para la correcta realización de unas olimpiadas. El gobierno de Brasil en conjunto con el gobierno de la ciudad lanzaron el plan Cidade Olímpica, el cual será el encargado de gestionar y llevar a cabo las obras y proyectos necesarios para los Juegos Olímpicos.
A grandes rasgos, el proyecto concentra cuatro zonas de la ciudad que se repartirán las distintas áreas de competición además de la recuperación del casco histórico de la ciudad. En términos de equipamiento, además de las instalaciones deportivas, se llevarán a cabo proyectos de transporte público, aumento de la seguridad en las favelas a través del controvertido plan de pacificación, reformas medioambientales, etc. En resumen, nada que no se haya hecho antes a excepción del proceso de pacificación de las favelas que vendría siendo el ingrediente especial que le da sabor característico a la realización de estos juegos.
Mapa esquemático que señala las cuatro zonas que albergarán las actividades e infraestructuras deportivas durante las olimpiadas de 2016.
Fuente: www.rio2016.org
La empresa privada, de la mano del gobierno son quienes aportan capital y subsidio para la construcción y realización de estas obras. Si bien este tipo de gestión es común y eficiente en términos de ejecución, no garantiza eficiencia en términos de relevancia de proyecto global y en materia de aporte a la sociedad.
Generalmente, el desarrollo de magno eventos deportivos se justifica en términos de inversión en infraestructura que queda posteriormente para uso de la comunidad y en términos de flujo turístico que supone un aumento de este durante la realización de estos eventos. La pregunta que cae de inmediato entonces es ¿Necesita Río de Janeiro mayor infraestructura deportiva y flujo turístico?¿Necesita la potencia deportiva sudamericana por excelencia, desarrollar unos Juegos Olímpicos para así también generar mayor turismo?
Claramente no.
Entonces, si lo dicho anteriormente no justifica del todo la realización de unos Juegos Olímpicos, ¿Qué lo justifica? Una copa intercontinental, Un mundial de fútbol y unas Olimpiadas generan una cantidad de capital que es atractivo no solo para el estado, sino que para la empresa privada, que se ven beneficiados en términos de ganancias y por ende el estado las acepta como actor ya que generan inversión. Ahí está el negocio, y por ende, la justificación necesaria para la realización de un evento deportivo de magnitud.
Como segundo hecho está la apariencia, el maquillaje, el marketing. Una ciudad latinoamericana que se jacta de ser la más rica de Sudamérica necesita demostrar que lo es no solo en términos económicos y de infraestructura, sino que también en términos organizativos y a nivel social.
Siendo justo, creo que la única opción real que justifica esta realización y estos mecanismos de gestión para unas olimpiadas, es el legado que estas son capaces de generar para sus habitantes. Que la inversión le convenga no solo a la empresa privada y al estado con su macroeconomía, sino que eso se traduzca en beneficios tangibles para la comunidad y más importante aún, que la sociedad se de cuenta realmente que está siendo beneficiada directamente y precisamente ese es el eslabón faltante que ha desencadenado la serie de protestas y exigencias ciudadanas actuales. La gente se dio cuenta al fin, que no está siendo beneficiada directamente, sino que todo lo contrario.
Olimpiadas tercermundistas
El escenario actual en Brasil resulta preocupante e incierto ya que las protestas si bien se detonaron por hechos y decisiones puntuales erradas por parte del gobierno brasileño, estas tienen estrecha relación con la realización de los campeonatos de futbol y las olimpiadas. Incluso la opinión popular entiende a estos magno eventos como la generatriz de las malas decisiones y políticas estatales, otorgándoles una mala imagen que no se merecen, ya que el factor negativo ha sido otorgado por la mala gestión.
Esto nos lleva a preguntarnos por Olimpiadas que hayan dejado un legado positivo en la memoria de sus habitantes y de su contexto urbano y social. Las Olimpiadas de Barcelona 92 asoman con ventaja como ejemplo de gestión, organización y por sobre todas las cosas, de legado para una ciudad. Si bien podría servir como ejemplo para los Juegos de 2016, este ejemplo no vendría al caso ya que los contextos en que se desarrollan ambos eventos distan demasiado. Esta distancia contextual radica en los conceptos clave que representan a cada uno de los dos proyectos.
Por un lado, las olimpiadas de Barcelona vinieron a consolidar un plan de regeneración urbana que se venia gestando hace casi 150 años y que comenzó su culminación con la realización de estas olimpiadas que se vieron materializadas, entre otras cosas, con la recuperación del borde costero de la ciudad, dejando un legado de espacio público para todos sus habitantes.
Por otro lado y a diferencia de Barcelona, Río de Janeiro no tiene nada que consolidar mas que descontento social y desigualdad. Entonces, si no hay nada que consolidar, se debería buscar hacia el polo opuesto de la ecuación, es decir, el concepto sería detonar. Detonar significa provocar cambios importantes, que en este caso debieran ser positivos para una comunidad o ciudad. Paradojalmente esta detonación está sucediendo actualmente en Río de Janeiro y en todo Brasil pero por razones que no son las más deseables y que tienen una connotación negativa.
Claramente esta detonación deja al descubierto que la problemática de todo lo que compone la realización de unas olimpiadas está siendo mal abordada por parte de las autoridades y que la sociedad y opinión pública se dan cuenta de eso.
No es primera vez que esto ocurre e incluso resulta preocupante que dos de las últimas cuatro olimpiadas hayan tenido con posterioridad costos negativos e irrelevantes para sus ciudades en distintos ámbitos.
El primer caso son las olimpiadas de Atenas 2004 que provocaron un endeudamiento fiscal por parte del estado griego para llevar a cabo estos juegos y que terminaron por dejar en la quiebra no solo a ese país, sino que terminó por desencadenar una crisis económica que hasta el día de hoy tiene a la Unión Europea tambaleándose e inventando malabares para no desmoronarse.
Beijing 2008 le siguió inmediatamente después y si bien la debacle no fue tal como en Atenas 2004, si lo fue la irrelevancia y falsedad con que estos juegos fueron desarrollados. Mega estadios, alta tecnología y una organización incorruptible pretendían mostrar a la capital China como la consolidación de una potencia mundial. Hoy en día no quedan más que algunos elefantes blancos en pie como parte de un imaginario que duró tan solo un mes, maquillado a los ojos de todo el mundo a excepción de los de sus habitantes.
¿Será entonces que las olimpiadas o cualquier otro magno evento deportivo resulta positivo solo si se desarrollan en países del primer mundo? ¿Acaso resultan mejor en la élite mundial? ¿Se merece un país tercermundista poder desarrollar unas olimpiadas?
Por lo visto hasta ahora, las respuestas a estas preguntas parecieran favorecer a los países más desarrollados, si es que nos atuviéramos a los hechos.
Contestando bien la pregunta equivocada
No todo puede ser tan malo en la realización de unas olimpiadas. Nuevamente el problema no está en el evento en sí, sino que está relacionado directamente en como este se plantea y gestiona. Al parecer entonces, el problema pareciera radicar en el planteamiento de la pregunta lo que estaría detonando directamente en una mala respuesta la cual ha sido percibida por la gente.
En una charla ofrecida hace algunos años en la Universidad del Desarrollo, el arquitecto Alejandro Aravena señalaba que en arquitectura y en general para cualquier disciplina no existía nada peor que contestar bien la pregunta equivocada. Tamaña equivocación radicaba en el desarrollo de proyectos que terminaban siendo irrelevantes para la comunidad.
Esa irrelevancia es la que tiene a la arquitectura y en general a la ciudad latinoamericana sumida en una crisis de desigualdad y segregación social volviendo al desarrollo urbanístico en un actor irrelevante en un marco de acción bastante reducido. Las ciudades son sin duda la materialización de nuestra sociedad y en este caso Río de Janeiro es un claro ejemplo de distribución socioeconómica de Brasil y que está, o más bien dicho ya dejó pasar una oportunidad que quizás nunca más se repita.
Precisamente esa pregunta mal planteada es la que tiene a Brasil y a sus olimpiadas contra las cuerdas. Y en general la pregunta que se suele intentar contestar para este tipo de eventos vendría siendo: ¿Cómo hacer las mejores olimpiadas de la historia para que todo el mundo nos vea lo capaces que somos como ciudad y como país? Cuando en realidad la pregunta debiera tener un foco dirigido hacia su interior, hacia sus habitantes y no hacia sus vecinos lejanos o para quien los ve por televisión a cuatro mil kilómetros de su casa sentado cómodamente en un sillón.
Si bien la irrelevancia o falta de foco han sido la tónica durante décadas y sobretodo en países tercermundistas, lo que lo hace distinto ahora es la conciencia con que los afectados, es decir, la ciudadanía, toma estos casos.
La gente ya no se deja pasar a llevar. Ya no transan sus derechos. Ahora los exigen. Y con justa razón y en especial en el caso de Brasil, en que se ha privilegiado la realización de una megafiesta por sobre derechos mínimos como mejoras en la salud, educación, transporte y desarrollo de ciudades en pro de la segregación social que aqueja a gran parte de Brasil.
Si bien el objetivo de este ensayo no es plantear las posibles soluciones que podrían haber evitado los cuestionamientos actuales, queda claro que una solución más que obvia tiene que ver con la inclusión de la ciudadanía en estos procesos lo que ayudaría a definir prioridades. Más que decisiones especificas de ejecución de proyecto, ayudaría a definir de manera correcta esa pregunta especifica que derive en una respuesta relevante para todos los actores de una ciudad. De esa manera evitaríamos conflictos e improvisaciones tales como el llamado a plebiscito que fue retractado 24 horas después por la presidenta de Brasil.
Las cartas ya están en juego y no hay vuelta atrás. Ya existen presupuestos comprometidos y ya hay ejecuciones de proyecto en claro avance.
Lo positivo dentro de todo esto es que la gente común y corriente se está dando cuenta que sus demandas si son importantes y por ello las exigen, salen a la calle y protestan, otorgándole a la ciudad un marco cívico distinto que resulta atractivo. Es necesario que la ciudadanía comience a dictar los tiempos y exigencias mínimas para que la sociedad y por ende nuestras ciudades respondan a esos requerimientos mínimos lo que retroactivamente desembocará en un mayor cumplimiento de los deberes cívicos de las personas y sus autoridades, sino, seguiremos en la senda de la irrelevancia hasta más no poder, aumentando las brechas de segregación y desigualdad.
No queda nada más que esperar a la realización de las olimpiadas y ver como estas logran sortear las demandas y quejas sociales de hoy. Aún queda algo de tiempo para rectificar ciertas decisiones o para más bien dicho, equilibrar la balanza.
Lo que si es seguro es que si no se realizan cambios profundos, el ruido será más grande fuera que dentro de los estadios ya que Río de Janeiro se perdió la oportunidad de dictar cátedra de cómo gestionar y materializar reformas urbanas y sociales que detonen cambios importantes en la sociedad en contextos de un país tercermundista en ya no tan claras vías de desarrollo pero que aún así servirían de ejemplo, sobretodo, para la ciudad latinoamericana que pide a gritos reformas y cambios importantes.
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